— ¿Y entonces para qué besas a Diego?
Tragué saliva —Porque soy gilipollas, una completa
gilipollas.
—No… — su mano acarició mi cara y mi pelo —Nunca nadie debería ponerte la mano encima
Nina —abrí los ojos para volverlos a cerrar y relajarme ante la sencillez y la
delicadeza con la que me separaba los mechones de pelo. Aproveché la situación
. —Puedes quedarte aquí si quieres… —
sus yemas acariciaron mis párpados. No quise que pasase ese momento, era la
primera vez en el día que mi corazón no bailoteaba agitadamente, tampoco quise
romper el silencio.
—Sólo si me das un masaje en la espalda — dije
adormilada riendo.
— ¿Me estás haciendo chantaje? — sabía cómo su ceja estaría inclinada hacia arriba, conocía
sus gestos, me había pasado todo este tiempo observándole, me parecía
interesante saber cómo movería las manos con cada reacción, sus manos frías
entraron en contacto con la piel de mi espalda —Tonta— me quejé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario