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lunes, 26 de enero de 2015

CUENTA DESDE YA.

HOLAAA HOLAAA HOY OS TRAIGO NOTICIAS DE PUNTO MUERTO.
HE PENSANDO EN HACER UNA PEQUEÑA "CUENTA" DE LOS QUE SIGUEN PUNTO MUERTO.
BUENO AHÍ VA, OS LANZO UN TRATO.
Os prometo que antes de dos semanas subo capítulo nuevo sí;
-Subo 10.000 visitas en el blog ( no son tantas ya que en lo que llevamos de mes he conseguido 31.138)
- Si subo 1.000 ( o cerca de 1000) visitas en wattpad.
- Y por último PERO NO MENOS IMPORTANTE, quiero +100 comentarios o preguntas que os gustaría hacerme sobre punto muerto, críticas, opiniones cosas así.
Contaré cada comentario ya puede ser aquí, cómo por mención en twitter o mensaje directo, en ask, en instagram, en el wattpad, por whatsapp, snap, etc.
EN FIN POR TODOS LOS LADOS JAJAJA
¿HAY TRATO?

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domingo, 18 de enero de 2015

Página 209.

Al llegar al claro se despidió—Creo que aquí os dejo señoritas—bajó un poco el sombrero en forma de despedida.
—Billy, espera—le di un  beso en la mejilla y se puso colorado. Me reí—¿Podremos visitarte de nuevo?
Nos miró a las dos y sonrió. —Cuando ustedes quieran.
—Pero no nos dispares. —Me reí. Me quedé contenta con él. Era un hombre nuevo, distinto, por lo que me dijo Cristina le había gustado la tableta de chocolate así que si volvía a venir le traería otra.
Fuimos a la charca donde ayer había cogido los renacuajos y los volví a echar. Me daba pena.
—Se fuerte— dijo Cristina riéndose.
Hice señal de limpiarme una lágrima imaginaria y reí—Volveré a verlos.
—Seguro que sí.

Cuando llegamos al pueblo Cristina me dio su número y así por lo menos podría hablarla. Nos despedimos pronto. Ya que a ella lo más seguro es que la matase a su madre, y yo necesita un buen baño de agua caliente. 

Página 208.

Fuimos a la cascada de ayer, el viento pegaba fuerte, pero aun así había sol. Me quedé mirando desde arriba la cascada y vi como Billy pescaba y Cristina buscaba bichos en los charcos.  Me solté el pelo. Noté todo el aire fresco en mi nuca y me pelo se desplazó hacia otro lado perdiendo el control. También sentía como mi vestido ondeaba, se me pusieron los pelos de punta. Divisé de nuevo el bosque entero. Hice un pequeño enfrentamiento en mi mente ¿Acantilado o bosque? Sonreí. ¿Y si hubiese un acantilado en el bosque? Sería perfecto. Entre tanto oí a mí móvil. En una punta tan alta había cobertura. Todo se resumía en Edgar y Carla y llamadas perdidas de Diego. A Edgar le dije “Mañana comemos” Miré por encima las parrafadas de Carla “Deberías habérmelo dicho, supuestamente era tu mejor amiga.” Pensé en Agata, estaría preocupada así que la escribí “Agata estoy bien, hoy volveré a casa” Bloqueé la pantalla y lo volví a meter en el bolso.
Billy no hacía otra cosa que sacar peces del río y yo les quitaba el anzuelo y los volvía a echar al agua cuando no me veía. Se enfadó. Pero en realidad me daba igual, pobres peces, este hombre va acabar con todo el bosque al paso que va.
Ahora sí que sí, era de hora de irse. Nos quedaban dos horas a pie para salir del bosque y otra al menos para llegar al pueblo.

Billy volvió a insistir en acompañarnos y durante el viaje de vuelta nos fue explicando cosas del bosque que ni Cristina ni yo sabíamos.

Página 207.

Al volver a despertar era mucho más tarde. Había sol, muchos más sonidos y ya no hacía tantísimo frío.
Me levanté de la manta y me estiré, Cristina estaba cerca de allí, volviendo a dibujar.
Me acerqué a ella—¿Qué haces? —pegó un brinco desde atrás y cerró rápido la carpeta.
Se giró—Repasaba algunos detalles…
—¿Viste a Billy? —giré sobre mí misma y divisé todo a mi alrededor.
—Ajá, está allí—me señaló, fui hacia él.
—Nos vamos. —me limité a decir.
—Ahora que iba a pescar—rechistó.
—No podemos quedarnos por más tiempo aquí—me excusé
—Lo sé, y lo entiendo, os acompañaré.
—No hace falta, me sé el camino de vuelta.
—He dicho que os acompañaré —dijo en tono serio.
—Vale, vale…— me giré y fui a coger mis cosas a la manta.
Cristina se acercó a mí— ¿Nos vamos?
—Sí—susurré.
—Quería quedarme algo más.
—¿Al final te ha gustado esta insensatez de viaje? —Sonreí. Asintió con otra sonrisa.

Busqué a Billy con la mirada y le dije a gritos—¿Qué decías de pescar? — me reí.

Página 206.

—¿Sabes en lo primero que me fijé cuando te vi? —cambié de tema y dejé una pausa. —En tus manos—cogí una de ellas y la sostuve para observarla bien. —Son las manos más bonitas que he visto jamás, mis favoritas.
Las miró—A mí no me gustan, algunas personas hasta se meten con ellas.
—Porque son gilipollas. —concluí.
Nos quedamos un tiempo calladas hasta que se decidió a hablar—¿Tienes sueño?
Asentí—Pero mucho frío no tengo, se está bien—asintió ella en este caso—¿Tú tienes sueño?
—Estoy acostumbrada a despertarme temprano. 
Me volví a recostar sobre ella, tenía una clavícula muy definida. En el fondo sabía que tendría que moverme de aquí algún día, pero de momento me sentía bien aquí sola, sin que nada me molestase, como si todos los problemas que estaban a mi alrededor no tuviesen importancia. Me encontraba cómoda con la idea de…escapar.
Me tapé la nariz con la toalla y caí en la cuenta de que a Cristina la olía muy bien el pelo, cerré los ojos y me dejé ir.
                                                  *


Página 205.

La leña estaba ya casi apagada y fui a buscar más leña. Tenía las piernas pringosas. La eché y prendió rápido, me volví a tumbar.
—No me gusta madrugar—me giré y quedé cara a cara con ella. Me sonrió. —¿Tienes novio? —Habíamos pasado el día juntas y yo no sabía nada de ella.
—No—rio—nunca he tenido, ¿tú?
—Lo dejamos hace dos días. —Era a la primera persona que había hablado del tema.
—¿Por qué?
—Un mal entendido, supongo.
—¿Me vas a decir ya por qué me preguntaste por Diego? —se interesó.
Me puse boca arriba y miré al cielo, quedaba poco para que amaneciese. Me toqué el pelo—Creo que me gusta—solté.
—Qué fuerte—rio, la miré— ¿Y tu novio?
—Bueno, Edgar no es mi novio—la expliqué—aunque me gusta más que Diego.
—Pero él también te gusta—me picó.
—No lo sé—Estaba siendo sincera, no sé qué me pasaba con Diego.
—¿Por qué no lo habláis?
—No, puedo le tengo bloqueado, estoy enfadada con él—me reí irónicamente.
—Desbloquéale.
—No, me vería como más débil.

—Vaya tela. —rio.

Página 204.


Cuando me desperté, Cristina ya estaba levantada mirándome. Me incorporé rápido —¿Qué haces? —Dije echándome hacía atrás.
—Nada, esperando a que te despiertes.
—¿Y Billy?
   Creo que ha ido a revisar las casas. Antes le he visto mear en una especie de cubo —puso cara de asco.

Me reí y me volví a tumbar—Estoy cansada. —Confesé—Billy ha dejado algo para ti, dijo que te curaría los arañazos—Me mostró un bote en el que había una especie de líquido vede. Puse cara de asco y lo olí. —Sólo son plantas—Me aclaró. Se untó un par de dos y me destapo las piernas. El líquido estaba frío y escocía al entrar en contacto con la piel, de las piernas pasó a los brazos, y de los brazos a la espalda, de la espalda a algunos arañazos que tenía en la cara.
—Gracias—mostré una sonrisa vertical.
—¿Puedes dejar de decirme gracias a todas horas? —se rio.
La sonreí—Estoy es muy…—busqué la palabra—Rural—decidí.
—Deberíamos irnos, mi madre estará enfadadísima.
—¿Nos podemos quedar un ratito más? —Puse morritos. Me había gustado la experiencia.

Se encogió de hombros—Total, ya he faltado un día, qué más dan dos—me sonrió.
—Ven, túmbate, disfruta, descansa—di un par de palmadas al lado mía en señal de que se tumbase.


sábado, 17 de enero de 2015

Página 203.

—Cuidado con las serpientes—se rio y se volvió a dormir. Miré a Cristina y me reí. Volví a extender la manta en el suelo y le di la toalla ya seca a Cristina.
—Espero que no pases mucho frío esta noche, la extendí sobre ella. —Yo sí que iba a pasar frío, y mucho.
—Pero estúpida acércate aquí— Compartió la toalla conmigo y use mi bolso como almohada. Me abracé a ella ya que era la única manera de mantener el calor. Se quitó otra chaqueta y me la puso en las piernas. Me dio la vida con ese gesto.
—Gracias—No paraba de dárselas.
—No hay de qué.
No hablamos de muchas cosas porque las dos teníamos mucho sueño, a los veinte minutos nos dormimos, primero ella y luego yo.

                                             *

Página 202.

—¿Qué tal el agua? ¿Calentita? —Rio. Me castañeaban los dientes. —Iré a buscar más leña—se marchó riendo.
Cogí un par de palos y puse a secar la toalla, que estaba bastante mojada.
Cristina estaba sentada como un indio y me senté en sus piernas—Dame calor—casi supliqué. Me prestó una de sus chaquetas y me la abroché hasta la barbulla, apoyé mi cabeza en su hombro y la di un beso en la frente—Gracias, por todo lo que has soportado hoy por mi culpa.
—Ha sido el día más entretenido de mi vida—Se rio y la sonreí.
Billy volvió con los brazo llenos de leña y nos explicó donde se podría coger más, después de eso se fue a dormir la mona.
—Menudo pedo lleva—comenté a Cristina. Ahora por lo menos sentía los pies. Sinceramente, si no llega a ser por este hombre no sé ni cómo hubiésemos acabado las dos. —Tengo hombre—me quejé cuando me sonaron las tripas.
Cristina me apartó con cuidado y se fue a buscar algo a su mochila. Pero bueno, ¿esta chica qué coño tiene en la mochila?. Sacó varias cosas; una manzana, un bocadillo y varias bolsas de guarrerías.
     Yo no tenía comida ya que se la había comido Billy. Me ofreció una bolsa y comí en silencio.

La manta en la que estábamos sentadas estaba llena de ramitas, de piedras y de todo. Me levanté y la limpié. Desperté a Billy.

Página 201.

Fui hacia la orilla congelándome y viendo nadar a Cristina. Quería secarme antes de ponerme la ropa. Al cabo de unos minutos ella salió.
—Dios mío, estoy congelada.
—Cogeremos una pulmonía, tranquila—Reí. Cristina se veía más alta sin ropa.
Sacó una toalla de su mochila. — O sea , ¿cómo? ¿por qué? —la pregunté.
—Sabía que te gustaban los ríos e imagine que pasaría algo parecido.
Me echó la tolla por encima—¿Tienes otra? —Negó—Sécate tú, es tuya. —Me la quite y se la eché por encima, tuve que ponerme de puntillas para llegar a sus hombros.
Me la volvió a poner —Tú estás en proceso de hipotermia, yo aún tengo calor en el cuerpo.
Me negué completamente. Me empezó a secar el cuerpo, eso sí que fue incómodo. Me estaba muriendo de vergüenza.
Cuando acabó la sonreí, se la pasé por encima, de nuevo, y me fui a vestir, la lleve su ropa.

De verdad, esta chica estaba preparada para todo. La presté una goma para el pelo y ambas nos hicimos una coleta. Las dos teníamos los labios morados, yo no sentía absolutamente nada del cuerpo. Subimos a paso rápido y cuando vi el fuego me alegró la noche, me senté lo más cerca posible de él, estaba tiritando. 

Página 200.

Me senté en la orilla y me lavé las piernas, me quedaría costra de esto. Luego la cara y luego me metí entera. Incluso había hielo en la primera capa del agua. Nadé para mantener el calor corporal. Oí como alguien se tiraba al agua y levanté la vista.
—¿No decías que no te ibas a meter?
—Cambié de idea—dijo riendo.
Me fui a la cascada y ella me siguió, por suerte había una piedra y pude sentarme sin necesidad de estar haciendo el esfuerzo continuo para mantenerme a flote, me puse bajo la cascada, era relajante que te diese en la espalda—Me gusta —la confesé.
—Normal.
Hablamos sobre lo que había pasado en todo el día mientras que estábamos sentadas allí, hasta que oí un ruido, eché la vista al frente y vi a un montón de animales alrededor de nuestras cosas, ¿tienes comida?
—Sí. —Me miró.

Me reí y salí, les espanté un poco, sólo eran ardillas, busqué algo de comer en mi bolso y vi un cachito de sándwich que me había sobrado de cuando fui a hockey unos días atrás, saqué el pan y se lo ofrecí. No se atrevieron a venir, fui poquito a poco y lo dejé en el suelo a unos metros de ellos, cuanto que me di la vuelta todos se tiraron sobre el pan, los miré sonriendo. 

Página 199.

Cuando llegamos abajo los ciervos ya se habían ido, yo había acabado con las piernas echas un asco.
Me quité los zapatos y metí el pie en el agua. Congelada, como me esperaba. Me entró un antojo de un cigarrillo. No había fumado ni uno en todo el día, no me lo podía creer ¿yo sin fumar? Saqué el paquete de tabaco del bolso y ofrecí uno a Billy que lo aceptó.
Me tumbé en el suelo que estaba lleno de piedras y miré al cielo mientras me fumaba el cigarrillo, había bastantes estrellas.

—¿Podría dejarnos a solas…?Me voy a asear y eso.
Vaciló un poco y se puso rojo—Ah vale, vale—se rio—os espero en las mantas, andad con cuidado—dirigió la vista a las dos.
—¿Asear Nina? —preguntó Cristina
—¿Te molesta? —Negó. Esperé un tiempo de margen para que Billy llegase y no me viera. Tenía las piernas y la cara llena de barro, arañazos en la espalda, en las piernas y en las manos. Me quité la Rebecca, y el vestido, y después me desvestí por completo. Doblé la ropa y la metí en el bolso.
—Qué incómodo —la salió una sonrisa nerviosa y miró hacia otro lado.
—¿Tú no te lavas?
—No gracias—se rio.
—Bueno— entré lo más rápido posible en el agua aunque estuviese fría no me gustaba mostrar mi cuerpo a nadie. 

Página 198.

—Nunca sabes cuándo puede venir un oso—Me enseñó cartuchos de escopeta.
Le miré disgustada pero no le di mucha importancia.
Cristina, Billy y yo nos sentamos a disfrutar de las vistas.
Al cabo de una media hora una manada de ciervos se acercó a beber agua.
—Cristina—susurré. Estaba medio adormilada. —Despierta, mira eso. —Me refería los ciervos. Se levantó de mi hombro a regañadientes.
—Bien, la cena—dijo el hombre, mientras cargaba la escopeta.
—No—grité. Muchos pájaros salieron volando debido a mi voz. —No les mate, son inofensivos. Dijo que solo la iba a usar para casos extremos. —le bajé la escopeta.
—Pero tengo hambre—repuso.
Saqué una tableta de chocolate que tenía en mi bolso y se la ofrecí—Por favor.
—Está bien—Bajó por completo la escopeta e intento a abrir la tableta—¿Cómo se abre esta puta mierda?—¿Me estaba pidiendo ayuda?, se la quité de las manos con cuidado y la abrí, volví a dársela y sonreí. Al parecer el tío de la escopeta no sabe ni abrir una chocolatina.
Miré a Cristina—¿Vienes abajo?
Asintió. Tardamos bastante en descender, era un camino complicado, lleno de piedras, barro y bichos. 

Página 197.

Nos pusimos en pie, dejando el tema de los espíritus, que reconozco me había impresionado un poco
—¿Sabe usted señorita que en el año 1875 murieron 22 personas aquí y todavía no se sabe la causa de su muerte? —miró hacia atrás ya que las dos le estábamos siguiendo.
—¿Qué insinúa? —le dije de forma áspera.
—No sé señorita, coja respeto a este boque.
Me callé durante todo el viaje. Cristina estaba, pero era como si no existiera, me iba a odiar para siempre, en el lio que la había metido.
Tras 15 minutos de caminata vi el lugar más hermoso que había visto jamás, había una gran cascada, y nosotros estábamos sobre ella, miré a la laguna de abajo.
—¿Es profunda? —dije tirando una piedra.
—Me temo que sí.

Divisé como caía. Las vistas eran espectaculares, el bosque entero, a mis pies, los animales, incluso el fuerte ruido que hacía el agua de la cascada al llegar abajo, me enamoré del lugar.

Página 196.

—No, gracias, prefiero no correr riesgos —se dio la vuelta para tumbarse
—¿Va a dormirse ya? Es pronto.
—¿Tiene alguna idea mejor? —objetó.
—¿Sabe si hay algún rio cerca?
Se giró—Sí.
—¿Podría llevarnos?

                                               *

Página 195.

—¿Y qué se suponía que hacia ese espíritu?
—Poseer gente, se metía en tu cuerpo y te obligaba a suicidarte, robar, quemar casas, personas, lo que a él le apeteciese.
—¿Usted lo creyó?
Se quedó unos instantes pensando—¿Usted qué cree señorita?
—Que sí, que lo creyó, mírese, con perdón. Está estancado, encerrado aquí, ¿Qué busca?
—Pruebas. En el cementerio, cada cruz tiene unas marcas, significan a las personas que mató el hombre que está en la tumba ¿Qué se supone que hace que se vayan los espíritus?
—No sé, ¿la sal? —dije lo primero que se me pasó por la cabeza.
Se rio—No hombre, el campo santo, la luz, el fuego, las ofrendas.
—¿Y qué quiere decir eso? —Seguí sin entenderlo.
—Que yo por si acaso, estoy cerca del cementerio, con una fogata encendida y he puesto animales muertos en cada armario. —Ahora entendía lo de la rata muerta que casi me hace vomitar antes.
—¿Insinúa que el espíritu, o lo que dios quiere que sea, está deambulando ahora en busca de encontrar otro cuerpo que poseer?
—Sí. —dijo firme
Este hombre estaba loco, llegué a la conclusión—Oiga…no puede vivir con el temor constante de que un espíritu entrará en su cuerpo…es un disparate…
—¿No era usted la que creía en fantasmas?

