—Yo me quedo—dijo
mientras volvía a sacar el carboncillo y una hoja en blanco— Mira esa puesta de
sol—Me señaló. La miré, tenía razón realmente hermosa—Pequeños detalles.
—Sonrió.
—Mi abuelo
tenía razón cuando me decía que los soñadores nunca duermen. —Volvió a sonreír. La di un beso en
la frente y me fui. ¿Me había pasado de confianzas? En realidad no me
importaba, esta chica me había hecho olvidar de verdad mis problemas por una
tarde.
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