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miércoles, 25 de febrero de 2015

Página 263.

—Ya, ya—sonrió como si hubiese ganado una batalla.
Me metí en la cama— ¿Pero cómo puedes seguir teniendo ganas después de que te pille tu madre? — no entendía cuál era el camino en el que se había perdido su cerebro para seguir caliente como una moto.
—¿Tú qué crees? —Dijo bajándose los boxers.
—No me hables—puse los ojos en blanco y suspiré.
Estos calmantes funcionaban hablando mal y pronto, de puta madre, porque en cuanto dejé mi cabeza sobre la almohada, me dormí.

                                                                *

Página 262.

No sabía por dónde coger la situación—Emmm…—pensé en qué decir—gracias, debería irme.
Ambos me miraron salir de la habitación sonriendo. Estaba mareada, los analgésicos estaban haciendo efecto. Me froté una sien y me apoyé en el marco de la puerta.
—Lo he escuchado todo—me asustó la voz de Edgar. Aunque después me tranquilizó su risa.
—No he pasado tanta vergüenza nunca—le puse la caja de condones con severidad en el pecho.
—¿Y la otra te la quedas? —rio y yo me dirigí a su habitación.
—¿A caso quieres tomar tú la píldora? —dije muy seria y me metí en la cama. El entró al otro lado y empezó a manosearme. —Te juro que como me vuelvas a tocar te corto la mano.
—Has sido tú la que querías hacerlo.

Me levanté enfadada. Si supiese que no lo había hecho porque quería, que sólo era porque él se sintiese mejor —Pues tú tampoco es que te hayas apartado— dije en tono serio. Prefería decirle eso a que la verdad para no hacerle daño.

Página 261.

—¿Lo hacéis a menudo? —preguntó su madre.
Negué, estaba esperando a que dijese algo más—Sólo lo habíamos echo 2 veces antes.
—¿Mi hijo? ¿Sólo dos veces? —rio su padre.
—Es que yo hace una semana era virgen—no sabía ni como había conseguido decir esa frase del tirón.
—Eso quiere decir que tres veces en una semana—Ahora hablaba su madre. Paré a pensar y…sí. Estaba pasando una vergüenza increíble. —Cariño, está muy roja, dale agua. — me acercó un vaso que acepté. Bebí desesperadamente—No tienes por qué preocuparte, nosotros también somos muy activos sexualmente— mis ganas de vomitar aumentaron, eso hizo que el agua me fuese por mal sitio y que me pusiese a toser como una descosida. Cuando me recompuse un poco prosiguieron. No había pasado tanta vergüenza en mi vida —¿Usáis protección?
Realmente en lo único que pensaba ahora era en meterme en una cueva como un oso y no salir jamás—Sí—aún me dolía la garganta.

—De todas formas—dijo su madre sacando dos cajas de la cómoda—Esto son unas pastillas que si las tomas diariamente no hace falta que uséis preservativos— las cogí con manos temblorosas —De todas formas si no te gusta estar tomando cada día una pastilla podéis ir a lo de siempre—me pasó una caja de condones.

Página 260.

—Oh vamos Nina, mi madre ya lo sabe—volvió a subirme encima de él.
—No, Edgar no. Ya no sé ni cómo mirar a tu madre a la cara. Voy a tener que tomar como 2 o 3 calmantes para poder dormir hoy— me tapé  y me dispuse  a vestirme. Ahora odiaba tener el brazo así porque tardaría mucho más. Edgar suspiró y se levantó de la cama. 
Salió de la habitación sólo con los pantalones puestos. Estos son unos de esos momentos en los que dices “tierra trágame” muy fuertes. Edgar subió mientras yo estaba empestillándome para poder conciliar el sueño esta noche—Mi madre dice que quiere hablar contigo—se encogió de hombros.
Creía que me iba a desmayar aquí mismo. Tragué las pastillas y vi a Edgar empezando a recoger la habitación.
Su madre esperaba al otro lado de la puerta y me condujo hasta su habitación. Allí estaba sentado el padre de Edgar en la cama. Las cosas no podían ir peor. Su madre se sentó al lado de su marido y yo empecé a morderme las uñas. Ambos sonreían mientras yo sentía como si me estuviesen pateando el abdomen una manada de ñus. 
—¿Así que me hijo y tú lo habéis arreglado? —comenzó su madre. Asentí sin atreverme a mirarla—Bien—dijo.
—Santo Dios no tenéis por qué pasar vergüenza estáis en la edad de hacer esas cosas—su padre intervino y yo me puse muy roja.

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Fue a ponérmelo pero le paré—¿No quieres hacer otra cosa? — le miré sonriendo y me levanté de la cama. Me quité los pantalones con una mano, lo que quería que fuese sexy quedó patético. —No sirvo para puta—reí.
Me sonrío, era la primera vez que le veía la sonrisa en toda la noche. Le besé el cuello. Por una vez quería llevar yo la iniciativa. Le intenté desvestir, pero se acabó desvistiendo él porque yo intentaba demostrar que podía, pero no. Estaba cansada, pero creo que era una buena forma de quitarle el remordimiento y el sentimiento de culpa que tenía—Estúpido y sensual Edgar— dije mordiendo su labio inferior.
—No quiero hacerte daño—comentó
—Oh vamos, dame caña— lo dije con entusiasmo peor en verdad no estaba muy convencida.
No veíamos la forma de hacerlo sin que él me diese en el hombro ni en el abdomen, y sin que yo le rozase la tibia y las manos. Aun que después de un rato pillamos el tranquillo. Donde menos probabilidad de daño había era que yo estuviese encima —A mí me da igual que se me hagan más grandes las heridas de la mano si puedo agarrarte el culo—sonrió. Y cedí. Un mal menor, supuse.

La cosa no estuvo muy animada pero nos esforzamos los dos. Lo último que quería que pasase pasó—Hijo, quería saber qué tal vas con el tema de… —no pudo terminar la frase cuando nos vio. Me quité rápido y su madre cerró la puerta.

Página 258.

Terminé de curarle y él miró hacía lo que había hecho—En la cena se me fue la cabeza— comenzó a explicarse.
—No quiero hablar del tema— dije metiendo todo lo que había utilizado en una caja. Asintió y me cogió a peso. Me llevó al baño y me subió al lavabo. Le pedí que me quitase la correa  y lo hizo con cuidado, me saqué con cuidado el brazo. Me quité la ropa y miré en el espejo mi hombro, moví el cuello hacia un lado, estaba amarillento, pronto me aparecería un moratón, lo moví un poco, para empezar a tener movilidad. Me dolía, pero creo que era más por el tema del hematoma no nada interno.

Edgar se acercó y me besó el otro hombre. Conduje su cabeza a mi boca y le besé. No sé cómo podíamos estar tan bien después de todo lo que había pasado. Me quedé besándole hasta que me tuve que apartar para respirar. Me volvió a coger y me llevó hasta la cama, mis heridas estaban a la vista y me sentía incómoda. Me dejó caer despacio y me quitó el sujetador, porque sinceramente, con una mano, yo no podía. Pasó sus manos con cuidado de no tocar ninguna herida. La habitación aún seguía patas arriba pero mi maleta estaba tal cual la había dejado. Se fue a buscar lo que me puse ayer para dormir y lo trajo. La verdad es que tenía frío.

Página 257.