—Hasta un punto, señor. ¿Quiere dar un paseo o tiene miedo?

Página 194.

—Sí, la verdad.
—Os preguntaréis, ¿por qué está aquí, verdad?
—Ajá.
—No lo sé ni yo, sólo sé que un antepasado lejano mío habitó aquí algún día—cuando empezó a hablar me acomodé en el hombro de Cristina— Ahí varias versionas de la historia, leyendas, ya sabéis—alzó ambas cejas. —Ahora los que vienen solo están aquí para fumar y beber y destrozar todo. Pero me estoy yendo del tema. —hizo una pausa para acercar ambas manos al fuego y calentarse—. Se dice que en el pueblo, había algún mal, un espíritu, algo. Y decidieron trasladarse aquí, protegidos por las altas copas y las montañas. Pero ya sabéis lo estúpidos que eran en esa época, se creían todo, así que hicieron traer sacerdotes Americanos, se trajeron todo consigo, mujeres, comida, bebida.
—¿Quiere decir que los americanos no se volvieron a ir? — le interrumpí.
—Durante un gran época, no, vivieron juntos, “luchando” contra el mal espíritu, se aceptaron ambas culturas y mataron a varios hombres inocentes, creyendo que había hecho pactos con el diablo.
—Eso significa que si yo, por ejemplo, siempre he tenido descendencia familiar, de aquí, puede que mi tatatatatatataraabuelo tuviese algo con una Americana, ¿no? —Asintió— ¿Así que tengo genes americanos?

—Podría decirse que…sí.

Página 193.

—Estúpida que eres. —Me susurré a mí misma.
—Me temo que vamos a estar juntos toda la noche—Sonrió— ¿Os gustan las historias? —Asentí. — ¿Queréis saber qué paso aquí?
— ¿Por qué no? —Me recosté sobre Cristina.
—Mi madre me mata—Me dijo
—¿Por qué no la dices que estás en mi casa?
—Sí, bueno la enviaré un mensaje, cuando tenga cobertura la llegará.
—Hay una torre allí—señaló—donde se pilla cobertura.
—Acompáñame—la seguí.
—No me fiaría mucho de la madera—advertí—si quieres cógeme a mí que tú eres más alta y lo envío —No llega señal— dije ya subida en sus hombros— Muévete un poco más— Por fin, un raya. Tardó en enviarse pero se envió. Me bajo cuidado.
—Tengo miedo. —me confesó.
—Esto es muy raro. Debemos volver antes de que el tío este venga buscarnos, no me fio de él.
—Como para fiarse, ¿le has visto?
Nos dirigimos al lugar de antes.

—Lo habéis conseguido? —Asentimos—¿No habréis puesto que os quiero violar o algo así? —Se rio. Negamos ambas. —¿Os gusta esto?

Página 192.

— ¿Y tú sí? —Alzó la ceja y tomó un trago. Negué. Me ofreció la botella— ¿Quieres? — Volví a negar. — Peor para ti, ¿de dónde venís?
—Del claro que está bajando la colina.
Suspiró—¿Y queréis iros ahora? ¿Sabéis la hora que es? —Negué y saqué el móvil, las siete de la tarde, ya era casi noche cerrada. Se me había pasado el tiempo volando.
—Es peligroso, bajar por ahí solas a estas horas—Nos sostuvo la mirada a las dos.
— ¿Qué nos podría pasar? — No aparte la mirada.
—Osos.
— ¿Osos aquí? —Dije en tono irónico.
—Alguno por ahí he visto— Su mirada no decía nada.
—¿No se supone que los osos invernan? —Caí en la cuenta.
—¿ Y su y un oso coge y precisamente esta noche quiere salir? —Se rio y tomó otro trago de la botella.
Contuve la respiración—No creo en coincidencias.
—¿No crees en coincidencias pero si en fantasmas? —Soltó una risa irónica—Digamos que no te topas con ningún oso, aun así está la desorientación, ¿crees que vas a llegar al claro sin perderte? —Me miró con cara de “estas jo-di-da”
Razoné su idea pero no lo admití. —Dejé marcas para volver. — Me estaba empezando a cabrear.

—Perfecto, se lo has puesto en bandeja de plata a los ojos, rastrearán tu olor y vendrán hasta aquí, yo que tú correría.

Página 191.

Nos llevó a un lugar más íntimo, por así decirlo, dónde había un par de mantas, botellas y una fogata en medio.

—¿Qué os trae por aquí? Se sentó y nos indicó que nos sentáramos.
Lo hicimos rápidamente. Cogí la mochila de Cristina y saqué la carpeta sin prestar mucha atención mientras él tomaba un trago de la botella.
Saqué el dibujo que la había devuelto anteriormente y lo encontré rápido porque sabía dónde lo había puesto. Se lo entregué, lo cogió y lo miró.

—¿Dibujas?
—Yo no, ella—Giré la cabeza hacia Cristina. Creía que la iba a dar un infarto en cualquier momento.

—Es bueno— Se lo ofreció a Cristina. La di un codazo para que racionara, pero se quedó inmóvil  —Oh, vamos no me tengas miedo—La sonrió y por fin lo cogió. — Lo de la escopeta es para asustar a los que vienen a tocar los cojones. — Se rio y me la ofreció para que la mirase.
—No sé de escopetas— confesé,
La abrió—Mira—Los tubos estaban vacíos, era verdad—¿Así que crees en fantasmas preciosa? —Asentí. —¿Y tú por qué no? — Se dirigió a Cristina.

—Cris. — Susurré y la miré, pero seguía callada, quieta, la tomé el pulso para asegurarme de que no se había muerto —No está acostumbrada a estas cosas señor— repuse.

Página 190.

