Me hice un moño y me dirigí a la
orilla metí un pie, dios mido, estaba helada, hize como si no estuviese notando
cómo se me congelaba el pie, lo saqué—¿Te vale? —me di media vuelta y me dirigí a la toalla, cosa que
fue un intento nulo porque echó a correr a por mí en mitad del camino y me
cogió. Al tocarle estaba frío, frío como el hielo. Si él estaba frío empecé a
imaginarme cómo estaba el agua, no me costó mucho tiempo averígualo porque ya
estaba volviendo a entrar.
—Edgar ni se te…—Antes de que pudiese
terminar la frase me dejó caer. Estábamos en pleno invierno, sentí un frío
intenso por todas partes del cuerpo. Abrí los ojos y vi que en esa parte del
río no hacía pie. Era más profundo de lo que me espera. Saqué la cabeza a la
superficie. Estaba tiritando. Me solté el moño ¿Para qué lo quería ya? Seguro
que los labios se me están empezando a poner morados, o grises, o algo así.
Me quitó el pelo de la cara y le
aparté con un manotazo.
—Te odio—se rio. A mí no me hacía
gracia, me aparté de él y decidí bucear un poco, me haría entrar en calor,
además me gustaría ver que había en el fondo. Subía la superficie y volvía a
bajar pero nunca me quedaba suficiente aire como para llegar al fondo. Él se
limitaba a verme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario