—Me obligaron a cortarme el pelo así— se rio. Reconocí esa
voz como la de Edgar y segundos después me la arrancó de las manos. — No le enseñes estas cosas hombre—
sonrió ampliamente tocando el hombro a su abuelo— Te la robo— me cogió de la
mano— Mañana madrugamos.
Asintió —Hasta mañana—susurré, cogí el abrigo y subí con
Edgar. Nos metimos en la cama, con la tontería del hombro ya nos dejaban dormir
juntos. —Tu abuelo me ha dicho que eras un patoso— me quité los pantalones.
Soltó una risita y se desvistió. Me quité con cuidado la camiseta y él puso la
alarma en el móvil. Me tumbé en su pecho y le di un beso cerca de su cuello —Bésame
— dije en voz baja. Juntó sus labios con los míos —Pero bésame de verdad— Me
besó largo, como me gustaba. Suspiré y me volví a tumbar.
Me tocó el pelo — ¿Entonces quieres trabajar con niños?
— Asentí — ¿Y vas a estar toda
la mañana con ellos y luego vas a soportar a los nuestros en casa?
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