No sé si Edgar estaba llorando, pero en el caso de que lo estuviese haciendo no lo quería preguntar porque pararía de hacerlo. Además creo que es la primera vez que alguien veía llorar a Edgar. Le tomé de la mano y entrelacé sus dedos con los míos. Me senté en sus piernas porque sentía que mis gemelos iban a estallar. El no rechisto al respecto. En la habitación apenas entraba luz y me guíe por tacto más que por otra cosa. Toqué sus nudillos, las heridas habían aumentado y eso estaba aún reciente. Me llevé un dedo a la boca. Hierro. Sabía hierro. Estaba sangrando. Encendí la lámpara de la mesilla despacio y él se tapó los ojos. Debería estar deslumbrado, Dios sabe cuánto tiempo llevaría a oscuras aquí. —Perdón—susurré. Me aproximé al betadine y procedí a hacer lo mismo que había hecho antes —Debes prometerme que no lo vas a volver a hacer— dije amenazándole.
—Vale—susurró.
Levanté la mirada y miré a sus ojos, estaban acuosos, sí, había llorado. Cuando se fijó sabía perfectamente en lo que estaba pensando, bajó la cabeza. Le cogí con cuidado de la barbilla y le obligué a mirarme. Él llevaba los ojos hacía otra parte, siempre escapándose de los míos.
—Mírame—sonreí y lo hizo —No vale con que digas “vale”, tienes que decirlo de verdad. —volví a sonreír levemente.

—No lo volveré a hacer— su labio inferior temblaba.

Capítulo veinte. Familia Nardacchione. Sexta parte, reconciliación a base de sexo. Página 256.

La habitación estaba destrozada, muebles volcados, sábanas por el suelo, junto mecheros, relojes, papeles y cosas de poco valor. Edgar estaba apoyado sobre una pared, dormido y con la cabeza en una mala postura. No podía dejarle así, por mucho que me hubiese hecho era incapaz. Me agaché a su altura y puse la palma de mi mano en su mejilla. Notaba el calor que desprendía su cara, estaba tan mono durmiendo y yo le estaba tocando con mis sucias y frías manos.
Arrugó la nariz—Edgar—susurré. Abrió los ojos y hundió su mandíbula en mi mano. Guardó su cuello en mi hombro bueno y noté como aspiraba de él ¿acaso me olía la ropa mal?
Me llevé la manga a la nariz, no sé si es que no olía por la hostia de antes pero a mí me olía normal, a como solía oler mi ropa. Se me estaban empezando a cargar las piernas de estar en esa posición pero no me quería ir.
No sabía bien qué hacer en esas situaciones —Perdóname— le escuché decir.

Hundí mis dedos en su pelo mientras le acariciaba despacio—Claro que te perdono vida—dije con un hilo de voz.
—Lo del codazo fue totalmente sin intención.
—Lo sé— le apreté más fuerte, su cabeza en mi hombro. Notaba un líquido cálido rondando mi clavícula. 

domingo, 15 de febrero de 2015

Página 255.

—Es que mi primo no sabe vivir sin mí— le cogió la mano y le besó la mejilla. Vaya familia más cariñosa.
Me levanté del sofá cuando Avril vino y me llevó a rastras hacía una mesa con sillas pequeñas en las que se encontraban más niñas de su edad— Hola — saludé sonriendo a todas.

—¿No tienes brazo? — se acercó una a mí y pasé de ella.
—¿Qué quieres Avril? — dije algo irritada. Me sentó en una silla pequeña, temía que se me estuviesen viendo las bragas así que me subí bastante más el pantalón.
—Tú eres la mamá—la miré con los ojos muy abiertos, acercó un carrito de juguete y lo destapó, estaban todos los gatos, hasta el negro—Oh, Avril, al final le has aceptado.
Lo cogí ahora con menos facilidad que el otro día por el maldito brazo—Se llama Mordisquitos—sonrió.
—Mordisquitos es un nombre genial—asentí y le acaricié.
Las conversaciones alrededor de mí eran como un zumbido lejano, creo que estaba empezando a entrarme el sueño y todo lo que había pasado hoy con Edgar me superaba. No asimilaba el hecho de que quería que me fuese, que luego me tratase mal, y después me diese en toda la nariz.
Me hacían preguntas o me llamaban la atención pero yo contestaba con monosílabos o los miraba sin mucho interés, ni el café me hizo moverme un poco. Creo que me quedé adormilada en la silla  porque cuando me dijeron que nos íbamos me tuvieron que agitar.
Cuando llegamos a casa de Claire avancé con pasos vacilantes y temblorosos hacía la habitación de Edgar. El plan era este:
Coger la ropa rápido y salir lo antes posible.

Me armé de valor y entré. 
                                                           * 

Página 254.

Avril estaba rodeada de sus primas, que tenían su edad y yo me fui con Claire, que era con la única que tenía confianza. Me quité el papel que taponaba mi nariz de camino, comprobando que no me salía más y lo tiré. En la calle hacía un frío helado, gélido.
Al entrar me presentaron por ser la chica nueva y saludé a todas con un ligero movimiento de mano. Había un chico y una chica más o menos de mi edad y casi por obligación la hermana de Claire me obligó a juntarme con ellos.
Los dos escucharon la breve conversación así que nada más girarme ya tenía la mano del chico tendida —Mario—sonrió.
Acepté su apretón —Nina— mi mano fue hacía la chica que sonrió.

—Sé quién eres, te leo en twitter—me puse roja— Escribes realmente bien— bajé la mano y la ofrecí un abrazo, lo aceptó con cuidado de no darme en el hombro —No sabía que eras la novia de mi primo.
—Bueno, novia, novia…—rodé los ojos recordando lo que había pasado.

Ambos eran guapos, Mario tenía un ligero aire al padre de Edgar, era castaño tirando a rubio y de ojos oscuros, en cambio Laura, la otra chica, tenía el pelo más claro pero los mismos ojos. 
Nos dejamos caer los tres sobre un sofá y me ofrecieron varias cosas de comer que denegué por falta de hambre, aun que acepté café—¿No se supone que es una reunión — hice comillas con mi dedo bueno— de chicas? — miré a Mario y sonreí. 

Página 253.

Se dio la vuelta y sin querer me dio un codazo en toda la nariz. Caí al suelo. Me tapé la nariz con la única mano que me quedaba cuando comencé a notar un líquido caliente y viscoso cayendo por mi cara. Joder, eso me había dolido. Edgar se agachó a recogerme pero yo me eche para atrás poniendo mi mano en frente —No me des más—dije
—Santo dios, ha sido sin querer—Edgar volvió a intentar cogerme.
—Déjame joder. —Me arrastré hasta un mueble y apoyé mi brazo bueno para levantarme. Dejé una marca de sangre encima de él. Fui al baño y eché la cabeza hacia atrás para que parase la hemorragia.

Edgar seguía insistiendo y yo me eché agua en la cara. —¿A qué coño venía lo de la cena? —volví a echar la cabeza hacia atrás. No sé si tenía algo de miedo a Edgar en esos momentos. El no paraba de pedirme perdón mientras yo me marchaba de la habitación, vale, a lo mejor lo del codo ha sido sin querer, pero lo de la cena no, y me había dolido más que el golpe.
 Avril me vio y me dio un papel amablemente —¿Qué te ha pasado?
—Me he caído—mentí.
Nina que patosa eres—reí falsamente, ahora todo el mundo sabía que lo era. 
Hice una bola con un extremo del papel y me lo metí en una de las fosas nasales, así sí que me sentía ridícula. Antes de bajar oí golpes procedentes de la habitación de Edgar, pero no le di importancia y bajé, no me quedó otra que irme con un papel en la nariz, bajando mi autoestima segundo a segundo.

Página 252.

