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martes, 22 de septiembre de 2015

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—Escúchame bien —escondí mi cabeza en su cuello y tocó mi pelo cuidadosamente —Vamos a irnos de este ridículo partido, y veremos lo que tú quieras y lo que más te guste. Vas a apagar el móvil. No sin antes llamar a tu hermana—rio — Ya sabes cómo es — rodó los ojos recordándome en ese aspecto a mí— Y vas a pasar una buena noche de vacaciones con tu hermano mayor — olía muy bien.
—Me parece correcto — le di un beso en la mejilla y luego en la frente, siguiendo por su nariz, pellizcó mi moflete y me miró tiernamente — ¿Quieres tu abrigo?— dije preocupándome y negó —No podría pedir un hermano mejor.
—No podría tener una hermana enana mejor — sonrió descolocándome el pelo y salimos, el partido aún seguía en todo su esplendor, y por lo visto quedaban más de tres cuartos de hora para que se acabase. Fuimos los dos a paso lento al coche y abracé el osito de peluche contra mi pecho una vez dentro.
Amenazaba con llover de nuevo, Ercole vivía en unos delos pocos edificios a las afueras del pueblo con dos chicos más, piso compartid. No recuerdo haber ido nunca así que era toda una sorpresa que me invitase hoy.
—Todas las chicas me miraban mal — rompí el silencio, con el podía compartirlo, aniquilarlo, romperlo, matarlo, acariciarlo e incluso amarlo, nunca me sentía violenta al hacer algo con él.
—Eso es que te tienen envidia — hizo un gesto de deje con la mano — Claramente, tú eres más guapa que ellas —apartó la vista de la carretera para obsequiarme con una mirada cariñosa y una sonrisa.
 — ¿Son tus ex...?— dije viendo como empezaban a caer gotas de agua en los cristales.
—Hmmm, no, algo así — rio— Sin compromiso, tú me entiendes — asentí. Probablemente todas las chicas pensarían que era un machista y sólo quería a las chicas para una noche. Pero yo conocía a mi hermano, y no saldría con nadie si no se sentía realmente cómodo , y como es natural en el proceso de encontrar a la afortunada, él se divertía buscándola. No le juzgaba por ello, entendía perfectamente su punto de vista, y es más, lo aprobaba con plenitud. La vida es muy corta.

—Sí, comprendo — me di una pequeña pausa para coger aire —Me parece bien —apoyó mi mano en mi rodilla y la apretó ligeramente en señal de un "gracias" mudo. Después de eso paró el noche. 
Habíamos llegado.

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—Salía con Edgar, ya sabes que siempre he tenido debilidad por él — asintió tranquilo —  Cuando hicieron las carreras y fui con mis amigas, y Diego — me miró confuso — Le conocí hace unos meses— le aclaré — Trabaja allí, Edgar le vio y le pegó un puñetazo y después me pegó a mí — sobresalió una vena en su frente —Ulisse se encargó de él, eso creo — las venas de su cuello salieron a la luz —Diego me alejó de allí — cogí aire —Y le besé — me miró triste — Después de eso he intentado juntar a Diego con una amiga. Fue mi momento de inflexión —empecé a llorar —Diego me gusta, pero Edgar me gusta más. — le hice un resumen breve de la historia estando demasiado sensible.
— ¿Qué le hizo Ulisse a Edgar?— preguntó en voz baja y me cogió de la mano.
—No lo sé, Ulisse y yo ya no hablamos a penas.
— ¿Por qué?
—Porque se lió con mi mejor amiga sin contarme nada — titubeé.
—¿Carla?— asentí y soltó un suspiro— Más le vale a Edgar que no se encuentre conmigo. Y lo de Diego no tienes la culpa, las cosas pasan — tragó saliva — El corazón se deja llevar, y tú deberías soltar la adrenalina a raudales, dejarla correr — sonrió y me subió encima de su regazo —No tienes la culpa de nada —noté su sonrisa en mi nuca — ¿Por qué no me llamaste antes?
Me giré hacia él y rodeé su cuello con mi brazo —Fue en el momento en que entraron los dos a la sala donde trabajo y se formó todo este problema.

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—Perdóname por esto, sólo quiero que vean que he venido diez minutos y nos vamos —asentí débilmente.
Durante los diez minutos de espera me fijé en la cantidad de chicas que miraban a mi hermano. Ya sabía el historial y la fama de "Don Juán" que tenía mi hermano. Era totalmente atractivo y de eso me había dado cuenta hasta yo. Las chicas morían literalmente por él. A lo mejor había alguna ex suya por aquí suelta, tal vez pensaban que yo era la siguiente y por eso me miraban tan mal, haciendo caso omiso a que yo era su hermana y nunca podría añadirme a esa lista. Nunca le había visto con esos ojos, de tío buenorro o guapo, porque a un hermano no se le mira así ni aun que sea Leonardo di Caprio.
Me zarandeó un poco y me di cuenta de que ya no me dolía el hombro, era una buena señal. —Acompáñame — asentí.
Bajamos las escaleras de las gradas y bordeamos parte del campo hasta llegar a otras escaleras ya más sólidas de cemento. No había mucha luz allí abajo pero Ercole parecía seguro de lo que hacía. Abrió una puerta con un cartel que rogaba "Vestuarios" , entré después de él, lo primero que me impacto fue lo horriblemente mal que olía ahí, estábamos casi en la penumbra si no llega a ser gracias a dos ventanales que parecían estar  a la altura del suelo, eso confirmándome que estaba bajo tierra. Miré a las duchas que se separaban por paredes de azulejos claros y después a las taquillas rojas que bordeaban con simetría los pasillos, se sentó en uno de los banquillos de madera y me indicó que ocupase el sitio de al lado con una leve palmadita. —Aquí tendremos mayor privacidad — puso cada mano en sus respectivas piernas y me miró. — ¿Qué ha pasado?— dijo con voz paciente.

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La lluvia se hacía más débil según más tiempo pasaba en el coche hasta que se hizo inexistente dejando paso a la niebla.
—Unos amigos hoy tienen un partido de fútbol — comentó— ¿Te apetece ir?— cogió el volante con las dos manos y me miró. Asentí, odiaba el fútbol, con toda mi alma, pero al menos estaría con él. Según me había explicado era un partido nada oficial del equipo del pueblo de al lado y el nuestro. Con tanta rivalidad como llevábamos teniendo toda nuestra vida.
Aparcó  a la primera y puso su mano en mi hombro conduciéndome. Nos sentamos en la cuarta fila de unas gradas plegables al exterior, había dos de estas, ambas divididas por cinco pequeñas filas o peldaños. Cuatro focos de luz intensa se conectaban en el campo en el que había barro y el césped estaba encharcado. Me senté a su lado en el sitio mojado y me di cuenta de que seguía llevando la estúpida ropa del trabajo y que estaba aún bastante mojada, cuando vino una ráfaga de aire frío y me heló hasta el último trocito de mi pálida piel. Me estaba castañeando los dientes cuando Ercole me dio una pequeña bandeja con nachos y queso —Sé que te gustan — se le formaron aquellos hoyuelos al sonreír que se le quitaron al segundo en el que me vio tiritar. Se quitó el abrigo, negro bonito y elegante y me ayudó a ponérmelo. Me rodeó con su brazo y mi cabeza quedó contra su pecho.
—Gracias — susurré — Por los nachos — comí uno y rio.

