Listaa

miércoles, 22 de julio de 2015

Página 285.

Le abracé —Como sean igual de rebeldes que tú, no —me reí.
—Anda que como sean igual de patosos que tú llegas un día y te han quemado la casa — rio.
Reí de nuevo— Cállate inútil, tú vas para el típico profesor hijo de puta de atención física.
—¿Tú crees?
—La cara de mala hostia la tienes— puso cara de malo y le besé. Estaba muy mono así.
                                       *

Página 284.

—Me obligaron a cortarme el pelo así— se rio. Reconocí esa voz como la de Edgar y segundos después me la arrancó de las manos. — No le enseñes estas cosas hombre— sonrió ampliamente tocando el hombro a su abuelo— Te la robo— me cogió de la mano— Mañana madrugamos.
Asintió —Hasta mañana—susurré, cogí el abrigo y subí con Edgar. Nos metimos en la cama, con la tontería del hombro ya nos dejaban dormir juntos. —Tu abuelo me ha dicho que eras un patoso— me quité los pantalones. Soltó una risita y se desvistió. Me quité con cuidado la camiseta y él puso la alarma en el móvil. Me tumbé en su pecho y le di un beso cerca de su cuello —Bésame — dije en voz baja. Juntó sus labios con los míos —Pero bésame de verdad— Me besó largo, como me gustaba. Suspiré y me volví a tumbar.
Me tocó el pelo — ¿Entonces quieres trabajar con niños? — Asentí — ¿Y vas a estar toda la mañana con ellos y luego vas a soportar a los nuestros en casa?

Página 283.

Reí ante su comentario. “La música ruidosa” sería el heavy que ponía de vez en cuando para desahogarse un poco—Bueno señor….—me cortó.
—No me llames Señor, me siento viejo—reí—Félix.
—Bueno, Félix—volví a reír y le miré— Con tu nieto puedo bailar rock n’ roll pegada como si fuese un lento. — no sé si me había entiendo.
—¿Le quieres mucho? —asentí— Me alegro de que esté contigo y no con todas las chicas maleducadas con las que ha estado.
—Bueno Señor…—me corregí a mí misma— Félix— susurré inmediatamente— puede que tenga modales pero soy una patosa.

—¿Y mi nieto no? Cuando Edgar era pequeño— me miró, era la primera vez que me miraba a los ojos y me quedé algo anonadada. Cogí aire y me dediqué a escuchar —Me llevaba a tu novio a un arroyo, a pisar charcos, tirar piedras, explorar. Tú me entiendes.  A lo que ahora llaman jugar, y, cada vez que íbamos se caía al agua— reí— NI un día salía seco cuando venía conmigo, creo que ya se tiraba hasta aposta. —Sonreí y le seguí mirando — ¿Eso nunca te lo ha contado? —negué—Pues era un patoso, todo se le caía, todo lo rompía, fue mi primer nieto, para mí fue como otro hijo —lo entendía — Así que siempre estaba conmigo, hasta en estos tiempos seguimos bastante juntos— se levantó y fue hasta un armario, me trajo una foto. Edgar estaba con un chubasquero y unas botas amarillas muy feas. Me reí de su pelo.

Capítulo veintidos. Familia Nardacchione. Octaba parte, Anécdotas . Página 282.

Familia Nardacchione. Anécdotas 

Después de cambiarme y ponerme el pijama bajé a por el abrigo que había dejado cerca de la lumbre para que se secase. Giré hacia la habitación y estaba el abuelo de Edgar. Pensé en irme sin hacer ruido —Pasa— dijo su voz sin dejar de mirar a la chimenea.
Miré detrás de mí y no había nadie, supongo que iba por mí.
Fui hacia la silla donde estaba el abrigo extendido —Sólo venía a por la chaqueta —dije en voz baja tocándola a ver si estaba seca.
—¿Por qué no te sientas? — le miré e hice caso. Me senté despacio —¿Qué tal va tu hombro?
¿A caso estaba interesado por mí? — Pues…mejor— sonreí mirándole.
—Edgar es muy cabezota.
—Ya—suspiré— Pero el no tuvo la culpa de nada.

—Uno no dispara si no tiene pistola— Entendí la metáfora. La pistola me la había dejado Edgar, me dio un manual de cómo disparar y unas cuantas balas, y yo, simplemente lo hice— Va por ahí con esa música ruidosa, no sabe lo que es la buena música— comentó acariciándose la barba, que era poco poblada. — La música buena es la que sirve para bailar pegado con señoritas sin que te de un infarto.