—Ponte la camiseta, venga anímate — le obligué a ponérsela.
—Es horrible
—Solo ánima, suéltate—la cogí del brazo y la ayudé a levantarse de dónde
estaba sentada. Así lo hizo y me imitó mientras que a mí, en realidad, no me
interesaba lo más mínimo la carrera, sólo quería saltar y gritar y desahogarme
sin que alguien me gritase que estaba loca.
Cristina se relacionó con una de las chicas y me pareció verla hablar con
Daira. La miré, sonriendo, tenía una sonrisa bonita. No puedo entender por qué
nadie había nunca tenido mucho interés en acercase a ella y me subió un poco la
autoestima darme cuenta de que yo había sido la primera. Todas reían a mí
alrededor mientras yo sólo la contemplaba, intentando entender cada uno de sus
gestos. Carla chasqueó los dedos delante de mí y yo negué y parpadeé.
—¿Hola? — dijo
sonriendo y reí— Se acabó, vámonos. — Bajamos despacio las escaleras cogida de
las manos, junto a más gente, la mano de Carla, de una forma u otra, me hacía
sentir mejor, menos débil.
—Te he echado de menos— literalmente, me estaba comiendo la cara.
—Y yo a ti, vaya, ¿Por qué no vienes con nosotras?
—Sí que voy, la que no vienes eres tú — me llevó la contraria.
—He estado algo perdida últimamente —admití
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