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sábado, 12 de abril de 2014

Página 116.

—Tú eres mía—tenía un tono melancólico en su voz.
—Más o menos.
—¿Cómo?
—Haber, que no me explico, me refiero a que bueno no soy tú novia ni nada de eso.
—¿ A no?
—¿Pensabas que sí? —asintió—Tú no me lo pediste y yo no me quería hacer ilusiones ni nada de eso…—dije sinceramente.
—¿Hacía falta que te lo pidiese?
—Sí. — se echó abajo y se pudo de rodillas, cómo si me fuese a pedir que me casase con él— ¿Qué haces? Levanta tonto, te vas a manchar— pero no me hizo caso.
—Querida Nina—se rio y le sonreí—¿Me concedería el favorable placer de ser mía y sólo mía por el resto de mi vida?
—Nuestras vidas—le corregí y asentí. Se levantó y me cogió, enganché mis piernas en su cintura y le besé. —La novia de Edgar Nardacchione, que bien suena. —le sonreí a milímetros de sus labios.
—Mi novia suena mucho mejor—se acercó un poco más y me besó.

—Srta. Nardacchione es mejor.

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