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—Sí, sí vamos a fuera. —No sentamos en uno de los sofás y él sacó algo de hachís que tenía en la cartera, empezó a quemarlo con el mechero, abrió un cigarrillo normal y lo mezcló, quitó el filtro y se lio otro en un papelillo diferente, se lo encendió y dio una calada, se lo quité y le di otra.

Estuve gran parte de la noche bebiendo chupitos con Edgar, por cada uno un beso y cuantos más tomásemos más tiempo duraría el beso. Los porros y las pastillas venían y se iban Edgar no hacía más que fumar y yo no hacía más que imitarle. Los amigos de Edgar gritaban a mí al rededor pero llegó un momento de la noche  en el que yo estaba en un sueño. Tenía hambre, un hambre terrible y antes de que me diese cuenta me dormí.

                                                        *

Desperté cuando me tiraron agua en la cara, estaba tumbada en el suelo, sentía el frío por todo mi cuerpo, abrí los ojos y vi a Carla. Tenía cara de preocupada.

—Nina, Nina ¿Estás bien?

—Sí, si volvamos a dentro— me incorporé y no pude evitar vomitar.

Carla me volvió a tumbar —Tu no vas a ninguna parte.

Escupí para quitarme el mal sabor de boca—¿ Y Edgar?. —me preocupé.

—Tranquila, ha ido a por comida, ha dicho que es lo mejor que te vendrá ahora. —La verdad es que tenía hambre.

—¿Y las demás?

—Dentro, algunas ya se han ido. Pensé que lo mejor era despertarte.