—Perdóname
por esto, sólo quiero que vean que he venido diez minutos y nos vamos —asentí débilmente.
Durante los
diez minutos de espera me fijé en la cantidad de chicas que miraban a mi
hermano. Ya sabía el historial y la fama de "Don Juán" que tenía mi
hermano. Era totalmente atractivo y de eso me había dado cuenta hasta yo. Las
chicas morían literalmente por él. A lo mejor había alguna ex suya por aquí
suelta, tal vez pensaban que yo era la siguiente y por eso me miraban tan mal,
haciendo caso omiso a que yo era su hermana y nunca podría añadirme a esa
lista. Nunca le había visto con esos ojos, de tío buenorro o guapo, porque a un
hermano no se le mira así ni aun que sea Leonardo di Caprio.
Me zarandeó
un poco y me di cuenta de que ya no me dolía el hombro, era una buena señal.
—Acompáñame — asentí.
Bajamos las
escaleras de las gradas y bordeamos parte del campo hasta llegar a otras
escaleras ya más sólidas de cemento. No había mucha luz allí abajo pero Ercole
parecía seguro de lo que hacía. Abrió una puerta con un cartel que rogaba
"Vestuarios" , entré después de él, lo primero que me impacto fue lo
horriblemente mal que olía ahí, estábamos casi en la penumbra si no llega a ser
gracias a dos ventanales que parecían estar
a la altura del suelo, eso confirmándome que estaba bajo tierra. Miré a
las duchas que se separaban por paredes de azulejos claros y después a las
taquillas rojas que bordeaban con simetría los pasillos, se sentó en uno de los
banquillos de madera y me indicó que ocupase el sitio de al lado con una leve
palmadita. —Aquí tendremos mayor privacidad — puso cada mano en sus respectivas
piernas y me miró. — ¿Qué ha pasado?— dijo con voz paciente.
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