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—No —dije limpiándome las lágrimas con el torso de mi mano que aún caían adoptando vida propia y negándose a cumplir mis órdenes de parar. Di media vuelta.
—Nina, mañana no hace falta que vengas, debes recuperarte — le escuché decir.
—Gracias — susurré aún de espaldas y salí al exterior. Y sí, llovía a cantaros. Me crucé de brazos intentando mantener un poco de calor corporal hasta que vi el flamante Alfa Romeo negro de mi hermano. Salió segundos después cerrando la puerta a su paso.
—Nina, ¿qué haces aquí con la que está cayendo?— no contesté— Vamos — pasó su hombro por mi cuello conduciéndome hasta el asiento del copiloto y me abrió la puerta dejándome pasar, abrochó mi cinturón y se aseguró de que estaba bien puesto. Le vi desde la cabina del conductor darse la vuelta rápido y entrar a mi lado. Encendió la calefacción y arrancó el coche, llovía tanto que no se veía a más de tres metros del parabrisas, encendió las luces largas. Si algo me gustaba de mi hermano es que no me iba a acribillar a preguntas, sólo iba a estar cuando lo necesitase en silencio, y eso era tan genial.
Puso la música de fondo a un nivel bajo mientras yo miraba a las gotas cayendo por la ventanilla y me reacomodaba en el reconfortante sillón sintiendo el calor y a la vez las gotas frías y húmedas cayendo sin piedad por mi espalda.

Ercole conducía muy bien, siempre lo había dicho, solía sobrepasar un poco la velocidad permitida pero llevaba un control total de la situación. Me pasó una bolsa azul de papel-plástico del asiento de atrás sonriendo y la abrí despacio. Unos pañuelos, un oso de peluche y un ventolín. Sonreí levemente —Gracias Ercole — dije sinceramente y me correspondió con su mejor sonrisa acariciando mi barbilla. Notar el calor de su mano en mi cara era tranquilizante. Hice uso del inhalador un par de veces y él me sonrió.

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— ¿Ha pasado algo en casa? , ¿Dónde estás?, ¿te encuentras bien?— le oí preocuparse a través de la línea.
—No, en casa todos están bien — dije titubeando.
— ¿Entonces cuál es el problema? — su voz sonando más tranquila y dulce me calmó levemente.
—Todo me sobrepasa Ercole, y se supone que tú eres mi hermano mayor, y hace más de un mes que ni te veo — lloriqueé como una niña pequeña necesitándolo.
—Sabes que ando trabajando — chasqueó la lengua — Lo siento si te ha parecido así —escuché el ruido de unas llaves — ¿Dónde estás?
—Estoy trabajando — me limpié la nariz.
— Mándamela dirección y paso a buscarte. Espérame, cálmate, por favor, ¿Tienes ahí el inhalador?
—No — dije con un hilo de voz.
—Vale, no pasa nada, ahora mismo voy — cogió aire —Te quiero — colgó y me quedé escuchando el pitido de la línea por un minuto. Hubo un gran silencio. Me metí en whatsapp evitando las demás conversaciones y  abrí el chat de Ercole, di a la opción ubicación y se envió en unos segundos, bloqueé la pantalla y cogí mi ropa. Miré el reloj, quedaban menos de cinco minutos para terminar mi turno y poder salir. Fui despacio al despacho de mi jefe y llamé dos veces a la puerta.
Me dio paso —Ya me voy — dije con una voz aún nasal recogiéndo de nuevo el casi plano sobre.

—¿Pasa algo Nina?— Jesús me miró.

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—Cuando te aclares me hablas, porque estoy harta de ti y tus juegos. Un día me hablas, otro te enfadas y al siguiente me besas — miré a Edgar que escuchaba atento la conversación — Y encima luego intentas juntarme con tu amiga — puso unas monas en la mesa que giraron haciendo un ruido incómodo. Dio un pequeño salto del taburete y salió de la sala.
El pelo de Edgar estaba completamente empapado y tenía el rostro pálido —Así que le besaste — asintió despacio quedándose con los datos —Creo que no tengo nada qué hacer aquí — imitó el movimiento de Diego.

—Edgar, espera — reaccioné segundos antes de que saliese por la puerta sin hacerme ningún caso. Me llevé la mano a la boca evitando un sollozo y tiré el paño que tenía en el hombro enfadada al suelo. Me metí rápido de nuevo al almacén en el que había varios paquetes de bebida aún empaquetadas y tanteé rápido en la agenda del móvil. Escuché un pitido mientras mis ojos se llenaban de lágrimas, si al menos me hubiese escuchado, si al menos supiese que le besé cuando no estábamos juntos, cuando me sacó de mis casillas y cuando tenía la guardia baja, escuché el segundo, y el tercero y cuando retiré el móvil de mi mejilla dispuesta a colgar escuché su voz. Volví a colocarlo en mi oreja — ¿Ercole?— dije ya llorando. 

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—Deberían hacer una coca-cola sin gas — me apoyó.
—Doy fe — sonreí levemente.
Diego agachó la cabeza dando paso a que iba a hablar de un tema importante — ¿A qué viene lo de Cristina?
—No lo dejarás correr, ¿verdad?— negó levemente. Oí un trueno — ¿Llueve? —intenté volver a irme del tema.
—Cuando yo venía, no, pero estaba nublado — atrapó mi mano — Ahora basta de intentar distraerme y dime.
Suspiré —Sólo pensé en que podías salir algún día.
—¿A dónde? — alzó su voz.
—No sé —dejé caer — Pasear, tal vez.
— ¿Te sientes culpable por rechazarme y ahora me intentas liar con una de tus amigas con graves problemas mentales? — noté la rabia y como estaba a punto de volver a explotar. Por otra parte noté mi propio enfado subiendo por mi espina dorsal.
—No te he rechazado imbécil, y a Cristina no la pasa nada en la cabeza — le defendí.
Giré mi cabeza levemente y volví a ver a Edgar entrar, sentándose de nuevo a dos taburetes de distancia de Diego y me miró, dirigí la vista del uno al otro.

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— ¿Estás menos enfadado? — pregunté dándole gracias internamente por venir, era lo único que necesitaba.
Asintió despacio — ¿Pero a qué vino?
— ¿Te gusta Cristina? — me lancé a la piscina sin agua y de cabeza.
—No, ¿qué? — Gritó riéndose —No — volvió a negar soltando una carcajada.
Me encogí de hombros — ¿Por qué no?
—No lo sé Nina — soltó riéndose de nuevo.
— ¿No te parece guapa? — cuestioné.
—Sí, ella lo es, pero no es como si yo pudiese elegir quién me gusta o no, sólo viene y lo sientes — soltó risueñamente y se encogió de hombros —Coca-cola. —Le saqué y le quité la chapa de forma rápida. Bebió— ¿Aburrida?
—No lo sabes tú bien —puse ambos codos en la barra y le miré — Hasta más tarde no viene gente, ahora me encargo del inventario y esas cosas que aburrirían hasta a un muerto.
— Oh, qué responsabilidad — dijo burlándose de mí poniendo voz irónico y riendo vagamente.
—Averigua la gran visita que acabo de recibir —atravesé la barra y me senté en el taburete de al lado. —Edgar — bostecé.
— ¿Y qué pasó? — dio un trago largo.

—Creo que le echaron de la sala — reí — Pero nada, por cierto, odio el gas — cambié de tema. 

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—No, escúchame tú a mí— impuse autoridad en mi tono — Estoy nerviosa, no he dormido bien — le señalé con el dedo índice —Es mi segundo día de trabajo y no quiero que tú— puse énfasis en la última palabra — Me lo estropees — apoyé ambas manos en la barra — Así que haz el favor de terminarte esa copa para salirte por esa puerta y no volver. —me puse el paño en el hombro enfadada y me fui al almacén donde guardaban las bebidas y dónde me solía cambiar. Me senté y pateé el suelo sin ningún objetivo, sólo para desmoronarme un poco. Salí de la habitación algo más calmada y con una caja entre los brazos poniendo excusa a mi visita repentina mirando al suelo.
Me topé con un pecho que estaba notablemente trabajado.
— ¿Pasó algo con ese tipo?— cuestionó mi jefe y negué— ¿Sabes que puedes decirle al de la puerta que no le deje entrar si te molesta en el trabajo?
—Da igual — negué repetidas veces.
— ¿Seguro?, ¿quién era?
— Un chico... del pasado — contesté con desgana.
Asintió sin dar comentario alguno apretando los labios — Le diré que se quede con su cara de todas formas, no quiero que corras peligro — dio media vuelta y suspiré.
Volví a la barra y lo primero que vi fue a un Diego esperando, sonreí.

—Creía que me iba a tomar algo con poco gusto si tenía que pedírselo a otra camarera — sonrió y se inclinó hacia mí mientras nos fundimos en un largo abrazo. 

Página 364.

Esta vez decidí salir antes de casa, por el simple hecho de no querer volver a llegar tarde. Dos días consecutivos de retraso era una muy mala imagen. No obstante era la verdadera, pero mi verdadera imagen, no agrada a nadie.
Me cambié rápido y me puse a limpiar la barra con pesimismo intentando meterme en la cabeza que esto lo hacía por Rebecca y Cleo y que con la sonrisa con la que pasarían estas fiestas sería suficiente para mí haber hecho todo este esfuerzo. Jesús se quedó mirándome, a la espera de que cometiese algún otro fallo, pasó minutos vigilándome mientras limpiaba las estanterías dónde estaban las botellas.
Me giré al escuchar una voz muy familiar.

—Brugal con naranja — Edgar. Cogí aire pesadamente sin mirarle más de una milésima de segundo, eché un vago vistazo hacia mi jefe  que me miraba con los brazos cruzados y sin pensarlo deposité dos hielos en un vaso de tubo, primero brugal, luego naranja, no era de carrera de universidad. Se lo puse en la barra y me giré de nuevo a limpiar, pude ver su cara reflejada en uno de los espejos de las estanterías. O lo que quedaba de ella, moratones se extendían a lo largo de sus párpados, el labio con una herida definida, indicaba que eso realmente le había dolido —Nina — escuché su voz y desvié la mirada sin tener ocasión de escanearle más. Jesús cuestionó  mi trabajo con una mirada amenazante —Perdóname — me miró y seguí limpiando la madera sin darle importancia a lo que había dicho —Escúchame — insistió y giré a mirarle sin haberlo pensado del todo. Un impulso.

Página 363.

Hoy y desde hace muchos meses es la primera vez que he vuelto a tener la pesadilla. Siguió con su tradición de horarios, con la misma fuerza que había venido por primera vez. Tenía varias preguntas rondando por mi cabeza y la primera era un ¿Por qué?, ¿Debía ser por alejarme de Edgar?, ¿Eso cambiaría mi estado de ánimo y de ahí mis sueños?, ¿Le quería tanto como para influenciarme de una forma tan devastadora?, ¿Mi cabeza había construido un mecanismo de huida con su presencia, y cuando me faltaba de su cercanía me derrumbaba hasta en los sueños?, ¿Qué me quería decir?, ¿Qué significaba?, ¿Abuelo, eres tú?, ¿Qué quieres?, ¿Qué debo sacar de esto?.
Todas y cada una de ellas sin respuesta. Sin una mínima pista. Si al menos tuviese un pisada que seguir, algo por dónde empezar, una señal, un detalle, por más diminuto que fuese. Algo. Giré con mi colcha intentando volver a dormir. De vuelta a la pesadilla.
Lo peor era que aun estando despierta sigo atrapada en ella.
Porque hay dos clases de pesadillas, las que te asustan al dormir y las que te asustan con los ojos abiertos.
En mi caso, gozaba de su poca agradable compañía en los dos formatos posibles.

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Página 362.

—Bien — resumí.
Negué —Hablé con tu novio...— me corté —Digo, con el encargado en que me quedaría cuando él me dijese
Sonrió —Si tienes algún problema ven a verme —asentí y salí del recinto con un sobre con poca cantidad de dinero por mis horas empleadas.
Era de noche, antes de lo que me gustaría que lo fuese, pero este es al juego que le gusta jugar al invierno y en el que claramente por mucho que intentase contratacar él ganaría.
Esperé al autobús impacientemente y cansada y me dirigí a casa. Primer día.

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Página 361.

—Pero prefiero nestea. Dile a tu jefe que si es tonto — puso voz de niña pequeña — Por cierto, ¿qué tal con él?
—Extraño e imponente — apoyé mi mejilla con desgana en la palma de mi mano.
Asintió —Estuve pensando — bebió —Tal vez podríamos ir a ver a David algún día —abrí bien los ojos — Ya sabes, pidió que volviésemos.
— ¿Así que quieres ver de nuevo al vaquerito del siglo XXI?— reí
— ¿Por qué no?— bebió y me llamó el encargado, fijé la vista en él.
—Debo irme — comenté — Me llama el novio del jefe.
— ¿No decías que era un hombre — hizo comillas — Extraño e imponente? — Puso voz de dura.
—Lo es — me di la razón y me miró negando con la cabeza, puso el dinero sobre la berra y lo guardé en la caja. — Luego nos vemos — le di un beso en la mejilla y fui hasta Vinny —Estaba...— señalé con el pulgar hacia atrás.
Asintió —Tranquila, es bueno que traigas clientes — sonrió —Tienes que ayudarme a sacar cajas.
—Vale — le seguí. Eran paneles en los que entraba una media de 20 botellas en cada cual, tenía razón cuando dije que no había Nestea. Las cogí de dos en dos y las depositaba debajo de la barra. Al terminar decidí barrer y colorar las botellas por secciones, whiskey, ron, ginebra... Cuando acabó mi jornada y recordando que tenía que quedarme de madrugada caminé hasta el despacho de Jesús.
—Pasa — estiró el brazo — ¿Qué tal el primer día?

Página 360.

No quería quedarme parada el primer día así que limpié la barra con una bayeta húmeda que me daba bastante asco, hasta que el primer cliente llegó, Cristina.
Se sentó en uno de los taburetes y sonrió —Me pones con ese uniforme — miré la camiseta de color negra con el logo, a mis pitillos ajustados también negros, y finalicé con mis viejas vans old skool desgastadas sin hacer diferencia con el color.
—Calla — sonreí y volví a limpiar.
—Nestea— sonrió.
—No creo que haya —dejé caer.
Hizo un puchero — ¿Por qué?
—En realidad no creo que haya nada que no contenga alcohol — reí y puso cara de asco.
—Pues ponme lo que quieras — dijo desesperada.
Me quedé pensando — ¿Cerveza...?— le miré con dudas y asintió. Abrí el botellín y lo puse en la barra junto con un vaso de tubo.
— ¿El vaso para qué?
—Yo que sé, es mi primer día — lo volví a guardar.
—No parece que haya mucha gente — rio bajo.
—Esta noche sí, cuando termines me iré a limpiar — rodé los ojos.
Dio un sorbo y cerró los ojos —Puaj— exclamó.
—No está tan mala — le di juguetonamente en el hombro

Página 359.

— ¿Le conoces? — me decidí a hablar.
— ¿A quién?— se giró.
—Ya sabes, el jefe — soltó una carcajada.
—Se llama Jesús — me informó —Y llevamos juntos tres meses —añadió y casi se me cae la mandíbula al suelo.
—Juraría que no era gay — me atreví a decir tímidamente rascándome el brazo con nerviosismo.
—No lo es — sonrió — Sólo le gusto yo. Ve unas tetas y pierde la cabeza completamente — dijo en tono melancólico negando con la cabeza — Yo soy Vinny — recordó que no había mencionado su nombre guiñándome un ojo.
—Nina — contesté sin darle importancia.
—Ya lo sabía — sonrió —Trabajarás ahí — señaló con el dedo hacia una barra con varias luces que alumbraban y dejaban ver el color del líquido que permanecía a cada botella, había varios taburetes situados en frente de ella. Era de madera, madera oscura.

Me enseñó el sitio con bastante rapidez y me dirigí hacia dónde me habían asignado. Revisé donde se encontraban los vasos, el huelo, el fregadero y variantes. Abrí la caja donde se guardaba el dinero por primera vez, hacía un ruido leve pero sonoro. 

Página 358.

Qué tío más asqueroso. Recorrí el estrecho pasillo con fluorescentes azules, verdes, rojos y cristales a cada lado. Aquí sería donde todo el mundo se daba el lote.
Fui a la sala y la miré con pocas ganas. Alguien tocó mi espalda y me sobresalté —Nina, ¿me confundo? Soy el encargado — me ofreció la mano y la estreché al igual —Impone pero no hace nada — rio —Le conozco, ven — me indicó con el brazo. — Toma el uniforme, puedes cambiarte aquí y tranquila cariño que no miro que soy gay — sonreí mientras abría la puerta y me dejaba pasar al seguro almacén donde se encontraba la mayoría de las bebidas burbujeantes. Dejé mi camiseta encima de unas cajas de Red-Bull y me puse la que me habían asignado con el logo de la discoteca en el lado izquierdo del pecho. Era demasiado corta.
Salí y me miró —Acerté con la talla — no, sólo has puesto una que hace que se me suban los pechos hasta la garganta, pero sí, seguro que has acertado —Por la noche el vestuario cambia, es mucho más... — dudó —Digamos que deja menos espacio a la imaginación — sonrió —Ven, te mostraré todo esto.
No había casi iluminación, él me iba hablando del vestuario que tendría que ponerme si estaba en la sala de noche, haciendo referencia que tendría que enseñar porque eso es lo que quieren principalmente todos los clientes.

Capítulo Treinta y Uno. Ercole. Página 357.

Primer día de trabajo, por lo menos en estas vacaciones. Dejé ir al bus, más bien se me escapó, y me lamenté, porque de eso iba mi vida, de enfadarme porque se había ido y de no enfadarme conmigo misma por no haber salido antes. Aunque si lo miro de todas las formas posibles, me hubiese enfadada por tener que esperarle, la conclusión es que el transporte público me enfadaba, mi pequeño percance hizo que llegase tarde, y eso ocasionó que un retraso quedase marcado como una mancha negra en mi expediente ante el jefe de la sala.
No tuvo mucho qué decir al respecto. Se le veía un hombre fuerte, joven, al que le tenían respecto y movía demasiado dinero, y, apuesto, a que también mujeres. No me atreví a mirarle a la cara, sólo le ofrecía un vistazo cuando estaba de espaldas con su ancha espalda, la fina camisa blanca transparentaba una espalda tatuada. —¿Me estás escuchando?— alzó una ceja, tenía un tono de voz bajo para mi sorpresa. Asentí tímidamente como si de verdad lo hubiese hecho —Bueno, ahora no entra demasiada gente, pero puedes atender la barra, si no hay clientes, limpia y prepara las botellas, saca los vasos — movió las manos — Tú me entiendes. —Tu turno es de tarde noche, pero hoy te quedarás de madrugada. Quiero ver de lo que eres capaz una noche de clientela — sonrió amargamente y me indicó con la mano que saliese de la habitación sin ningún tipo de respeto —Ni un error más por hoy —me advirtió — Puro vicio es una sala con personal serio— asentí —El encargado te dirá lo que te debes poner— escuché — Haz que gane dinero y te beneficiaré — le miré y cerré la puerta despacio sin hacer ruido. 

lunes, 14 de septiembre de 2015

Página 356.

Bloqueé la pantalla y dejé de leer por mi bien.
—¿Qué pasa? — me miró Cristina y le dejé el móvil . Leyó despacio y de nuevo su mirada se paró en mí con un tono de preocupación. —No quiero que le perdones — me miró fijamente — Esto puede ir a más,  y aun que prometa que no te volverá a pegar o viceversa puede descontrolarse de nuevo y hacerlo — me di repetidas veces con la palma en la rodilla intentando calmarme. —Mírame — me obligó —Nada de Edgar —dijo en tono serio y asentí.
—Nada de Edgar —repetí despacio

Página 355.