—Santo dios—Claire se llevó una mano a la boca. Yo seguía con la mirada fija en él. Claire notó la tensión que había entre nosotros dos —Nina, después vamos a la casa de mi hermana, la tía de Edgar —giré la cabeza hacia ella— ¿Te gustaría venir?
—Por supuesto—asentí sonriendo. Me devolvió la sonrisa y se notaron las arrugas en su rostro.
—El médico ha dicho que repose—dijo en tono áspero Edgar.
—Ah bueno…—la sonrisa de Claire despareció.
—Será lo mejor. — dijo Edgar mirándome
—Creo que sé que es lo mejor para mí— le reté y apretó la mandíbula. La gente cruzaba miradas mientras no decían palabra y disfrutaban del espectáculo. —Será un placer — cogí de la mano a Claire que me volvió a sonreír. Edgar se levantó arrastrando la silla, dio un puñetazo en el marco y un portazo.

—Se le pasará— dijo su madre con una risa nerviosa mientras salía de la habitación a ver qué le pasaba.
 Según había explicado Avril era noche de chicas, así que subí para ponerme algo más de abrigo, mi maleta desafortunadamente estaba en el cuarto de Edgar. Entré con todo el valor que pude y le vi fumando un cigarrillo en la terraza, apoyado en la barandilla del balcón.
Me acerqué a él —Hola—dije en voz baja. No se me ocurría otra cosa qué decir. 

Página 251.

—Llegamos tarde—me recordó.
—Cállate—dije seria. Se me cayó varias veces el betadine porque me temblaba la única mano con la que tenía movilidad. —¿Vendas? —le pregunté. Salió de la habitación y trajo un rollo. Me apañé para vendarle ambos puños y apretar las vendas con ayuda de mis dientes. Me repitió varias veces que no pasaba nada pero yo pasé olímpicamente.
Al entrar notaba las miradas punzantes de más de quince personas y yo sólo pude sonreír tímidamente. Claire me indicó que me sentase a su lado e hizo la pregunta del millón.
—Edgar no ha querido contar nada…
Félix, el abuelo de Edgar le interrumpió —¿cómo ha ocurrido esto? —tragué saliva y me fijé en la mirada severa que mantenía Edgar con su abuelo.
—Emmm… —titubé — Pues salimos esta tarde— ahora mismo su mirada se posaba en mí, más fría que nunca. Dudé en si seguir y me rasqué la frente— No lo recuerdo bien—mentí— Todo fue rápido…

Las miradas pasaron de mí a él—¿Edgar? — le cuestionó su padre.
—¿Por qué no haces memoria Nina? — me retó Edgar en tono irónico. Me dolió que me dejase así delante de toda su familia.
—Sí, creo que empiezo a recordar— le miré enfadada y todas las miradas se volvieron a posar en mí —Como iba diciendo —comencé — salimos y me llevo a una especie de finca despejada — le miré mientras que él comía sin prestarme atención, como si no existiera, como si no me estuviese escuchando, ¿por qué lo estaba haciendo? — Edgar me dio unas clases de moto— asentí— Simplemente perdí un poco el control. 

Página 250.

—No—mentí. Sí, y mucho. Mientras que echaba la pomada intenté no hacer ninguna expresión para que el no notase si me dolía o no —Definitivamente, no vales como profesor de autoescuela— me reí pero eso le había dolido. Le obligué a que se riese buscando las cosquillas que bien sabía dónde las escondía. Se sentó en la cama y me bajé con cuidado la camiseta. Me puse en pie y atraje su cabeza a mi pecho. Él se quedó quieto sobre mí y yo le acaricié el pelo de la nuca —Eres tan hermoso…—era lo único que podía decir ahora. El alzó la vista apartándose de mi pecho y yo le besé, hacía mucho que no le besaba. Toqué sus nudillos, tenía sangre seca por la palma de la mano y le estaba empezando a cicatrizar. Inspeccioné con sumo cuidado la mano. —¿Y esto? — no respondió y recordé la escena en la que daba puñetazos y patadas en la moto. Patadas. Caí en la cuenta. Tardé en desabrocharle el botón pero lo conseguí. Le bajé los pantalones precipitadamente. Bajé la mirada hasta sus espinillas. Hematomas amenazaban con salir.  Pasé la yema de mis dedos con cuidado por el foco de la herida. Había una línea con un tono morado marcando con qué parte de la pierna había golpeado, un río de sangre seca se pronunciaba hasta casi sus tobillos. Tomé bastoncillos y betadine con el que me habían pringado anteriormente. Empecé por sus piernas casi sin rozar las heridas.

Página 249.

—Una patosa muy mona…—se rindió y me abrazó— No quiero que te pase nada— se puso más serio.
—Sé cuidarme sola…pero no te vayas— yo lo único que quería es que se quedase —volvamos a la cama— asintió.
Dejamos el tema aparcado y hablamos como si no hubiera pasado nada. A la hora de cenar me preguntó si me encontraba con ganas de comer y asentí. Me estaba cansando de la misma habitación. Edgar me ayudó a peinarme y vestirme pacientemente —No necesito esto— dije desabrochándome la goma del cuello.
Me volvió a abrochar la correa inmediatamente —Llévalo, por mí.
Rodé los ojos —Pero es que estoy fea— más fea aún de lo que soy.
—Tú nunca estás fea— me cogió de la cintura y sonreí.
—¿Por cuánto tiempo?
—Mmmm… mínimo tres días.
—Dos, ni para ti ni para mí— tardé bastante hasta que le conseguí convencer.
En realidad el hombro si no lo movía no me dolía, era un dolor soportable. Ahora me dolía más el roce de la camiseta contra las heridas de mi abdomen. 
—¿Podrías echarme crema? — dije sin darle mucha importancia a la pregunta. El asintió y levantó con cuidado la tela que me cubría —Gracias por venir corriendo a por mí—susurré. El me dio un beso en la parte que seguía intacta del abdomen y se mantuvo serio ante lo que había dicho. Untó despacio la crema en las heridas. Cerré los ojos y encorvé la espalda porque escocía y dolía bastante. 
—¿Te duele? —se preocupó.

Página 248.

—Es mejor no avisar— me aseguró el médico. Estaba por llorar del dolor. Me echó un spray —Esto puede que te deje cardenales. —me pasó un goma que iba desde mi cuello a mi hombro. Ya no me dolía tanto, pero aun así lo seguía haciendo. El médico se alejó de mí y fue a hablar con Edgar, cerré los ojos y esperé a que pasase todo esto. Noté algo de calor al lado mío y me acerqué a él, abrí los ojos, me pesaban bastante
—El médico ha dicho que reposes, y que si te duele bastante te dé un calmante — asentí y me intenté apoyar en él. Se quitó y se desplazó de mi lado.
—Te has ido— le miré con cara de tonta.
—No te hago bien Nina.
—Vamos Edgar, no has tenido la culpa de esto, es solo un hombro.
—Tú no lo entiendes, es como si te hubiese puesto una pistola en la mano sabiendo que tú eres todas y cada una de las balas del mundo—salió de la habitación. Me levanté de la cama, me encontraba cansada y el suelo estaba frio.
Abrí la puerta con mi otro brazo y le hablé cuando se disponía a bajar las escaleras —Pues explícamelo— se quedó parado.
Se giró y sin mirarme soltó —Mañana te llevaremos a tu casa, no puedes quedarte más tiempo aquí.

—Quiero estar aquí—aseguré y bajé un escalón—Contigo. — Susurré y me acerqué a él, le abracé con mi único brazo—Sabes que soy una patosa— sonreí.

Página 247.

