Cuando
entré Diego suspiró y a mí no me quedó otra que mirar al mostrador.
—Malboro—tardó
algo más de lo normal en dármelo.
—Nuestra
relación—apoyo el paquete sobre la mesa con seriedad.
—Mi
sonrisa— giré verticalmente con desgana los labios y salí.
Cuando
volví a coger el paquete para abrirlo vi que había algo escrito a rotulador en
la caja “El jueves a las 6:30 en el acantilado” Hubiese vuelto a tirarle el
paquete a la cabeza si no fuese porque llegaba tarde. Mañana le haría cara, le
diría algo cómo que se metiese su paquete por el culo y me dejase tranquila.
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