Mensajes de Edgar. Tragué saliva y mi dedo avanzó algo tembloroso hacia su chat —Cálmate— me susurré y cerré los ojos fuerte. Me iba a dar un vuelco al corazón.

"nena, ¿Dónde estás?"

"¿Por qué no contestas?

"Sabes que no quería de verdad hacerlo"

"Dijiste que te gustaba que fuese celoso :("

"No debí pegar a ninguno"

"Cógeme lo por dios"

"Nina·"

"No seas así"

"Dime dónde estás"

Mis ojos no paraban de leer uno y otro mensaje mientras mi dedo bajaba despacio por la pantalla.

"Sabes que me perdonarás. Debes hacerlo"

"Por favor"

"Esperaré en la puerta de tu casa si hace falta"

Lo que menos tenía que hacer era eso, porque ahí estaría mi hermano para pegarle de nuevo.

"No iba nada enserio"

Página 354.

Nos sentamos en su cama después de ducharnos. Las duchas por lo general siempre hacían que me relajase. —¿Hablasteis? — alcé una ceja interesada.
—Creo que mencionó el tiempo una vez — hizo una mueca.
—¿Enserio? —alcé las manos — ¿Hablasteis del tiempo?— asintió— Esto es imposible, estoy por rendirme— me quejé  —Pon de tu parte — le regañé —Así no llegamos a ninguna parte — agachó la cabeza —Dios, eres guapa y tienes encantos, sólo hazlo— alzó la cabeza y apretó los labios— ¿Te gusta? — indagué.
—O sea... sí... no es la clase de... chico—se encogió de hombros— Quiero decir, por mí estaría con un pintor  — se rio — Pero él es guapo, y sensible, y me gusta... Y viendo que las posibilidades de estar con un pintor son una entre un millón pues...sí — sonreí.
—Le puedes enseñar a dibujar— reí y rodó los ojos —Hablo enserio — volví a reír — Me lo estoy imaginando — golpeó mi hombro.

Seguí riendo por mi broma de mal gusto para Cristina mientras desbloqueaba el móvil y me pringaba la pantalla con los dedos llenos de restos de gusanitos que me había ofrecido Cristina— Prometí hablar con Carla —aclaré.

Página 353.

Hablé con Carla de lo que había hecho con Diego y de lo arrepentida que estaba mientras Diego y Cristina andaban a unos metros por delante de mí. Colgué cuando llegamos a la puerta de Cristina.
—Nina — me llamó la atención la voz de Diego y miré a Cristina para mirarle a él de nuevo.
—Estaré dentro —dejó caer Cristina.

—Entra, ahora llamo — dije decidida.
Se acercó a mí e hizo el intento de besarme de nuevo pero me volví a apartar. — ¿Qué coño te pasa, Nina? — dijo enfadado —Me he salido de casa a las doce de la noche sólo porque me has llamado por teléfono y ni si quiera me has dirigido la palabra — tensó la mandíbula . —Me ha tocado estar con la otra que no conozco de nada..
—Cristina — le recordé.
—Hazme caso, joder — se alzó una octava su voz — ¿Para qué he venido? ¿Para estar solo? ¿Para eso? — me callé y agaché la cabeza. —Contéstame — me ordenó.
—Buenas noches Diego — me giré despacio. Escuché el sonido sordo de un metal al caer al suelo y me giré. Genial, había pegado una patada a una papelera y ahora estaba en el suelo. No hice comentario alguno y golpeé la puerta con mis nudillos.
—No sé tú pero yo me voy a duchar — la sonrisa de Cristina al abrirme la puerta hizo que cambiase mi estado de ánimo de preocupada y no di mucha importancia a su pequeño ataque a la papelera.
*

Página 352.

—Sí, es un hecho que debo afrontar tarde o temprano — rio — En fin...— suspiró — Te he mandado mil mensajes, ¿tienes el móvil de adorno? — me mordí las uñas — ¿Qué tal después de lo de hoy? Edgar es un estúpido  — se puso seria— Y Diego te llevo lejos, no estoy segura de a dónde, tuve que vigilar a tu hermano creí que iba a dejar a Edgar sin dientes en cualquier momento. Nunca le había visto así... — confesó.
—Gracias Carla.... — dije en voz baja — Está claro que me ha chocado el guantazo, pero ya pasó.
—¿Te ha hablado? Estuve en casa toda la tarde después de eso por si vendrías y nada, no me gusta no saber nada de ti.

—Lo siento — me disculpé — Si me ha hablado no lo sé porque como he dicho no cogí el móvil desde la pelea, es lo que menos me hacía falta hoy —aclaré — Estuve con Diego y luego con Cris hasta ahora. 
—Esa Cristina — dijo en tono amenazante —Yo soy tu mejor amiga no lo es ella.
— ¿Por qué mi mejores amiga es celosa? Yahoo respuestas México — dije divertida y cogí aire —Lo sé, nunca te cambiaría por nada y mucho menos por nadie — confesé.
—Siempre dices lo mismo, esperemos que sea verdad — se aclaró la garganta —¿Ya puedo colgar?
—No. Queda un poco de camino, ¿por favor? — supliqué.
—Sólo me quedo si prometes hablarme esta noche — sonreí
—Lo haré — prometí — A demás, al menos me quedo a dormir a casa de Cristina, tienes la seguridad de que no haré una tontería de madrugada — dije para que estuviese tan contenta como siempre . 

Página 351.

—¿Nos vamos? — Dije intentando salir de esa situación —Es tu oportunidad — susurré a Cristina cuando me agaché a por mi ropa —Queda un camino largo de vuelta, podéis hablar — se mordió el labio inferior y asintió poco convencida.
"Carla, llámame, urgente" tecleé.
Al cabo de menos de dos minutos me llamó.
—¿Nina? ¿Qué pasa? ¿Dónde estás? — dijo gritando desde la otra línea agitada.
Tapé el altavoz con la mano —Debo cogerlo — me alejé y les dejé andar a los dos solos . Esta vez no iba a guiñar el ojo. Cristina se giró y rodó los ojos y yo sonreí — ¿Carla? — pregunté para asegurarme de que seguía ahí.
—¿Qué pasa? ¿Estás herida? — repitió
—Nada, ando de sujeta-velas — reí
—¿Y eso es urgente? — me reí— ¿Enserio Nina? Creía que te había pasado algo de verdad — cambió de tono de voz.


—Sí, ya — se lanzó en caída picada hacia mis labios y me aparto mientras se alejaba de nuevo sonriente y vacilante.
 —Sí que es urgente — reí.
—El día que te pase algo enserio no te lo cogeré — suspiró —Eres más tonta que un minion .
—No te metas con los minions, son mi comunidad — gemí.
—Admite que son un poco retrasados, no saben hablar — dijo ya animadamente.
—Claro que saben, lo que pasa es que la retrasada eres tú que no los entiendes — dije juguetonamente —Admite que son muy monos — dije decidida.