—Ed…estoy bien— era la primera vez que hablaba después de todo lo que había ocurrido. Edgar sonrió levemente al escuchar mi voz. El tiempo se me hizo eterno hasta que tres hombres entraron en la habitación. La madre y la abuela de Edgar miraban la escena con cara de preocupación. Uno de ellas llamó a Edgar. Mientras que otro me preguntaba por mi nombre, edad,  y esas cosas sin importancia. Me levantó la camiseta y miré a mis heridas.
—¿Qué sentiste al caer?
—Quemazón—aseguré— no podía respirar.
—Bien, la caída sólo te causo algunas quemaduras por rozaduras que se pueden solucionar con pomada, en cuanto al no poder respirar fue igual que cuando te dan una patada en el estómago. No hay que preocuparse, tus constantes están bien, ahora puedes respirar ¿lo ves?
Asentí. Todo lo bien que pudiese respirar una asmática.
—Lo que me preocupa es este hombro—hizo una mueca. Al parecer hoy todo el mundo se dedicaba a hacer muecas. —Te lo debemos colocar, y es un proceso que duele, tal vez prefieras escayola.
—¿Si me lo coloca ahora tendré que llevarla?
Negó— Sólo una especia de goma que te sujetara el hombro unos días.

     Asentí y tragué saliva—Vale.
—Dolerá—me aseguró.
—No puedo ver esto—Edgar se marchó de la habitación. Le vi salir y sin esperármelo el hombre hizo un movimiento brusco con mi hombro. Pegué un grito ahogado. Creía que me habían arrancado el brazo de cuajo. 

Capítulo diecinueve. Familia Nardacchione. Quinta parte, ¿Contratiempos o pasatiempos?. Página 246.

¿Contratiempos o pasatiempos?.
Edgar tiró precipitadamente de mí pero aun así la rueda me pilló parte del brazo. Ed me hablo pero su voz se notaba como un susurro lejano. Estaba inmóvil, mirando al cielo. Giré un poco la cabeza cuando Edgar se dispuso a pegar patadas y puñetazos a la moto. Todo se veía como a cámara lenta y borroso. Me cogió con cuidado y no dejó de hablarme en todo el viaje. Yo seguía sin responderle. Me tumbó con cuidado en su cama — Nina, te vas a poner bien, ¿sí? Buscaremos ayuda mi vida. — me tocó la frente, notaba como la temperatura de mi  cuerpo estaba fría ¿estaría sudando? Intenté mover el brazo pero me dolió. Hice una mueca. Pasé la lengua por mi labio inferior, que estaba seco. Miré a Edgar que sacaba los cajones y los volcaba en busca de encontrar el móvil. Lo encontró y tanteó intentando desbloquear la pantalla, pero se le resbaló . Cerré los ojos y me dejé ir. 

—Ya vienen hacia aquí. — Edgar me movió y me cogió de la mano, a lo que gemí en señal de dolor. La soltó inmediatamente y fue a besar mi frente.

sábado, 14 de febrero de 2015

❅ ❅ ❅

Hola, holaaaaaaaa, ya estoy de vuelta aquí. COMO ME HABÉIS PREGUNTANDO MIL VECES CUANDO SUBIRÉ NUEVO CAP DE PUNTO MUERTO OS TENDRÉ QUE CONTESTAR JAJAJA. 
BUENO, ESTOY ESPERANDO UN PELIN, YA QUE ME QUEDA POCO POR PASAR DEL SIGUIENTE CAPÍTULO, MUY POCO, ASÍ QUE CREO QUE ENTRE MAÑANA O PASADO ESTARÁ.
Sé que basntantes me habéis dicho que si lo de las visitas es por mi ego y bla bla bla  ¿Y qué os voy a decir? Pues claro que me suba la autoestima que me leeáis y que me digáis que suba más.
A lo que me he metido caña a mí misma y por eso subiré más pronto.
Las visitas me ayudan a llevar un orden y una raya medio densa que sostienen mi cabeza con estos temas, me gusta animaros y no hacer siempre lo mismo, y bueno, animarme a mí también.
Bueno, bueno, nos leemos pronto bye byeeee. 

martes, 10 de febrero de 2015

Página 245.

Asentí—Aparta— salí del punto donde me había tirado un buen rato. Miré hacia atrás, donde estaba Edgar que le vi haciendo señas y gritando que mirase para adelante. Me giré y me bajé la parte del casco que me había subido anteriormente. La voz de Edgar apenas era un susurro con el sonido ensordecedor de la moto. Parecía que iba a más velocidad desde dentro, miré al suelo y vi como dejaba atrás la hierba cada vez más rápido. Mis manos temblaban ante el volante. Suspiré y me mantuve rígida. Esto cada vez iba a más velocidad. Agotaba rápido el espacio de la parcela y veía como un muro se estaba acercando—Gira—escuché gritar a Edgar mientras se acercaba corriendo hacia donde yo estaba.
—No sé girar. —grité, ¿cómo no iba a saber girar? Mi cabeza repetía una y otra vez que inclinase el brazo hacía un lado para girar, pero mi cuerpo no lo hacía, estaba entrando en pánico.
Vi a Edgar correr más rápido por el retrovisor, el pecho se le movía de arriba abajo mientras se quitaba y tiraba la chaqueta que anteriormente tenía abrochada a su paso—Santo dios Nina frena— dijo ahogadamente en un grito.
Giré bruscamente por un acto reflejo y mientras lo hice sin querer frené. Salí por los aires por encima del volante y aterricé con un golpe que me dejó sin aire en el suelo, miré hacia la moto que se acercaba dando tumbos hacia mí. Entre en shock. Había caído con el estómago y sentía una fuerte quemazón en mi abdomen. Quedaban milésimas para que la moto me arroyase y yo cerré los ojos esperando su llegada.

                                                       *

Página 244.

—Primero—le reté. — Es una de mis películas favoritas, y me encantan los bosques, y la trama, y que siempre llueva, me gusta hasta la iluminación, y ver la reserva de Olympic está en mi lista —hice comillas con los dedos— “Donde me gustaría viajar”. Segundo, tú no estás tan bueno como Jacob, y bueno…en lo tercero tienes razón.
—Estás peleona hoy, eh. — dijo empujando la moto hacía fuera. Me llevo a una parcela, sabiendo el peligro que tenía yo con una moto. Que temblase la pobre persona que se cruce conmigo. 
Me puse el casco antes de sentarme encima de la moto y abrí la tapa de los ojos para ver mejor—Me haces estar ridícula— no oía bien mi propia voz. Me dio un manotazo encima del casco que no me dolió pero sí que hizo que un sonido retumbase dentro de mi cabeza —Para— chillé como una niña pequeña e intenté darle manotazos que esquivó con facilidad. 
Me coloqué el pelo y me senté bien el sillón —¿Sabes acelerar? 
—Pues claro inútil. — giré el lado equivocado del manillar a lo que se rio. Si no era uno era otro, giré el de mi otra mano y a atropellé un pie a Edgar que frenó con rapidez.
—¿Estás loca?
—Te la debía por el manotazo de antes— me quité las culpas. Rodó los ojos y me volvió a dar la misma clase del día del parking pero más despacio.
—¿Te ha quedado claro?

Página 243.

La visita a la familia Nardacchione no iba tan mal como me esperaba y la hospitalidad por su parte era tremenda. Edgar estaba más pendiente de mí que habitualmente y yo era el tema principal de casi todas las conversaciones en la casa.
Edgar me cogió de la mino y miré el gesto, bajé la vista hacía el asfalto negro que estaba desgastado y húmedo —¿Qué tal dormiste?
—Sabes que si por mí fuera hubiese dormido más. —reí y acaricié sus nudillos con mi pulgar.
—Si no se nos va el día y quería hacer cosas contigo—el cielo estaba nublado— Hoy me he propuesto, por segunda vez—me sonrió— enseñarte a montar en moto— le miré—Ya que la última vez no salieron las cosas muy bien— hice una mueca— Te obligo— elevó el tono de voz y repitió la palabra— te obligo, a que te pongas el casco.
—Pero…—intenté defenderme.
—No hay peros— miré el lado bueno de la situación, al menos taparía la cara tan fea que tengo. Así que asumí las condiciones. —No es una moto, moto…pero es lo que hay— dijo quitando una manta llena de polvo de encima. Pasó un trapo, la verdad es que la moto estaba bastante sucia, pero su color era negro, y eso me gustaba
—¿Sabes? Me recuerda a la situación de luna nueva, cuando Jacob y Bella se proponen arreglar las motos…y eso.