—Nunca he visto a chicas por aquí, normalmente sólo hay inútiles que rompen todo lo que se encuentra a su paso. —Se acercó a nosotras y contuve la respiración. Se aproximó más hacía mí y dirigí la mirada hacia otro lado. Me levantó la barbilla con la punta de la escopeta y me inspeccionó. Le pude mirar bien la cara y tenía una barba poco cuidada pero afeitada al fin y al cabo, los ojos eran claros, pero tenía la cara sucia.
  —Oiga ya nos íbamos —me cogió Cristina del brazo.
—No— Y la apuntó con la escopeta a ella—¿Creéis en fantasmas? —Sonrió.
—No —Dijo Cristina

—Si— Me atreví a decir.
Bajó la escopeta, me miró y se rio —Buena chica. — Noté como Cristina me pegaba una patada. —        Qué mal educado soy. — Me extendió la mano— Me llamo Billy. —Acerqué mi mano a la suya, era una mano áspera, se notaba que había trabajado —Qué mano más suave— Se quedó sosteniéndola. Intenté sonreír. —Venid, no es buena idea que os quedéis aquí. — Se dio la vuelta.
Cristina se acercó a mí. —A la de tres salimos corriendo.

—Como salgas corriendo te pegará un tiro en la cabeza— La dije calmada. 

Página 189.

—¿Estás loca? —Me quitó la botella de la mano y la volvió a dejar donde estaba. Me sacó a rastras. —Al menos déjame ver el cementerio—Se resistió pero al final acabó cediendo. Durante todo el viaje me fijé bien en todo, disfruté de la experiencia. Menos mal que he ido poniendo marcas para saber cómo volver a venir.
Llegamos al cementerio, era un cementerio muy pobre con unas 15 tumbas. Ni si quiera tenía nombre y estaban enterradas en el mismo suelo, no eran como las actuales, que sellarían de la tierra.
Tenían vegetación por encima—No creo que fuesen tan malas personas si en la propia tumba crecen seres vivos—La miré y asintió.
Fui mirando una a una, en los palos de las cruces había diferentes tipos de marcas, el cementerio estaba recubierto por unos palos con forma de flecha al final, todavía se notaba algo de pintura negra, me llegaban por algo más encima que las rodillas.
Puse una media de dos flores por cada tumba, cuando casi estaba llegando a la última tumba vi una sombra acercarse, me puse en pie ya que estaba en cuclillas y dije a Cristina —Mira— Señalé. Nos quedamos paradas.
—¿Qué coño estáis haciendo aquí? — Era un hombre con los dientes completamente picados y un sombrero en la cabeza, tenía una escopeta bajada en el brazo.
—¿De qué película ha salido este tío— Me susurró Cristina.

—Calla. — La eché hacía atrás con el brazo— Hola señor, soy Nina y esta es Cristina— Señalé.

Página 188.

—No mucho— Se encogió de hombros.
—¿Pero apruebas?
Asintió
—Si no me equivoco sobre 1875 había…vaqueros en américa, ¿no? Ya sabes cowboys, revolvers, alcohol y esas cosas.
 —Supongo que sí…
—Lo pone aquí, en la etiqueta —La señalé.
—No es una etiqueta, aun no existían, está escrito con una especie de…tinta.
—Dios, me da igual eso ¿No te das cuenta? Los datos no concuerdan por una serie de razones —Saqué un dedo en señal de contar— Lo primero y lo más importante, no estamos en América, ni en Texas ni en nada de eso ¿Qué clase de pueblo americano vendría aquí? Segundo—Seguí enumerando con la mano—Esta clase de casas y pueblo concuerdan con los que estaban en el desierto, en un clima seco, ¿Por qué se asentaron en mitad del bosque? ¿Se trajeron sus costumbres? santo dios, ¿no te das cuenta de lo que tienes delante? Es una parte de la historia. —Necesitaba coger aire. Noté como mis pupilas se estaban dilatando.

 Me zarandeó — Nina, nadie debe saber que estamos aquí, ni mucho menos que hemos venido. Cálmate, baja el tono de voz, coloca todo en su sitio y salgamos lo antes posible.

Página 187.

Abrí unas pequeñas puertas que cerraban las ventanas y entró la luz, la habitación ahora se podía ver con más claridad. Cogí el picaporte de uno de los armarios y me dispuse a tirar. Casi vomito, había una especie de rata muerta. Tuve que salir corriendo a coger aire fresco.
—Esto es peligroso— Me recordó Cristina.
Me recompuse y me hice la dura —¿ A caso tienes miedo? — la reté.

Negó y seguimos caminando a lo que parecía un bar. Lavé el cristal con la palma de mi mano, estaba lleno de polvo,  y miré tras él desde fuera aún quedaba parte de la barra. Sin pensarlo dos veces entré. Me salté la barra patosamente y abrí las vitrinas que estaban detrás de ella —¿Quieres? —Al parecer había unas botellas de alcohol llenas de polvo y telarañas. Abrí el tapón y lo olí — El alcohol, técnicamente, no caduca— Di un trago y cerré fuerte los ojos. Dios estaba fuerte ¿Ron? ¿Era Ron? Limpié más el polvo de la botella y vi que había algo escrito ¿Sería como la etiqueta en esos tiempos? Intenté leerlo. —Fabricado en 1875. — Estaba en inglés. Levanté la vista hacía Cristina que se había reído cuando pegué el trago —¿Te gusta la historia? —Levanté una ceja.

Página 186.

Al cabo de un rato vi como un poblado abandonado, absolutamente todo estaba hecho de madera.
—Parece… americano —Comenté.
—¿Verdad?
El pequeño pueblo estaba rodeado de una vaya de madera que media alrededor de medio metro, la mitad de las vayas estaban rotas, y la pintura ya estaba corroída pero aún se notaba cual era el camino principal.
—Entremos. —Tragué saliva.
Había casitas con porches de madera y vidrieras, muchas de ellas estaban rotas. El camino tenía graba por encima y no se oía nada más allá de los animales y las hojas moviéndose por el aire. Me recordaba tanto al oeste, a esas películas que le gustaban tanto a mi abuelo, que veía con el emocionada.

—Esto está abierto— Apoyé la palma de la mano sobre una puerta y entré. Estaba lleno de polvo, papeles amarillentos por el suelo, armarios tirados y escombros. —¿Cómo no me habías contado esto? —Se encogió de hombros. 

Página 185.