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—Te toca — le indiqué con el brazo sabiendo que era estúpido dejarla por más tiempo en la arena. Se desvistió sin mucha confianza y dejó las prendas en la arena. Esperé a que llegase a la tabla —Sube — le indiqué y lo hizo — ¿Por qué no habláis? — moví la tabla de modo que quedase pegada a mí.
—Calla, te va a escuchar — me salpicó.
—No lo puede oír, sólo escuchará a las olas — hice una llamada a la cordura. Me quité el velcro que ataba mi tobillo y se lo abroché en su pie derecho. —Supongo que este será con el que apoyas— me miró desganada.

—No habla, no hace nada — se encogió de hombros.
—Eso es porque no has sacado un tema de conversación que le interese, si le hablases de acantilados se pasaría la vida dándote detalles— le di unas palmaditas en la pierna riendo —Ponte de rodillas y trata de mantener el equilibrio— se tambaleó y se ayudó con las puntas de los dedos. Le empujé contra una ola cuando estaba a punto de romper y antes de llegar si quiera cayó al agua. Sacó la cabeza a la superficie escupiendo agua mientras agarraba la tabla y volvía a subirse.
—Esto no es lo mío — se quejó — Sólo dije lo de venir a surfear para animarte — se tumbó a lo largo.
—¿Quieres dejarlo? — dije alto y asintió. Salimos poco a poco del agua y me empecé a vestir.
Diego me sonrió y se puesto en pie — ¿Soy yo o antes me has guiñado un ojo? — volvió a reír mientras se limpiaba la tierra del pantalón dándose golpes y Cristina contemplaba la escena .
—Se me metió arena en el ojo, ya sabes, el aire — me encogí de hombros y me recogí el pelo.
—Sí, ya — se lanzó en caída picada hacia mis labios y me aparto mientras se alejaba de nuevo sonriente y vacilante. 

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El agua de la orilla azotó mis pies sin piedad y sonreí. Miré hacia atrás Diego permanecía sentado en la arena mirándome y Cristina de pie a una media de tres metros de él —No tiene sida — le susurré cuando me acerqué y me senté al lado de Diego —Cris, ven — se sentó a  mi lado. Justo lo que quería. Me levanté y dejé el hueco libre entre los dos, no estaban juntos, pero era mejor que estar a tres metros. —Voy al agua — sonreí.
—Te acompaño—Hizo el intento de levantarse.
—No — le empuje de nuevo — Quédate aquí, luego te enseño — le guiñé in ojo. Más fácil no se podía poner, me giré a mirarla. Estaban hablando. Sonreí y entré en contacto con el agua. Oh querido surf, te podría llamar mejor amigo, me haces olvidar de todo justo en el momento apropiado. Estás para mí cuando quiero, no puedo pedir más.
Eché un vistazo sentada en la tabla dejando las olas pasar sin mucha preocupación. No hablaban, no hacían nada, sólo mirarme, ni gestos, ni sonrisas, ni una simple mirada entre sí. Nadé de nuevo hasta la orilla.

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Usamos la tabla como asiento y miré a mis pies chapotear con poco interés en el agua del puerto, seguíamos esperando a Diego, sabía que iba a venir, le conocía, pero no esperaba que se retrasase tanto. No daba señales de vida. El agua del frente de mi casa estaba fría pero mi piel se había acostumbrado a esa sensación térmica. El único ruido que podía captar era el chocar del agua contra pequeñas embarcaciones. Pequeños focos de luz salientes del suelo alumbraba el estrecho camino que determinaba la completa y radical diferencia entre la tierra firme y el agua. Parpadeó una de las luces y se escuchó el ruido de las palmeras procedentes de las diversas casas de los vecinos gracias al viento. Encendí un cigarrillo y miré a Cristina entretenida, pero ella no tenía expresión alguna. Con ella se podía compartir el silencio, eso me gustaba. La playa estaba cerca, y hoy no dormiría en mi casa, pero tampoco quería mal influenciar a Cristina para que llegase tarde a casa por mi culpa, más bien la de Diego por no venir.
—¿Crees que lloverá? — rompí el silencio porque me estaba poniendo nerviosa con la espera.
—Raro es que no llueva — sonrió amargamente y di una calada al cigarro —¿Vendrá? — me miró.
La luz roja de la ceniza al dar una calada alumbró mi cara — No te preocupes, estoy segura de que sí— una piedra cayó al agua y salpicó mis rodillas.
—¿Mueves el culo o qué? — escuché la risa de Diego desde el otro lado del agua y alcé la cabeza. Estaba de pie esperándome sin poder pasar por el agua que nos separaba ambos.

—Te lo dije — la miré sonriendo poniéndome en pie y apagué el cigarro. 

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—Claro que eres interesante inútil — le regañé —No digas eso. Y él también lo es, pegáis más que el blanco y el negro — dije decidida .
—Y dime... ¿Por qué le besas hoy y luego intentas liarle conmigo? — preguntó asqueada.
—Le besé pero fue en error — divulgué —No está bien, y quiero que los dos sí lo estéis, y juntos, ¿por qué no?
—No sé... — dijo insegura.
—Lánzate , no te reprimas — le aporté confianza.
—Es que desde que te conozco a cambiado todo, salgo, conozco a personas nuevas, gente, amigas, chicos... me alegro de haber ido a la playa sonrió débilmente.
—Y yo me alegro de haber estado en ese momento— le cogí de la mano y la acaricié despacio el dorso con el pulgar —Creo que deberíamos ir yendo — solté mi agarre admitiendo que no era muy cariñosa, no siempre, y con limitadas personas. Asintió.
*

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—Estoy marcando — dije canturreando una canción inventada mientras ella se ponía roja — ¿Diego? — dije cuando lo cogió.

—¿Sí?
—Soy yo— miré a Cristina que negaba efusivamente con la cabeza y coloqué un dedo delante suyo para que se callase.
—Lo sé — rio —Sale tu foto en mi pantalla cuando me llamas — sonreí.
—He pensado que te podrías venir un rato, ya sabes surf, ¿Está eso bien? — dije golpeando con mis dedos en la mesa de forma ascendente y descendente.
—Hmmm— dijo pensativo.
— ¿Por favor? — rogué y Cristina me miró con cara de pocos amigos.
—Está bien — soltó una risa
—¿Si? — intenté confírmalo.
—Te juro que te voy a matar — susurró Cristina poniendo un dedo en su cuello y deslizándolo al otro extremo en señal de que su dedo fuese un cuchillo.
—Te espero en mi casa — sonreí sacando la lengua entre mis dientes y me dirigí a ella — Ya está, ¿ves? Fácil — me encogí de hombros tirando el móvil dentro de mi bolso.
—Pero no quiero —agachó la cabeza.
—Claro que quieres, ¿no te gusta?
—Sí, es guapo —admitió.
— ¿Pero..? — pregunté sabiendo que siempre había un pero .