Puso cara de asco —Primero, esa película es lo peor. Segundo, yo no soy un manitas—sostuvo mi mirada — tercero, tú eres mucho más patosa que Bella—sonreí hacía esa última afirmación.

Página 242.

Me levanté y pegué un puñetazo a Edgar en el hombro—Eres un cabrón, casi la matas.
Se saltó el sofá y se colocó al lado de mí —¿Qué te apetece hacer? — me rodeó por el hombro mientras giré la cabeza viendo como su abuela marchaba de la habitación.
—Necesito dormir—fui sincera.
Miró el reloj que se encontraba en la pared y pensó por unos segundos —Bueno, vale ¿por qué no?.
Me subió casi arrastras a la planta de arriba porque no tenía ganas de subir las escaleras—¿Cómo decías que se llamaba tú abuela? — me miró con cara de “no me lo puedo creer”. Hay que ver la paciencia que tiene este hombre conmigo —Claire—suspiró. —Claire. —repitió chasqueando la lengua y poniendo los ojos en blanco.
Entré en la cama y me costó bastante volver a coger el sueño, me habían desvelado, pero me empeñé en dormir, y así lo hice.
                                           *


Página 241.

—Tiene la actitud de su abuelo—miró hacia un punto fijo— En nuestra época, el abuelo de Edgar era un buen partido— me dio un codazo suave y asentí un par de veces como señal de que la estaba escuchando— Todas las chicas le querían, se peleaban por él. Era guapo, de buena familia, tenía dinero, estudios y bailaba bien, ¿qué más iba a pedir? Y déjame decirte que era el que mejor se peinaba el tupé— reí— Edgar me recuerda mucho a él— ahora me miraba a mí —Félix, mi marido. — todavía no sabía cómo se llamaba el abuelo de Edgar e intenté quedarme con el nombre. —Siempre había sido el chico que vestía mejor, que no quería oír hablar de chicas, sólo le importaban los coches y el tabaco, pero me conoció a mí y cambió— sonrió ampliamente— Edgar, está haciendo ahora lo mismo, dale tiempo, es un buen chico, nunca le había visto así con otra chica antes— sonreí levemente al escuchar esa frase— Las buenas costumbres nunca se pierden hija mía —Edgar vino por detrás y pegó un susto tremendo a su abuela, que se le cayó la taza al suelo —Este niño un día me mata de un susto— se tocó el pecho.
—¿Has visto qué abuela más guapa tengo? — la dio un beso en la mejilla y sonreí —¿Te puedo robar a Nina un rato?

Empezó a recoger la taza del suelo y a secar parte de la moqueta con un trapo—Hasta luego Nina, si dios quiere, porque como este niño me dé más sustos me muero de un día para otro— me dio pena y me agaché precipitadamente a ayudarla, apartó mis manos y me sonrió —Ve. —seguía sonriendo y la miré por unos segundos.

Página 240.

No sabía de qué tema hablar y tampoco sabía cómo fingir que estaba enferma—Será sólo el cambio, no estoy acostumbrada a este tipo de clima. — aseguré varias veces pero ella seguía empeñada en prepararme algo.
Me tendió la taza con un líquido rojizo y di las gracias a regañadientes. Maldecí a Edgar. —Te sentará bien— asintió. Lo que pasa es que estoy perfectamente pero tu nieto es estúpido y no sirve ni para inventarse una excusa, repetí bastantes veces en mi cabeza. —Entrarás en calor. — parpadeé volviendo a la realidad. Tomé un sorbo, era algo dulce, pero raro en cuanto a sabor, no atendí a razones en cuanto a mi gusto y me lo tragué poco a poco sin rechistar.

—¿Así que estás con mi nieto? — el líquido caliente me fue por mal sitio y no pude evitar toser. 
Me recompuse y saqué fuerzas para decir un monosílabo —Sí. — miré a la taza y removí lento la cuchara con desgana.

Página 239.

Vacilé un poco al bajar por miedo a qué me tendría qué decir su abuela. Pasé por el pasillo mirando vagamente cada cuarto hasta que la encontré.
Me quedé mirándola en silencio sin saber bien qué decir. Estaba haciendo ruido mientras buscaba algo en una cajita de madera. Sacó una especie de collar y al mirarse al espejo me vio. —Oh, querida, despertaste al fin. — seguí inmóvil sin saber muy bien qué decir —¿Me ayudas? — se echó la mata de pelo hacia el lado derecho. No era la clase de mujer mayor que llevaba el pelo corto, o recogido, ella lucía una melena grisácea muy bien cuidada.
—Por supuesto— asentí y la abroché el collar delicadamente, luego se giró para mostrármelo, una cruz.
—¿Te gusta?
—Mi abuela siempre ha sido creyente —expliqué— yo tengo una parecida, me la regaló cuando rondaba los 12 años.

                                              *

Capítulo dieciocho. Familia Nardacchione. Cuarta parte, Estado de shock . Página 238.

Fruncí el ceño cuando vi que Edgar no se encontraba tumbado a mi lado. Giré y ahí estaba, era la pura rencarnación de lo irresistible. Hice un ruido al estirarme algo exagerado para que captar su atención. Giró sobre sí mismo, bien, lo había conseguido.
—He tenido que inventarme una excusa cuando mi madre te ha visto en mi cama— se acercó a mí y sentó sobre la cama. Sonrió y puso un mechón de pelo detrás de mi oreja. Los rayos de sol entraban por la ventana e incidían directamente en su cara, pide ver un brillo en sus ojos diferente a ningún otro, sus ojos hacían que me quedase sin respiración. Puse mi mano con timided en su mejilla y le acaricié suavemente. Cerró los ojos y presioné sus labios contra los míos.
—Esto sí que son buenos días—me atreví a decir.
—Si tardas mucho más mi madre vendrá a ver qué pasa—giró la cabeza hacía la puerta—Dije, que, esta mañana, temprano, te encontrabas mal y viniste a decírmelo.
—¿Y no dijiste a tu madre que su sexy hijo vino ayer a las tantas a mi habitación para que durmiese con él? — Alcé una ceja y sonrió.

—En resumidas cuentas—hizo caso omiso a mi pregunta retórica . Puse los ojos en blanco. — Mi abuela preparó algo y te espera abajo. 

Página 237.