Cuando pasábamos a zonas menos pobladas de vegetación solíamos ver ciervos. Nos quedábamos por mucho tiempo contemplándolos. Los ciervos son hermosos.
Cuando los árboles se hacían más gruesos vimos  a un zorro. Miré sus ojos, eran fríos, verdes. También me gustaban mucho los zorros.
Las ardillas saltaban de rama en rama y yo las seguía con la mirada.
Empezó a inclinarse más y más el terreno.

—¿Estás segura de que es por aquí?
—Aja.
Aunque solo la conociese de un día me había demostrado más cosas que muchas otras personas y me fié de ella.

                                                 *

lunes, 12 de enero de 2015

Página 184.

Me dirigí al claro y Cristina estaba donde la dejé. Me escuchó venir ya que hacía ruido cada vez que pisaba la hierba. Me acerqué a la piedra.
—Me gusta—dijo refiriéndose a la corona.
Sonreí—¿Nos vamos?
Se resignó a decir que sí. Me puse la chaqueta y nos adentramos.
—¿Has terminado el dibujo?
—Me faltan algunos detalles.
—Bien, cuando lleguemos lo podrás terminar. Por cierto, toma—Saqué el dibujo que me había regalado el otro día del bolso.
—Es tuyo, es tu regalo.
—Da igual, me gusta más vivirlo—concluí.

Las dos estábamos pendiente de todos los detalles que nos brindaba el bosque. Cada vez que andaba rompía un pedazo de hielo. Al fin vi una charca.
—Espera.
Se quedó observándome. Cogí un palo y quité el hielo de la charca.
—¿Qué haces?
—Dar sentido a la existencia de los renacuajos. No quiero que procreen con, ¿Sus hermanos? —la miré con cara de asco. —Tal vez todos sean hermanos.
—A lo mejor estaban adaptados para vivir solo en esa determinada charca.
—¿Crees que les puede pasar algo? —Me preocupé.
—Sinceramente, sí.
—Bueno, entonces me los quedaré y los llevaré a mi casa, y en cuanto pueda, los volveré a dejar en su charca. Es como mi condena a volver. —Sonreí.
—Solo son…ranas...bueno, ni eso.
—Seres vivos. —Determiné.




Página 183.

Había pocas flores, pero me apañé para coger un ramo, margaritas y flores silvestres. Las margaritas eran hermosas.
Vi algunos conejos que se alejaban rápido al verme, a ranas en charcas y a serpientes reptando debajo algunas hojas, algunas de ellas eran marrones, habían quedado del otoño.
Busqué más margaritas y pensé que quedarían bien en mi pelo, cogí un mechón de pelo del principio y me hice una trenza, hice el mismo proceso con el otro mechón y los uní los dos con una horquilla atrás, hice una corona enredando margarita y margarita y me la puse. A Rebecca y a Cleo le hubiese gustado que les hiciese una de esas.
Fui de vuelta al claro pero me demoré en ver los chacos, había renacuajos, atrapé a un par con las manos y los metí en la botella de agua que anteriormente la había cogido para que no se secasen las flores, me gustaban los renacuajos.

Tenía pensado llevarlos a otra charca, quería que no todos los renacuajos fuesen iguales, no todas las charcas tenían por qué tener el mismo tipo de ranas. Diversidad. 
Miré mis piernas, estaban llenas de arañazos de las ramas, de barro de agacharme y de sangre, todo eso se notaba el doble ya que yo soy muy blanca. Sé que estábamos en pleno diciembre pero me encantan los vestidos, blancos, simples, un bolso marrón y manoletinas del mismo color. 

Página 182.

Me quedé callada —¿Cómo sabes eso?
—Mi abuela me lo contó.
—Quiero ir. —Dije firme.
—Esos hombres fueron condenados.
—Todo el mundo merece una segunda oportunidad. —Me puse en pie — Iré a coger flores, alguien tiene que acabar con este disparate, sino les han honrado nadie nunca ahora lo haré yo.
—Nina—dijo seria —¿Crees en dios?
Me di la vuelta —Sí.
—Pues entonces también cree en el mal, y te aseguro que allí hay algo.
Me di la vuelta de nuevo. —No me importa mucho lo que me pase, yo ya estoy condenada. —Seguí mi camino.
—¿A  dónde vas?
—A coger flores—Sonreí, pero no me vio porque estaba de espaldas.
—¡Eres una cabezota! —Chilló.

Página 181.

—Sí, y mucho.
   Los lobos son bonitos, valientes, elegantes, fieles. Me gustaría que alguno se pasase por aquí.
—Si tienes algo que les guste para comer se pasarán. Aunque no me fiaría, puede que ahora mismo nos estén vigilando.—Giré sobre mí misma mirando los límites del claro. Después de los matorrales no se veía absolutamente nada, la luz cambiaba por completo. —No los vas a ver— Se rio de mí.
—Calla. —Me quité el abrigo y lo extendí en la piedra. Me tumbé y aproveché al máximo el sol. Después de un rato hablé. —¿Sabes de algún río cerca por aquí? —Dije con un ojo entrecerrado por el sol.
Levantó la mirada —Queda lejos. —Me acordé de Edgar.
—¿Podemos ir?
—Por dios Nina, aquí puedes encontrarte de todo.
—¿Por ejemplo?
—No hablo solo de animales, hablo de gente que ha hecho cosas y vienen aquí a esconderse. Hablo de cosas antiguas, cementerios, aquí hay cosas muy raras.

Me levanté al instante —¿Hay cementerio?

—Bueno… no es como uno de los de ahora… es antiguo, nadie viene a visitarles…Antes en el pueblo, hace muchísimos años, a lo hombres que robaban, o hacían cualquier pecado que estuviese mal a los ojos de dios les ahorcaban y les alejaban del pueblo. Aquí les enterraban cómo ultima penitencia, pensaban que a lo mejor en la muerte, encontrarían el perdón de del señor.

Página 180.