—Pero él será interesante y yo no . — negó con la cabeza.

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Sonreí yo — ¿Hace cuánto no besas  a nadie? Si no sentías nada con ese chico has llegado a pensar que...tal vez... ¿deberías probar con las chicas?
—Nina, porque no me sintiese atraída físicamente por ese chico no significa que quiera probar con las chicas, no por ahora definitivamente — rio —Y pff — suspiró poniendo los ojos en blanco —Un año... ¿tal vez?— esperé a que me diese una respuesta segura —Sí, sobre un año.
Me encogí de hombros —Abigail dice que está con una chica y se encuentra mucho mejor, tú te lo pierdes — dije sonriente — Y... ¿Te gusta alguien ahora?— comí
—No — dijo sin poner interés — Quiero decir, tampoco me cierro en banda si alguien quiere saber de mí, pero no lo han hecho, así que aquí sigo.
— O sea, ¿ no cierras puertas? — aclaré y negó — ¿Diego? — alcé una ceja juguetonamente.
—No le conozco — rio
— ¿Y si le conocieses? — insistí.
— ¿Y si se acaba el mundo? — dijo poniendo voz de tonta — A demás, le gustas tú — se encogió de hombros — Se nota.
—No — reí —Sólo está confuso, me gustaría que acabaseis juntos los dos, es decir, vais al mismo instituto y todo, podríais ser la pareja diez. — dije riendo.
—Nina, no. No la líes, Nunca he sabido ligar — susurró.
—Eso sale sólo, es instinto, como el de un león para atrapar a una gacela — hice una pequeña reconstrucción con dos azucarillos de un león y una gacela en la sabana haciendo ruidos extraños — le voy a llamar — dije decidida.

—Ni te ocurra — me regañó.

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—Cuando quieres sabes explicarte, resulta que no eres tan tonta como pensé — se rio y le tiré una servilleta.
—Cállate perra — fije la vista en sus ojos que se achinaron al sonreír —Eres tonta — seguí en mis trece —Te odio — volvió a sonreír — No te rías — le di —Va enserio, no te soporto — sonreí.
—Sabes que no — saboreó bien la cuchara — Sigo virgen perdida, soy adorable.
La miré extrañada — ¿A qué te refieres? ¿Qué buscas? Lo siento, no pienso hacerte perder la virginidad, pertenezco a Zac Efron — me llevé una mano al pecho ofendida.
Ella rio  —Idiota — rodó los ojos — A eso me refiero, nadie se fija en mí — se rio.
— ¿Por qué te ríes si eso de verdad te molesta? — me puse seria.
—Ya, ¿qué quieres que haga?, ¿lloro? — se rio de nuevo.
—¿Nunca te besó nadie...?— dije intentando quitarle importancia.
—Sí, pero no enserio. O al menos yo no enserio, sólo por besar, quiero besar a alguien de verdad, algunas chicas hablan de que se sentían genial al besar, y yo me aburría, besaba como pasatiempo — se puso más seria.
— ¿Y por qué le besaste si no estabas segura? — cuestioné.
—Porque era una estúpida inmadura — rodó los ojos.— Tonta, nerd, como prefieras llamarlo.
— ¿Por no quedarte atrás?

—Exacto, y me arrepiento. Es como cuando te haces un tatuaje borracha sin enterarte y luego te maldices durante toda tu vida — sonrió — Encima en un lugar a la vista.

Capítulo Treinta. Clases de surf. Página 343.

—Supongo que un McFlurry anima a cualquiera — miré al contenido riendo.
Llevó una cucharada a su boca —Te tomo la palabra, ¿chocolate blanco o negro?
—Chocolate blanco siempre — dije tomando un poco del principio —Acabaré empachada — gemí.
—Come y calla — me metió una cuchara en la boca y reí.
—Tenemos que ir a por la tabla a mi casa, luego nos secaremos andando porque se te ha ocurrido esta memorable idea de hacer que me ponga por malas de todas las maneras posibles — dije señalando el helado.
—Nina, la planificadora — hizo un título con las manos que parecía más una señal de un arcoíris.
Negué y comí — Nunca suelo planificar nada, tal vez por eso me ha ido tan mal hasta ahora —admití — Que las cosas salgan y sean como tengan que ser —me encogí de hombros — Pero me tentaste al darme la idea.
—No entiendo.

—Nunca me entiendes — rodeé los ojos — No planifico — repetí — Me gusta llevarme las cosas, así, de golpe. Eso sí, lo que no me gusta es la incertidumbre — removí el helado poco convencida con la cuchara — Me refiero a las sorpresas que no son sorpresas — puso una cara extraña — No me gusta que me digan que me van a hacer una sorpresa porque me comeré la cabeza, querré que me digan qué es la sorpresa. En cambio, si me hacen la sorpresa sin que sepa nada en el momento, me gusta. Que las cosas no sean claras y evidentes, eso quiero decir. —asintió llevándose más helado a la boca .

Página 342.

—Soy un caso aparte — admití sintiéndome menos presa del nudo que se había formado en mi garganta.
—Sí, sin capacidad para la duda — rio — Pero que muy pedido, y eso es fantástico — dio unas palmaditas en mi espalda y la abracé con necesidad —No estés mal, milagro de Dios, vayamos a dar una vuelta y despejarnos, nos atiborraremos de helado, podrás enseñarme a surfear.
—El agua estará congelada — informé.
— ¿Tienes miedo Nina? — alzó una ceja. 

Página 342.

—No me has decepcionado — dijo calmada —Es sólo un mal día, todo saldrá bien... — dijo en voz baja acariciando mi espalda en círculos.
—No Cris, no es sólo un mal día — dije irritada —Es una mala semana, un mal mes, un mal año, una mala vida —aclaré.
—¿Y qué quieres? ¿Qué esperas de la vida a cambio? Nos putea, nos asesina, nos hace daño sin ni siquiera pararse a preguntarnos cómo nos encontramos después de hacérnoslas pasar putas — no me lo había planteado.
—No sé — dije despacio sinceramente.
—Entonces..., ¿si no sabes qué es lo que quieres... por qué sabes que ahora está todo mal?
—Porque lo sé — dije de forma áspera — Y además, eso es otro punto malo en mi vida, no tengo ni idea de lo que quiero, eso es lo peor.

—Intento entenderte ... sé que quieres dormir, encerrarte en tu habitación y no salir por un largo periodo de tiempo — se acercó más a mí —Intento entenderte — repitió — De verdad — tomó aire —Pero es que...soy incapaz, no del todo— agaché la cabeza confundida y me levantó la cabeza con cuidado cogiéndome de la barbilla — Es genial no poder entenderte y a la vez frustrante — frunció el ceño y sonreí levemente — Creo que podría pasarme la vida entera a tu lado, mirándote y peguntando cosas y nunca te llegaría a entender del todo — ahora sonrió ella — ¿Entiendes lo que eres, Nina? — me quedé callada pensando y cuestionando la pregunta — Prometes silencio y fidelidad, adrenalina sólo con parpadear, haces que la persona que te conozca corra el riesgo de nunca morirse si escribes sobre él, como tú has dicho. Prometes todo eso sólo con respirar —respondió —Nos haces infinitos. —sonrió —No creo en Dios — suspiró acomodándose aún más cerca de mí — Pero eres lo más parecido que he visto a ellos — sonreí — Estás ahí siempre, escuchas, te implicas, sufres, te sacrificas, puedes causar la adoración, eres la fe ciega, el pan y el vino, todo junto — se giró de cara a mí —No sé Nina, si algún científico te conociera perdería el juicio intentando entenderte. 

