Bloqueé la pantalla y dejé de leer por mi bien.
—¿Qué pasa? — me miró Cristina y le dejé el móvil .
Leyó despacio y de nuevo su mirada se paró en mí con un tono de preocupación.
—No quiero que le perdones — me miró fijamente — Esto puede ir a más, y aun que prometa que no te volverá a pegar o
viceversa puede descontrolarse de nuevo y hacerlo — me di repetidas veces con
la palma en la rodilla intentando calmarme. —Mírame — me obligó —Nada de Edgar
—dijo en tono serio y asentí.
—Nada de Edgar —repetí despacio
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