Qué tío más
asqueroso. Recorrí el estrecho pasillo con fluorescentes azules, verdes, rojos
y cristales a cada lado. Aquí sería donde todo el mundo se daba el lote.
Fui a la
sala y la miré con pocas ganas. Alguien tocó mi espalda y me sobresalté —Nina,
¿me confundo? Soy el encargado — me ofreció la mano y la estreché al igual
—Impone pero no hace nada — rio —Le conozco, ven — me indicó con el brazo. —
Toma el uniforme, puedes cambiarte aquí y tranquila cariño que no miro que soy
gay — sonreí mientras abría la puerta y me dejaba pasar al seguro almacén donde
se encontraba la mayoría de las bebidas burbujeantes. Dejé mi camiseta encima
de unas cajas de Red-Bull y me puse la que me habían asignado con el logo de la
discoteca en el lado izquierdo del pecho. Era demasiado corta.
Salí y me
miró —Acerté con la talla — no, sólo has puesto una que hace que se me suban
los pechos hasta la garganta, pero sí, seguro que has acertado —Por la noche el
vestuario cambia, es mucho más... — dudó —Digamos que deja menos espacio a la
imaginación — sonrió —Ven, te mostraré todo esto.
No había
casi iluminación, él me iba hablando del vestuario que tendría que ponerme si
estaba en la sala de noche, haciendo referencia que tendría que enseñar porque
eso es lo que quieren principalmente todos los clientes.
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