Capítulo Veintinueve. La fe ciega. Página 341.

Acarició mi hombro despacio, me dolió un poco, pero nada serio, noté como a poco bajaba esa parte de la prenda. Le estaba dejando mirarlo, la primera persona sin contar a Edgar a la que le dejaba mirarlo sin compromiso de subirme la ropa rápido con miedo a una opinión. Ella permaneció en silencio , lo rozó con cuidado y lo volvió a tapar. Dirigí mi mirada hasta ella dándome la vuelta —Tal vez sólo tengo sueño, leí una vez en una columna que pueden formarse moratones en tu cuerpo si no descansa adecuadamente ...— dije bajando mi tono de voz cada vez más y ella me miró apretando los labios esperando una buena respuesta —Dios, no sé por qué te miento, no a ti — dije tocando mi frente confundida —Soy tan estúpida, no tengo sueño, no estoy cansada, no en ese aspecto, son vacaciones y descanso adecuadamente, pero no estoy cansada en ese aspecto, estoy cansada de intentar conducir mi vida por un buen camino y siempre torcerme sin saber qué esperar, qué más dar y qué más hacer, es frustrante decepcionar a todo el mundo. Me rindo. — dije poniendo de nuevo la palma de mi mano y negando cabizbaja. 

jueves, 10 de septiembre de 2015

Página 340.

—Me pegó — le quité importancia — Y diego me llevó lejos, y estuvimos hablando, y le besé, me acompañó hasta aquí — resumí— Ya te lo he dicho— le dije de nuevo

—¿Por qué crees que le dio?


—No se tragan,  ninguno de los dos —aclaré.

   ¿Y a quién prefieres?

Tomé aire — Es obvio, pero tampoco le puedo perdonar. Le he perdonado tantas… —agaché la cabeza.

   ¿Y ya está? ¿Se acabó? ¿Así? — me buscó con la mirada.

—Y ya está. Se acabó. Así — repetí firme— Lo que menos quiero hacer ahora es pensar en ello. He perdido muchas cosas por estar tanto tiempo con él, si te digo la verdad no sé si he perdido o ganado más conociéndole — me aclaré la garganta — Estaré trabajando y mantendré la mente despajada, cuando no, durmiendo, en caso extremo mis amigas y mi familia, les dejé un poco de lado por él — admití girando el anillo que tenía  en mi dedo índice ayudándome con otro de ellos —Lo peor será cuando vuelvan las clases — se me estaba quebrando la voz, notaba como mis ojos perdían claridad y el nudo de mi garganta que estaba intentando aguantarme apretaba más y más — Le tendré que ver todos los días — cogí una bocanada de aire — Y ni me atreveré a hablarle, tal vez le mire cuando esté de espaldas esperando y no se dé cuenta —cerré los ojos para contenerme —Será como si nunca hubiésemos existido en la vida real —alcé la cabeza mirando al techo, discretas maniobras anti-lloro —Pero escribiré sobre él —asentí — Escribiré sobre él —repetí— Y será como si nunca muriese, siempre que le lea alguien

   Escondí la cabeza en la almohada, me temblaban las manos. —Nunca se irá Cristina, nunca, no de mí, no de aquí — toqué mi sien — Se puede ir físicamente, miles de kilómetros lejos de mí, pueden dejar de hablar de él o recordarle, pero él siempre va estar en mí. Marcado a fuego. Las cosas no deberían estar destinadas a salir así . Le echo de menos, le echo tanto de menos — gemí permitiéndome llorar — Pero son así — volví a la realidad — Y por mucho que lo intente nada va a cambiar, aunque me esfuerce, a un que me caiga y me levante todo será en vano. Porque no es  él, soy yo, mi mala suerte y mi poca estabilidad, si no hubiese sido así yo le habría perdido de alguna otra forma — intenté coger aire que ahora me costaba bastante — porque eso sí que estaba destinado a ser, quedarme sola, como siempre, desde siempre y para siempre. Te juro que lo que estoy sintiendo ahora duele mucho más que una simple bofetada, y que dejaría que lo hiciese toda la vida si este sentimiento de pérdida se marchase lejos. Hay cosas que duelen más que otras . 

Página 339.

   Calla  — dijo en un tono bajo.
Entré en un estado de relajación completa cuando prosiguió. Me iba contando cosas que le gustaban o no, de cómo no estaba a gusto en su cara y que pronto se iría lejos a viajar, compartió conmigo su idea de irme a ver al nuevo trabajo que había cogido todos los días y sonreí levemente ante esta información. Terminó pero yo me negué a levantarme de la cama, estaba muy a gusto tal que así.

   Mañana empiezo— suspiré

   No te quejes, al menos no madrugas.

   Eso sí —admití.

   ¿Cuánto cobras?

   Lo suficiente como para poder pagar los regalos de Rebecca y Cleo para esta navidad — dije haciendo una mueca.

Se quedó callada mirándome y yo cerré los ojos. Estaba muy relajada — Entonces , ¿dormirás aquí? — rompió el silencio y asentí brevemente —Explícame bien lo de Diego — pidió insistente.
Abrí los ojos tirando toda mi calma por la borda para luego rodarlos. —¿Qué te cuento? Ya te he dicho todo Cris.


—Pues vuelve a empezar — suspiré 

Página 338.

   ¿Y entonces para qué besas a Diego?
Tragué saliva —Porque soy gilipollas, una completa gilipollas.
—No… — su mano acarició mi cara y mi pelo  —Nunca nadie debería ponerte la mano encima Nina —abrí los ojos para volverlos a cerrar y relajarme ante la sencillez y la delicadeza con la que me separaba los mechones de pelo. Aproveché la situación .  —Puedes quedarte aquí si quieres… — sus yemas acariciaron mis párpados. No quise que pasase ese momento, era la primera vez en el día que mi corazón no bailoteaba agitadamente, tampoco quise romper el silencio.
—Sólo si me das un masaje en la espalda — dije adormilada riendo.

   ¿Me estás haciendo chantaje? — sabía cómo su ceja estaría inclinada hacia arriba, conocía sus gestos, me había pasado todo este tiempo observándole, me parecía interesante saber cómo movería las manos con cada reacción, sus manos frías entraron en contacto con la piel de mi espalda —Tonta— me quejé.