—No,
escúchame tú a mí— impuse autoridad en mi tono — Estoy nerviosa, no he dormido
bien — le señalé con el dedo índice —Es mi segundo día de trabajo y no quiero
que tú— puse énfasis en la última palabra — Me lo estropees — apoyé ambas manos
en la barra — Así que haz el favor de terminarte esa copa para salirte por esa
puerta y no volver. —me puse el paño en el hombro enfadada y me fui al almacén
donde guardaban las bebidas y dónde me solía cambiar. Me senté y pateé el suelo
sin ningún objetivo, sólo para desmoronarme un poco. Salí de la habitación algo
más calmada y con una caja entre los brazos poniendo excusa a mi visita
repentina mirando al suelo.
Me topé con
un pecho que estaba notablemente trabajado.
— ¿Pasó
algo con ese tipo?— cuestionó mi jefe y negué— ¿Sabes que puedes decirle al de
la puerta que no le deje entrar si te molesta en el trabajo?
—Da igual —
negué repetidas veces.
— ¿Seguro?,
¿quién era?
— Un
chico... del pasado — contesté con desgana.
Asintió sin
dar comentario alguno apretando los labios — Le diré que se quede con su cara
de todas formas, no quiero que corras peligro — dio media vuelta y suspiré.
Volví a la
barra y lo primero que vi fue a un Diego esperando, sonreí.
—Creía que
me iba a tomar algo con poco gusto si tenía que pedírselo a otra camarera —
sonrió y se inclinó hacia mí mientras nos fundimos en un largo abrazo.
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