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jueves, 10 de septiembre de 2015

Capítulo Veintocho. Dolores físicos y mentales. Página 336.

—Es aquí — comenté
—¿Sabe que vas a su casa? —alzó una ceja.
—No, pero estoy segura de que está aquí, no iba a quedarse con un grupo de chicas que no conoce de nada.
—Tú misma — se apoyó en la pared riéndose hasta que cedió darse la vuelta, le miré la espalda, que con cada movimiento se le flexionaban los músculos y se le marcaban los omoplatos. La camiseta gris ajustada le favorecía lo suyo.
—Diego — grité y se giró —Súbete los pantalones — reí y él hizo lo que le dije colocándoselos por encima del ombligo — ¡Tanto no ¡ — se los bajó hasta los tobillos —Qué asco de boxers — corrió hacia mí subiéndose los pantalones.
—¿Te doy asco? —dijo riendo.
—Sí, mucho — reí y me besó —Vete —me volvió a besar.
—Tal vez podría irme si dejases de besarme — sonrió.
Le lancé una mirada asesina —Has comenzado tú.
—Estúpida— me besó y se marchó.
Llamé y la madre de Cristina abrió — ¿Se encuentra Cristina? — cuestioné y asintió, inclinó la cabeza dejándome pasar. Subí las escaleras suponiendo que estaría en su habitación. Llamé y nadie contesto así que me tomé la libertad de abrir.

Cristina bailaba con los auriculares puestos mirándose en el espejo, me vio a través de él y paró precipitadamente tambaleándose. 

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