—Da igual, si prefiero
mirarte a ti—dijo y giré la cabeza. Me sostuvo la mano y sonreí.
—Necesitaba unas vacaciones, créeme —me recosté en el
asiento.
—No me extraña, con lo dormilona que eres.
—Es un problema, ¿vale? —Hice el gesto de limpiarme una lágrima.
—Conmigo podrás dormir todo lo que quieras —me pasó el brazo
por el hombro y me apretó fuerte, olí el perfume impregnado en su pecho, olía
tan bien…
—Estás más fuerte. —Toqué su antebrazo. Sonrió, le coloqué el pelo que lo tenía
desordenado y jugué con sus dilataciones.
Nos pasamos el viaje hablando y dándonos mimos. El paisaje
era bastante bonito. Todo el mundo nos miraba en el bus por hacer tanto el
tonto. La gente subía y bajaba y nosotros llevábamos casi tres horas de reloj.
—Me duele el culo.
—¿Te lo arreglo? —levantó ambas cejas.
—¿No te ha bastado con lo de esta tarde?
—Ummm…no—negó. Se acercó a mis labios y me besó —De ti nunca
me sacio—le sonreí y le correspondí el beso.
—Ahora enserio—le acaricié la nuca—¿Cuánto queda?
—Dos paradas.
—Bueno. —rodé los ojos de nuevo hacia la ventana, ya no veía nada, todo estaba
completamente oscuro y pocas veces encendían las luces en el autobús, me guiaba
por la voz de Edgar, hasta que poco a poco en su hombro me dejé dormir.
*
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