No quería
quedarme parada el primer día así que limpié la barra con una bayeta húmeda que
me daba bastante asco, hasta que el primer cliente llegó, Cristina.
Se sentó en
uno de los taburetes y sonrió —Me pones con ese uniforme — miré la camiseta de
color negra con el logo, a mis pitillos ajustados también negros, y finalicé
con mis viejas vans old skool desgastadas sin hacer diferencia con el color.
—Calla —
sonreí y volví a limpiar.
—Nestea—
sonrió.
—No creo
que haya —dejé caer.
Hizo un
puchero — ¿Por qué?
—En
realidad no creo que haya nada que no contenga alcohol — reí y puso cara de
asco.
—Pues ponme
lo que quieras — dijo desesperada.
Me quedé
pensando — ¿Cerveza...?— le miré con dudas y asintió. Abrí el botellín y lo
puse en la barra junto con un vaso de tubo.
— ¿El vaso
para qué?
—Yo que sé, es mi primer día — lo volví a guardar.
—Yo que sé, es mi primer día — lo volví a guardar.
—No parece
que haya mucha gente — rio bajo.
—Esta noche
sí, cuando termines me iré a limpiar — rodé los ojos.
Dio un sorbo
y cerró los ojos —Puaj— exclamó.
—No está
tan mala — le di juguetonamente en el hombro
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