—Es
agobiante pasar por todo esto siempre. Pasas y sales por ello sola.
—Descríbeme
que sientes si así te puedes sentir mejor.
—Bien,
bueno…
—Cuéntame
tú problema.
—¿Cuál
es mi problema? Ni si quiera lo sé. Tengo tantos. La verdad es que ahogarme ya
no es una opción. Ya estoy en el fondo, eso es lo que tengo claro, cuando estás
metida hasta el fondo, hundida y deprimida no tienes ganas de salir a la
superficie. Pero tampoco lo veo tan mal, me gusta la idea de que haya personas
que han encontrado eso a lo que llaman su propia luz en la oscuridad—tragué
saliva y le miré.
—¿Has
intentado salir alguna vez? —me
cogió de la mano.
—¿Cómo
se sale cuando sientes que el agua te inunda los pulmones? Sientes que se te
quiebran los huesos, todos a la vez y una gran quemazón en el pecho, dentro de
ti. En lo más profundo.—siguió sosteniéndome la mano pero ahora con más
intensidad que antes—¿Ahí debe estar el alma, no? Ahí se quedan las lágrimas,
las palabras y los sentimientos, ahí debe estar el alma, sintiendo que se
rompe, es eso que no se ve pero se siente. Es difícil explicar lo que es
sentirse así, lo que es el alma. —me mantuve callada al terminar y puse la
cabeza sobre su hombro. Nos tiramos allí un buen tiempo hasta que decidimos
bajar de vuelta.