—Estoy helada— Me decidí a hablar.
Se quitó la mochila y sacó un rebeca —Sabía que iba a pasar algo así— Me lo ofreció sonriendo.
Lo acepté con gusto, no sentía ni el torso —Muchas gracias.
—Ven, yo dibujo por aquí. —Cambió de dirección y la seguí. Salimos a un campo abierto, era hermoso, muy hermoso, las hojas se oían moverse y se respiraba tranquilidad.
Al apartar los arbustos que no me dejaban pasar un centenar de pájaros salieron volando.
Me quedé con la boca abierta. Vi cómo me miraba y sonrió. —Sígueme — Me ofreció la mano. Se la cogí y me condujo hasta una piedra. Al intentar subir me resbalé y me agarró bien.
—Qué vergüenza —Solté una risa nerviosa.
—A mí me pasa mil veces.
Seguro que lo dijo para que me sintiese menos imbécil. Al sentarme disfruté de la vista, estábamos en pleno invierno pero en el claro la poca luz solar pegaba bien, y me agradó sentir calor en la piel.
Solo oía como difuminaba el carboncillo de vez en cuando por parte de ella, yo me limitaba  a mirar al campo, estaba lleno de vida. Animales de todo tipo, desde los más pequeños a los más grandes.Cristina levantó la mirada por primera vez —¿Lo oyes? Son lobos— sonrió.
—¿Te gustan?

Página 179.

Cogí la caja y extendí mi chaqueta en el fondo, puse a Taylor con cuidado y me lo llevé. Debía andar bastante rápido porque ya llegaba muy tarde.
Al llegar Cristina estaba allí. Sonreí. Me acerqué a ella —Mira lo que tengo— Le mostré la caja.
—Pero qué cosa más mona. —Sonreí.
—¿Cómo se llama?
—Cristina—Dije seria.
—¿Enserio? —Le acarició
—No—Reí—Taylor. —Acompáñame a llevarlo a mi casa.
                                   
No hace falta añadir lo contenta que se puso Rebecca al ver que llevaba un gatito a casa. Preparé comida para el gato y la serví en el suelo. Lo hice lo más rápido que pude, tenía un día largo por cumplir con Cristina.
                                              —*—
Llegamos por un camino diferente del que me llevó Edgar en su día. Lo sé porque me estuve fijando todo el viaje.
No me hizo falta hablar con Cristina en toda la caminata, creo que ella era demasiado tímida cómo para hablar la primera.
Empezamos a ver mucha más vegetación que hace unos minutos.

Las vacaciones de invierno ya estaban a la vuelta de la esquina y las plantas del suelo estaban cubiertas por una pequeña capa de hielo. 

Página 178.

Rodé los ojos y quité poco a poco la tapa. Salieron unos ojos a verme. Dios mío era precioso. Dejé la caja en el suelo y saqué a un gato que tenía poco menos de un mes. Me ablandé, me ablandé muchísimo. Le cogí y le bese toda la cara al gato, le acaricié y miré a Edgar que estaba sonriéndome, le sonreí también—Gracias— dije acariciándo detrás de las orejas al gato.
—Es chico—Prosiguió —¿Le llamaras Edgar?
    —No y mil veces no—Me reí— Taylor.
Me miró raro—¿Taylor? —Puso énfasis en la palabra.
—Sí, Taylor—dije decidida. Tenía unos ojos preciosos y era gris, blanco y negro. Di un beso en la mejilla a Edgar. —Gracias. —Repetí.
—¿Podríamos ir a comer juntos? —Se apoyó en la fachada de mi casa.
—He quedado. Que por cierto se me hacía súper tarde.
—¿Con quién? — abrió los ojos.
Di un beso a Taylor y lo arropé con mi chaqueta—Eso a ti ya no te importa—Soné demasiado dura.
—Venga por favor.
—Otro día tal vez. Esto no significa que te haya perdonado. Le mostré a Taylor.
—¿Qué más quieres que haga?

—Debo irme, llego tarde.—Pegó una patada a la caja—Eh, te relajas.

Capítulo catorce. 1875. Página 177.

1875.
Me tenía que arreglar rápido si quería llegar a la playa a la hora acordada, ni si quiera tenía el número de Cristina para llamarla por si acaso me retrasaba unos minutos. Me puse un vestido blanco, era mi preferido.  
Cuando terminé de prepararme bajé las escaleras rápido, hoy tampoco tenía ganas de ir a clase, escuché voces muy familiares provenientes del sofá, cogí un vaso de leche y me asomé. No me lo podía creer. Era Carla y Ulisse riendo, como si yo no estuviese ni si quiera en la casa. Me empecé a revolver, ¿pero cómo podía ser tan hija de puta? ¿Se lo había vuelto a tirar? Carla me vio y se acercó corriendo hacia mí, la rehuí.
—Nina, perdón, te he estado llamando, quería explicarte las cosas…—empezó a disculparse.
—Carla, mira— Alcé los casos y me los puse en las orejas —Habla todo lo que quieras. —Cogí el bolso y me fui. Espero que haya pillado la indirecta. Había empezado la mañana mal, esto era horroroso, necesitaba despejarme.
Salí de casa y cerré con un portazo, giré la cabeza y vi a Edgar, tenía una caja en los brazos. —Lo que me faltaba…—susurré.
Vi que se acercaba a mí a paso rápido. Le esquivé. —Ehhh—Me gritó. —Tengo un regalo para ti, espero que esto te haga perdonarme.
Me pasa la caja —No me vas a comprar con una cosa.

—No es una cosa— hizo gestos de comillas con los dedos—Ábrela tonta.

jueves, 1 de enero de 2015

Página 176.

—Yo me quedo—dijo mientras volvía a sacar el carboncillo y una hoja en blanco— Mira esa puesta de sol—Me señaló. La miré, tenía razón realmente hermosa—Pequeños detalles. —Sonrió.

—Mi abuelo tenía razón cuando me decía que los soñadores nunca duermen. —Volvió a sonreír. La di un beso en la frente y me fui. ¿Me había pasado de confianzas? En realidad no me importaba, esta chica me había hecho olvidar de verdad mis problemas por una tarde.

Página 175.

