Le di una última calada y entré. Me
fui a la cocina, conociendo a Edgar habría café de fijo. Busqué y ahí estaba,
había café pero nada de azúcar, ni de leche, ni nada por el estilo. Llené un vaso de agua
cogí una tabla de madera y la puse por encima del fuego, dejé que se calentase.
Café intenso.
Me senté en la cama a esperar y cogí
el móvil para pasar el rato, miré el mensaje de Carla, me lo había enviado de
ayer “¿Nina vas a venir a clase?” me pensé que responder “Ni si
quiera sé dónde estoy, a última hora voy.” Dejé el móvil y eché café en el
vaso.
Edgar se despertó—Huele a café.
—Sí, una mañana sin café es como una
canción sin ritmo, no tiene gracia. Levanta, tenemos que ir a clase.
—¿Tan pronto?
Le quité la manta—Marmota—me reí. Probé
el café, estaba demasiado amargo hasta para mí. Se lo di y se lo tomo de un
trago. Este chico es increíble.
—Pues
venga, vámonos— cogió los zapatos.
—¿No
recoges?
—¿Para
qué? —apagó la lumbre y dejo media
puerta abierta—Es para que salga el humo—me explicó.
—Como
quieras.
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