Cogió nuestra ropa—Cálzate.
Asentí y bajamos medio corriendo.
Todo lo que antes estaba medio seco ahora era barro y eso resbalaba mucho para
mí. Me caí un par de veces pero supo esperarme. Llegamos a la casa y el abrió y
volvió a cerrar la puerta. Era un alivio volver hay, me empezó a gustar hasta ese
olor a humedad. Me empujó delicadamente para que pasase más a dentro.
—Voy a hacer fuego.
—Como salgamos ardiendo ya sí que me
descojono.
—Está controlado, lo he echo mil
veces.
Me senté en el colchón y miré cómo lo
hacía, tampoco se le daba tan mal. Se
escuchaba la lluvia a fuera, era relajante, estaba empezando a oscurecer. Eche
la vista arriba y vi seis goteras. Tampoco me preocupó mucho.
Le dejé haciendo lo suyo y fui hacia
la cocina. Di al interruptor, se ha ido la luz, genial. Abrí los armarios y por
sorpresa había bastante comida, saqué las cosas y las llevé a la habitación.
Cuando entré se giró.
—Ah, sí, el otro día trajimos bolsas
y eso.
El fuego ya estaba encendido así que me senté al lado de Edgar en el colchón y miré fijamente a las llamas. ¿Cómo sería
quemarse vivo?—No hay luz—dije tranquilamente mientras seguía mirando a la
lumbre.
—¿Qué? ¿Estás segura?
—Edgar, se trata de dar a un jodido
interruptor, no soy tonta.
Pasó de lo que dije y se fue a
comprobarlo —Pues no, no hay luz.
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