—¿Tienes miedo a las balas?
—Pues claro que sí, ¿tú no?
—No. — me quitó la carpeta. —¿Tienes más dibujos de este bosque?
—No, solo ese. 
—¿Podría quedármelo? —Miró el dibujo con pena—Por favor. —repetí. —Podemos ir mañana, y harás más dibujos.
—¿Ir mañana? Tengo clases.
—Un día de pellas no hace mal a nadie. 
—Mi madre me mata…
—Por favor—¿Cuántas veces se lo había dicho ya?
—Está bien…
—Mañana a las 12 aquí, tráete tus dibujos.
—Claro que los llevaré. Por eso voy, por dibujar.
—¿Entonces puedo quedármelo? A cambio de mi gargantilla. —La recordé.
—La gargantilla la gané religiosamente ganando. —Sonrió.
—¿Un anillo?
—Déjalo, te lo regalo, eres la única que me ha sacado de la rutina.
La sonreí y lo guarde con cuidado en mi bolso. —Hasta mañana pues. — me levanté de la arena.
—¿Nos vamos?

Página 174.

—No creo que me merezca la gargantilla, eres la única persona que se ha fijado en mis dibujos.
—Pues debería fijarse todo el mundo, porque son realmente buenos. ¿Puedo? — Hice una seña a su carpeta. Asintió. La abrí cuidosamente, había dibujos de cientos de cosas y ninguno a color, únicamente en blanco y negro, atrapasueños, animales, paisajes etc —¿No puedes dormir?

—¿Por qué lo dices? —Señale un dibujo en el que salía un atrapasueños con bastante plumas. —No, a veces no duermo bien. Y lo represento en dibujos.
Fui mirando cada dibujo con lentitud hasta que llegué a uno en especial, un paisaje, era un bosque, me resultaba muy familiar —¿Has ido aquí? — dije apresuradamente
Se asustó —Sí—dijo lentamente
—¿Dónde está? —seguía mirando el dibujo
—Pues verás, la autopista que lleva hasta afuera del pueblo, sube a unas montañas, que eso lleva a un camino en el que…—siguió explicando mientras no la hacía mucho caso. Pasé la yema de mis dedos por el dibujo y me llené de carboncillo. Estaba segura, este era el bosque al que me llevo Edgar.
—¿Podemos ir? —Corté su explicación de cómo llegar al bosque.
—¿Estás loca? Es temporada alta de caza, podrían confundirnos con dios sabe qué y pegarnos un tiro.
—Por favor—supliqué.
—Es muy arriesgado…—empezó a coger montoncitos de arena

Página 173.

El juego salió fatal, casi doy a una pobre gaviota una vez, chilló descosida y voló por su vida. Perdí el bate unas cuentas veces y por poco doy en la cabeza a Cristina, me tocó meter los pies en los charcos porque siempre tiraba la pelota lejos del objetivo. Cristina ganó. Tres de tres. 

—Vaya puntería…Jugar contigo es aburrido.
—Mi gargantilla— abrió la palma. 
—Primero la revancha.
Durante que jugábamos recibí otra llamada de Carla, saqué el móvil lo puse en silencio y volví al juego. 
Perdí, otra vez. 
—¿Y qué te iba a decir? ¿Te hace un tenis? ¿Unas cartas? —Me reí vacilándola. 
—Eres patética jugando al “dale a la chaqueta”.
—Dime algo que no sepa—reí— ¿Pero sabes en algo que no me ganas? En surf.
—En eso puede— Sonrió.
Nos sentamos en la arena—¿Fumas? — Le ofrecí un cigarrillo 
—No, yo no, gracias de todas formas. 
Me puse el cigarrillo en los labios y me quité la gargantilla, se la di —Toma es tuya.
—Era un juego, Nina.
—En el que he perdido dos veces—reí. —Lo tuyo es tuyo. 

Página 172.

Esta chica me había caído bien, y dado que estaba sola prefería que no se fuese—Espera…—Me dispuse a llamarla mientras se iba. Vi que unos chicos estaban jugando al béisbol. Se giró. —¿Te apetece un partido de béisbol? — ¿Un partido? ¿Un partido de béisbol? ¿En serio Nina? ¿No había otra cosa? Eres estúpida. La verdad es que yo nunca era la que invitaba a nadie a hacer planes así que no tenía mucha experiencia en estas cosas.
Me miró raro —¿Béisbol? —Repitió riendo.
—Sí— Solté todo el aire que tenía en el pecho, estaba pasando vergüenza ajena.
—Está bien—Sonrió. Pedí prestado a los chicos el bate y la pelota —¿Sabes jugar al béisbol? —Me preguntó.
—No. —Reí—¿Tú?
—Tampoco.
—Bueno, podemos, crear nuestro propio juego, ¿ajá? Pondré mi chaqueta encima de esa piedra—señalé— Quién la de tres veces gana.
—¿Estas de coña no? —Se rio.
—Y si gano yo, me quedo con tu dibujo—Regla establecida.
—¿Y si gano yo?
—No vas a ganar tú—Sonreí.
—¿Y si en un hipotético caso gano yo?
Ruedo los ojos. —¿Qué quieres?
—Esa gargantilla. — Señaló mi cuello.

—Trato echo. — Hicimos un apretón de manos en señal de acuerdo.

Página 171.

—Gracias. —Tenía una voz grabe. No le hice caso y seguí mirando el dibujo. Hizo un intento de quitármelo de las manos pero lo cogí aún más fuerte.
La miré, tenía gafas y ojos al conjunto con su pelo, se lo ofrecí—De nada. —Sonreí. Dio media vuelta— Espera. — Cogí mi bolso y se giró —Es espectacular. —Admití.
Me sonrió—Llevo dibujando bastante tiempo.
—Pues sinceramente, es increíble, yo no sé dibujar. — Confesé.
—Eso es una tontería, todo el mundo sabe dibujar, sólo que cada uno tiene un estilo. —Sonrió.
—Pues mi estilo no se acerca al tuyo ni de lejos— Reí. —¿Eres de aquí?
—Sí. —Empezamos a ir hacia donde ella tenía su carpeta.
—Nunca te vi.
—No se me da muy bien hacer amigos…—Admitió.
—Tranquila, aquí es mejor estar sola.
—Voy al instituto de las afueras. —¿Por qué toda la gente interesante siempre iba al otro instituto? —Me llamo Cristina — Se presentó.
—Nina. —Sonreí. —¿Conoces a Diego?
—¿Qué Diego?
—Va a tu instituto. Es sobrino de Tom.
—Ahh, sí, a todas las chicas se las caen las bragas por él, no sé qué le verán, ¿Por qué? —Terminó de recoger las cosas y me miró.
—Nada, curiosidad. ¿Te vas?

—Me temo que sí.