—No
soy lo que esperas que sea. Ni si quiera soy lo que espero de mí misma.
—No,
no es eso—me llevó la contraria. —El
problema es que eres una incomprendida, ni tú misma te comprendes y eso te lleva
e pensar esas cosas.
—Tal
vez.
—Sabes
que tengo razón.
—No
me gusta que alguien que no sea yo tenga razón sobre mí—le confesé.
—Así
que no te gusta ni que te digan qué tienes que hacer, ni que te den consejos,
ni que traten realmente bien.
—¿A
qué te refieres con lo último?
—Creo
que te gusta un poco el dolor.
—Sí—dejé
una pausa—a veces tengo actitudes masoquistas.
—¿Crees
que eso es malo?
Jugué
a encender y apagar el mechero y me decidí a hablar—¿Y qué más da que sea malo?
No
se esperaba esa respuesta, se quedó mirándome—Realmente eres un misterio.
—No
intentes descubrirlo. —le devolví
la mirada
No hay comentarios:
Publicar un comentario