Cerré la puerta despacio y me aferré al antebrazo de Edgar que me guio hasta su habitación. En esta habitación hacía mucho más frío que en la otra. Eché vaho por la boca. Reí a lo que Edgar me pasó una sudadera grande y ancha azul oscuro. Me la puse —Me siento ridícula— dije mirándole mientras las mangas no dejaban ver mis manos y me quedaban por debajo de las rodillas. Sonrió y me hizo sitio. Me tumbé. Bien, me había dejado la parte del colchón calentita, posé mi cabeza en su pecho y el me acarició la cabeza, jugaba con mi pelo. —He visto todo lo que has hecho con Avril— no hice ningún comentario al respecto—¿Serás igual de buena con nuestra hija? —Prosiguió con voz calmada. Me levanté precipitadamente y le miré.
—¿Nuestra qué? —Abrí más los ojos.
—¿No quieres que tengamos hijos? — se encogió de hombros y yo volví a reposar la cabeza más calmada.
—No tan pronto. — me abracé más.
—¿Eso quiere decir que un futuro sí?
Esta vez la que se encogió de hombros fui yo —Si…supongo—dejé caer.
—¿Cómo se llamaran?
Paré a pensar—Si es chica Valentina—afirmé 
—Vale, me gusta— sonrió — ¿Y si es chico?
—¿Te gusta…Giovanni?
—Giovanni suena genial.
Sonreí en su pecho —Por ahora preocúpate de usar la gomita campeón— le di unas palmaditas y sonreí. Me apretó en sus brazos.
—Que sepas que si la niña se parece a ti será la chica más preciosa del mundo— me ruboricé ante ese comentario.
 —Pues que sepas tú—le devolví el ataque— Que si Giovanni fuese como su padre sería el niño más sexy e impulsivo del universo.
—Seguro que sí— me dio un beso en la frente y pasó la manta por encima de mi nariz. No recuerdo mucho más porque de un segundo a otro todo estaba a oscuras y me entregué al juego inevitable de dormir.

                                                              *

Página 236.

Nos tiramos un buen rato con los gatos hasta que vi que a Avril literalmente, se la cerraban los ojos. La cogí a peso con cuidado de no aplastar a los gatos que quedaban entre las dos y subí escaleras arriba con ella apoyada en mi hombro. La desperté con cuidado al llegar a la habitación y ella se fue a una cómoda con los gatos aún a cuestas. Sacó comida del cajón. Subió los escalones de la litera y le pasé gatito a gatito a su cama. Miró con recelo al gato negro pero al final lo cogió. Me pidió que subiese y así lo hice, agaché la cabeza con cuidado de no darme con el techo. Arropé bien a Avril. La había cogido mucho cariño.
—Leeme— Giré la vista hasta una estantería y busqué algún libro. El patito feo, este me vendría de lujo. Antes de abrirlo se lo mostré y asintió. Tenía a todos los gatos tapadas con la manta excepto al negro, que quedaba a altura de sus pies, solo. Lo cogí y me lo puse en el abdomen. Me crucé de piernas. —Estate atenta — la avisé. Empecé a leer en voz baja y cada vez que leía una página le enseñaba el dibujo. El libro estaba bastante ilustrado. Ella comía y escuchaba mientras mimaba a los gatos.
 .  Cuando acabé el libro lo puse en su sitio y la miré —¿Ahora entiendes que el —señalé al gato que tenía arropado con la tela sobrante de mi sudadera— no es feo? Se siente solo— el gato dormía plácidamente — Imagínate que luego se convierte en el más bonito de todos— Logré convencerla, porque se lo llevó cerca de sí misma y lo arropó junto los demás.
Edgar llevaba tiempo contemplando la escena, pero no le oí entrar, se asomó por las escaleras de la litera— Mi cama te echa de menos—sonrió.
—¿Me guardarás este secreto?—miré sonriendo a Avril. Me guiñó un ojo y luego me sonrió. La arropé bien y la di un beso en la frente, bajé con cuidado mientras Edgar me sujetaba por si acaso, viniendo de mí, hizo bien. Eché un último vistazo antes de apagar la luz. Avril nos miraba con párpados pesados. Mientras arrimaba más a los patos y dormía entre bolsas de doritos y libros —Dulces sueños— comenté y apagué la luz. 

Página 235.

Avril bajaba las escaleras de puntillas y yo la seguía haciendo lo mismo Se notaba su emoción, su entusiasmo, sus nervios porque no la pillasen abajo tan tarde, hasta me lo contagió un poco a mí. Esta niña me estaba haciendo sentir. Se oía la risita tímida con miedo a que su abuela la regañase. Intenté memorizar el camino de vuelta pero estaba bastante oscuro. Abrió la puerta y desapareció, la vi arrodillada en frente a lo que parecía un cesto con varios gatos pequeños, y su madre. No distinguí bien el pelaje de cada uno ya que el único foco que alumbraba la penumbra de la habitación era una chimenea. Me agaché a la altura del cesto y vi como Avril intentaba coger todos a la vez. Acaricié primero a la madre. Era blanca, hermosa, como la nieve. —Se llama Copito. —Me explicó— Mi abuela dice que los gatos negros traen mala suerte. — Miré hacía el que estaba apartado y no dudé en cogerlo. Vaya tontería, pobre animal. Le puse en mi regazo y le arropé con mi sudadera. 
Avril puso dos taburetes chiquititos al lado de la chimenea en los que nos sentamos a la par —No es verdad, lo de que los gatos negros dan mala suerte— comenté mirando a las llamas y acariciando aún al gato— Él es bonito así cómo es — La gata grande se restregó en mi pierna y también la cogí—¿Ves? Su mamá quiere al gato por como es, no importa que sea negro, gris, marrón o blanco.

Página 234.

Después de  sacar fuerza de voluntad para despedirme de Edgar y darle las buenas noches volví con pasos pesados hacía la habitación que me habían asignado.
Avril estaba tapada hasta la nariz esperándome —Mi pijama es más cutre que el tuyo— dejé que lo mirase y fui a una cama pequeña, la abrí cuidadosamente.
—¿Te gustan los gatitos? — miré hacia la litera de arriba en la que estaba asomada.
—Tengo uno—sonreí.
— ¿Oh? ¿De verdad? En la planta de abajo tenemos muchos, son chiquititos. El otro día Edgar se llevó uno.
Ahora entendía de dónde lo había sacado—¿Son bebés?
Asintió—¿Quieres verlos?

                                                *

Página 233.

—Nada…—dejó la maleta encima de la cama y vino hacia mí.
—Aparta. —sonrió
—No—me reí. Empezó a hacerme cosquillas y no me quedó otra que caer rendida en la cama.
—¿Cotilleabas mis boxers? —Aún seguía sofocada y riendo, no soportaba las cosquillas. Me tiró uno.
—¡Qué asco! —Me lo quité de la cara y me reí. Vino a hacerme más cosquillas—¡Para, para! —volví a reírme. Se abrió la puerta y escuché la voz de su madre. Edgar me dejó y me coloqué el pelo.
—Sólo quería su ropa—explicó Edgar señalando la maleta. Asentí. Su madre se sentó a mi lado y rodeó mi hombro con su brazo.
—Por fin te conozco—recordé que me había dicho que se llamaba Claudia. La sonreí.
—Un placer. —comenté
—Acostaros pronto—se levantó y comió a besos a Edgar. Cerró la puerta al salir.
—Me he puesto celosa—me subí encima de sus piernas y le besé.
—¿Así? — me susurró a milímetros y me correspondió el beso.

Se tumbó en la cama y cruzó los brazos por encima de su cabeza, cruzó las piernas a la altura de sus tobillos. —Hazme un Striptease nena— Le fulminé con la mirada y le pegué. Cogí unos pantalones de chándal cómodos y una sweater  , me lo metí con cuidado de no quitarme el moño que me había hecho anteriormente. 

Página 232.

En el piso  de arriba se notaba el frío y la humedad, las camas estaban tapadas por dos pares de mantas gruesas. La habitación de Edgar me quedaba al final del pasillo. En la que estaba yo era grande, con una litera, una cama de matrimonio y dos comas bajas normales.
—¿Sois muchos aquí? —pregunté a Avril
—Cuando nos juntamos todos sí, esta habitación es para que duerma con mis primos, mis primos y yo jugamos hasta que la abuela se enfada. Esta es mi cama—señaló a la litera de arriba. En verdad, me lo esperaba. —Hoy mis primas no están porque mañana hay trabajo, pero seguro que a la noche dormirán aquí—dijo mientras subía las escaleras. Puse mis manos en su culo para impulsarla, la elevé y subió más rápido. gateó hasta llegar a la almohada. —¿Te gusta mi pijama? —me indicó con las manos y asentí.
Caí en la cuenta de  que mi maleta se la había llevado Edgar, salí dela habitación y llamé un par de veces a la suya. —No tengo ropa—cerré la puerta tras de mí y divisé las paredes de la habitación.

