Listaa

martes, 1 de septiembre de 2015

Página 330.

   No tienes por qué ir detrás de mí — subí la vista, era la primera vez que le miraba a la cara. Su rostro sin expresión estaba teñido de sangre.
   Tengo que cuidarse— sonrió e hizo una mueca.
   Tu ceja— gemí y me acerqué a él. Esto le dejaría una buena marca.

Me quité la bufanda negra que me habían regalado un día como otro cualquiera y la pasé por el foco de la herida. La sangre atravesó la tela y yo seguí mirándole sin importarme lo más mínimo por la ropa. La hemorragia paró un poco y bajé la vista a sus labios para conectarla de nuevo con sus ojos claros , me acerqué un poco y abrió más los ojos, contacto visual, me estrellé contra sus labios patosamente sin hacer nada, después de unos segundos mi lengua bordeó su labio inferior como para pedirle permiso, él entreabrió los labios y le miré a los ojos para luego colar mi lengua y sentirle de lleno, cerré los ojos y la juntó con la mía, jugó con ella, porque esos son los mejores besos, en los que no sabes distinguir tu lengua de la suya ni los movimientos que haces al entrelazarla en su boca. Cuando sonríes en sus labios, y compartís la sonrisa, diente con diente, respiración con respiración, realmente ese día respiré el aire de Diego. Ese día Diego entró de pleno en mis pulmones, en mi estómago, mi cabeza, mis manos, e incluso el dedo chiquito del pie con el que te chocas cada vez que caminas por tu casa de noche. 

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