—¡Vamos, ven! —Me reí de él. Intento salpicarme
pero no me llego el agua. —¿Por qué no?
—Porque no.
—¿Y por qué no?
Suspiré.
—Entra, se está genial.
Como vio que así no aceptaba me dio
en mi punto débil—¿Tienes miedo?
—¿Me estás retando?
—Sí—sonrió.
Me levanté y me quité su chaqueta,
luego la mía y luego la camiseta.
—¿Sigues
sin creer que soy capaz? —me
quité las zapatillas y los pantalones. Mi miré a mi misma y fue un alivio saber
que me había puesto el mismo conjunto de bragas y sujetador.
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