—Sí, ahora te traigo la maleta—salió y miré las fotos de Edgar de pequeño, qué mono. Me senté en la cama, era blandita. Miré sus medallas, abrí la mesilla, calzoncillos, me reí. Levanté algunos y vi un lubricante y varios preservativos. Los alcé en alto, era como el que tenía antes en la cartera. Oí abrirse la puerta y solté todo de golpe, lo coloqué por encima, cerré el cajón y me senté encima de la mesilla. —¿Qué haces? —me miró Edgar.

Página 231.

Alguien se aclaró la garganta exageradamente y yo me aparté. En frente nuestra había un chico majete, aunque se le veía con aires de prepotencia.
—No le hagas caso, está más salido que el pico de una mesa—me susurró al oído Edgar y se apartó. Me ayudó a bajarme de la encimera mientras el chico me repasaba con la mirada de arriba abajo, se paró en mis tetas y yo miré hacia otro lado. Edgar se dio cuenta y le dio un golpe en el pecho.
—Tranquilo no toco. —sonrió a Edgar y me volvió a mirar las tetas. Se notaba que era un poco más pequeño que nosotros en cuanto edad. Me subí la cremallera hasta arriba del todo incómoda. Edgar esta vez le dio un guantazo leve en la cara. Miro a Edgar con resignación —Vaya jueguecito más bien formado te has encontrado primo—volvió a sonreír —¿Para cuándo me la dejas?
—No es ningún jueguecito y no te la voy a dejar nunca. —sonreí tímidamente y miré  a mis pies Edgar lucía tan mono cuando se ponía en plan defensivo—¿Por qué no te vas? — Su voz sonaba áspera, escuché pasos saliendo de la sala y su voz se tornó a aterciopelada —Toma—me paso el plato arrastrándolo.
—No tengo hambre—Se me habían pasado las ganas de comer —Estoy mareada— me habían golpeado muchas emociones hoy.
Se preocupó y me sentó —¿Quieres ir a dormir? —asentí.

La familia de Edgar no me dejó ni por asomo dormir en la misma cama con él, supongo que no sabrían que yo y él ya nos habíamos visto todo. Me resigné a meterme en otro cuarto al que Avril me obligó a ir y agradecí honestamente la hospitalidad.

Página 230.

—Avril.
—Bien Avril, me encantará oír todas esas cosas que me tienes que contar—la ofrecí la mano y la cogió. Edgar la subió encima de sus hombros y le agarro las piernas para que no se callase. Le seguí hasta la cocina . La cocina era grande, extensa, tenía una isla en el centro de color negro. Avril me fue contando muchas cosas mientras que Edgar no hacía más que mirarme sonriendo, me preguntaba cosas tipo “¿Los pingüinos tienen rodillas?” a las que no sabía responder. Era bastante lista.
Después de un rato Edgar terminó de comer mientras que yo apenas había empezado a comer por las miles de preguntas que me hacía Avril constantemente.
—Tengo que hablar con Nina, peque—la cortó mientras me preguntaba si los vegetarianos podían comer galletitas con formas de animales, le miré. Asintió y se marchó de la sala, qué obediente. Me chupé un dedo en el que tenía una salsa que no había probado en la vida pero que estaba rica. Edgar apartó el plato para que le mirase. Estaba sonriéndome.
—No toques mi comida, si no te pagaré.
—¿Así?, ¿me pegarás? —me retó.
—Ajá—me cogió a peso y fue al centro de la cocina, donde estaba la isla, me sentó en la encimera
—¿Qué tal? ¿No te han comido verdad?

—Son todos muy amables—asentí y se acercó a mis labios—¿Me quitas la comida para preguntarme esta tontería? —Me besó. Vale, ahora veía una  razón más convincente. Entrelacé las piernas en sus caderas y le devolví el beso con ganas.

Página 229.

Su abuela le dio una colleja y me reí —Aquí van los invitados.
—Vale, vale—se frotó la nuca menudo manotazo le había arreado, su abuela me estaba empezando a caer divinamente.
—Nosotros ya hemos cenado, hija—me gustaba el cariño con el que me trataba tan pronto—Pero hemos dejado comida para los dos—sonrió. Tenía los hoyuelos de Edgar, ya lo dije.
     Edgar posó la mano en mi hombro —Vamos—susurró a la altura de mi oído.
—Con permiso—agaché la cabeza y sonreí.
Nos dispusimos a cruzar el salón cuando noté que alguien tiraba de la manga de mi chaqueta me giré y la vi. Era una niña muy mona de pelo oscuro—¿Eres la novia de mi primo? —me miró con cara de concentración.
Miré a Edgar y me agaché a su altura. —Hola. —sonreí. No sabía que contestara la pregunta que me había hecho —Tienes un pelo precioso. —proseguí mientras notaba como la madre de la niña me miraba también sonriendo. La niña me arrancó de la mano de Edgar y me llevó unos metros alejada de él. Le sacó la lengua a Edgar y luego prosiguió a acercarse a mi oído —Puedo contarte cosas de mi primo—soltó una pequeña risa y asintió—Le gusta jugar a las muñecas con nosotras?

—¿Así? —abrí la boca y moví la mano. —Qué fuerte, eso no lo sabía yo—puse cara de sorprendida. Me giré hacia Edgar que me miraba con cara de “me siento excluido” —¿Cómo te llamas? —dije sonriendo mientras la colocaba bien la camiseta. 

Página 228.

Fui besando la mejilla a cada persona que se me acercaba y llegó un momento en el que hasta me mareé. Me cedieron el sitio principal de la mesa, entre la abuela y el abuelo de Edgar. Su abuela no era cómo me imaginaba, en cabio su abuelo se parecía más a él.
Busqué a Edgar con la mirada, estaba rodeado  de niñas pequeñas, le estaba diciendo algo en la oreja a una de ellas, y la niña luego procedió a señalarme. Aparté la vista cuando Edgar me miró y me puse más nerviosa aún.
—Otra más en la familia—su abuela habló y la mayoría se callaron. Me cogió de la mano y sonreí—Edgar no exageraba cuando hablaba de ti, eres preciosa cariño. —fulminé a Edgar con la mirada mientras que él me miraba sonriendo con cara de “me estoy descojonando”. Te odio vocalicé a distancia—Nina, ¿verdad? —asentí—A esta edad hija se me olvida todo tan rápido — bajó la cabeza y negó. Me dio algo de pena. —Debes estar helada. —su estado de ánimo cambió en segundos.
Negué —Edgar sabe cuidarme bien—me atreví a hablar y le miré.
—Si es que mi nieto es el mejor, ven aquí a saludar a tu abuela. ¿Qué son esos modales? —Edgar se acercó y la abrazó fuerte ambos tenían hoyuelos al sonreír.

Edgar me indicó que me quitase de la silla y así lo hice, se sentó y me empujó sobre él para quedar encima. Me estaba muriendo de vergüenza. Escuchaba comentarios a mi alrededor de cosas como “qué mono”, “ese es mi hijo” y parecidos.

Capítulo diecisiete. Familia Nardacchione. Tercera parte, ¿Los pingüinos tiene rodillas?. Página 227.


Familia Nardacchione.
Hizo lo que le dije, se notaba el calor que venía de dentro, lo agradecí. Edgar subió y me dejó sola en la entrada, me moría de vergüenza menos mal que no había nadie. Sólo veía un pasillo delante de mí.
Edgar bajó—¿Todavía no has entrado? —Negué. Se puso detrás de mí y pasó sus manos por mi vientre. —No te pongas nerviosa—me besó la mejilla—Todo irá bien—bajó a mi mandíbula y luego a mi cuello.
—Está bien…—dije no muy convencida. Me aferré a su mano y me llevó por el pasillo, giró a la derecha y vi una puerta de madera con cristales de la que salía luz. Se oían risas, voces, golpes. Le miré y abrió la puerta. La sala estaba repleta de gente y a mí me sudaban las manos, había más gente de la que me esperaba, niñas pequeñas, hombres desde los más mayores hasta los de mi edad, estaba a reventar. Había muebles de madera con libros en todas partes, una mesa grande, un par de sofás y una chimenea. Todos me estaban mirando a mí y me puse roja, miré al suelo, había una alfombra bonita, verde oscura, roja y dorada.
—Esta es Nina—oí la voz de Edgar que me apretó la mano aún más fuerte.
—Hola—dije con un hilo de voz. Sentía el calor en mis mejillas, en mi cara. Seguro que tenía coloretes. La habitación se quedó totalmente en silencio por una milésima de segundo y luego se abrió paso a un ruido inaguantable de risas y voces, todo se volvió saludos, besos y abrazos mientras que yo sentía que me iba a dar un infarto en cualquier momento.
La madre de Edgar fue la primera en comerme toda la cara a besos, el padre me saludó tímidamente mientras que me ofrecía la mano. Solté la de Edgar y se la estreché a su padre, tenían las mismas manos. Vi como Edgar me abandonaba y se iba a coger a una niña en brazos haciéndola cosquillas. Guardaría esta a Edgar por dejarme sola aquí, me estaban temblando las piernas.

domingo, 1 de febrero de 2015

Página 226.

—Va, despierta—apreté fuerte los ojos y no los abrí—Queda poco para llegar. —Levanté despacio la cabeza y bostecé. Me dolía el cuello de estar en esa posición, lo moví hacia un lado y hacia otro.
Recogí poco a poco mi bolso y me aclaré la garganta con algo de agua, me coloqué el pelo y Edgar me cogió la mano para bajar con cuidado las escaleras.  Cogió mis cosas e intenté ayudarle con algo pero no me dejó.
—Joder qué frío. —me abroché el abrigo hasta arriba y escondí mi nariz en la bufanda.

—Llegaremos pronto—me sonrió. —Allí hace más calor—Todo estaba desierto, era un pueblo bonito, de casas bajas y muchas cuestas rodeado de campo—Es un pueblo pequeño—me explicó—Pero está bien—terminamos de subir la cuesta. Me dediqué a seguirle y a mirar todo lo que había a mi alrededor. Tenía una iglesia alta, antigua. Pasaron menos de quince minutos hasta que llegamos a una puerta no muy alta negra, la valla estaba recubierta de arbustos que no te dejaban ver más allá. Suspiré y Edgar abrió—Tranquila, hay un patio, todavía no los vas a ver—me tranquilicé un poco. El patio era grande, había un par de coches aparcados y una puerta de madera que indicaba la entrada de la casa. Ahora sí, cogí el ventolín, di un par de toques—Abre—solté.

Página 225.

 —Da igual, si prefiero mirarte a ti—dijo y giré la cabeza. Me sostuvo la mano y sonreí.
—Necesitaba unas vacaciones, créeme —me recosté en el asiento.
—No me extraña, con lo dormilona que eres.
—Es un problema, ¿vale? —Hice el gesto de limpiarme una lágrima.
—Conmigo podrás dormir todo lo que quieras —me pasó el brazo por el hombro y me apretó fuerte, olí el perfume impregnado en su pecho, olía tan bien…
—Estás más fuerte. —Toqué su antebrazo. Sonrió, le coloqué el pelo que lo tenía desordenado y jugué con sus dilataciones.
Nos pasamos el viaje hablando y dándonos mimos. El paisaje era bastante bonito. Todo el mundo nos miraba en el bus por hacer tanto el tonto. La gente subía y bajaba y nosotros llevábamos casi tres horas de reloj.
—Me duele el culo.
—¿Te lo arreglo? —levantó ambas cejas.
—¿No te ha bastado con lo de esta tarde?
—Ummm…no—negó. Se acercó a mis labios y me besó —De ti nunca me sacio—le sonreí y le correspondí el beso.
—Ahora enserio—le acaricié la nuca—¿Cuánto queda?
—Dos paradas.

—Bueno. —rodé los ojos de nuevo hacia la ventana, ya no veía nada, todo estaba completamente oscuro y pocas veces encendían las luces en el autobús, me guiaba por la voz de Edgar, hasta que poco a poco en su hombro me dejé dormir. 
                                                       *     

Página 224.

Si tenía que conocer a mis suegros al menos debía estar decente y dado que a mí se me da fatal pintarme  tardaría el doble en hacer dos rayas que tuviesen un parecido lejano. Me encogí de hombros —Es lo que hay—abrevié ante él.
Llegaron las seis y media y yo aún seguía secándome el pelo.
—¿Te falta mucho? —dijo Edgar sentado en mi cama.
—No—mentí—plánchame el pelo que no llego a la parte de atrás.
—¿Qué? —dijo apoyándose en el marco
—Ven—le cogí del brazo—Así—me planché un mechón para que lo viese.
—Ummm…bien—Lo hizo mientras yo me echaba un poco de rímel. Tampoco quería ir muy maquillada a ver a su familia. Se le daba mejor de lo que creía.
No tenía ganas de ir hasta el centro sólo para coger un bus asique montamos en tres y llegamos rápido.
Nos sentamos en la valla de central a esperar el autobús. Fue un aburrimiento, venía con bastante retraso.

Cuando llegó Edgar cargó las cosas debajo y yo le esperé en la puerta de la entrada del autobús. Subí las escaleras y el me dio una cachetada en el culo, le empujé y casi cae rodando escaleras abajo. Al entrar nos pusimos lo más atrás posible y discutimos sobre quién se pondría al lado de la ventana. Edgar me tiró con cuidado y yo volví a intentar apoderarme con su sitio. Al final me dejó sentarme y miré con orgullo por la ventana. 

Página 223.

El hizo la cama mientras yo me duchaba, estaba sudada y necesitaba relajarme un poco con todo lo que había pasado, el terminó antes que yo y se enroscó una toalla en la cadera.
—¿De verdad necesitas todo esto para salir? —Saqué la cabeza por la mampara de la ducha y vi que señalaba a mi plancha del pelo, mi maquillaje, mis perfumes, en fin mis cosas.
Salí de la ducha y me hice un nudo a la toalla por debajo de mis hombros. Le quité un pintalabios que tenía en la mano —Nuestra relación llega gasta que tocas mi maquillaje—me miró raro.
Me eché crema por la clavícula y las piernas. —¿Y estas heridas? —Me tocó las piernas mientras se ponía la camiseta.
—Solo me arañé.
—¿El gato?
—Sí—le mentí. Taylor solía estar quieto mirando todo lo que estaba a su alrededor. —He pensado en hacerme una dilatación —opté por cambiar de tema.
—¿De cuánto?
—Sabes que me gustan grandes —dejé caer la tolla y me puse la ropa interior. —Aunque no mucho…unos 6-8 cm. —Me enseñó las suyas. —Sabes que me encantan tus dilataciones—le di un beso en la mejilla—¿A qué hora sale el bus?
—Siete y cuarto.
—¿Qué hora es?
—Las cinco pasadas.
—Veremos si me da tiempo a arreglarme.

—¿Tanto tiempo para arreglarte?