—Acuérdate
de respirar. —La
aconsejé.
—Vamos
Nina, ¿no es genial?
—No. —Fui franca.
Nada
más llegar a la Isla nos topamos con un grupo de tres chicos que habían venido
aquí por el mismo motivo que nosotras. No pusimos problemas en que se unieran a
nosotras, total, si las leyendas eran ciertas y tendríamos que morir era mejor
ponérselo fácil a los espíritus, zombies, o lo que coño estuviese aquí.
Carla
se acercó a mí—Dame un chicle por dios.
Busqué
entre mis bolsillos pero no encontré nada —Sólo tengo el de la boca ¿te vale? — se encogió de hombros y lo masticó sin dar
ninguna señal de asco.
—Lo
hago por si acaso, si se me acerca alguno de esos tres chicos “majetes” no
quiero que el aliento me huela a vómito.— Con “majetes” se refería a que
estaban buenísimos.
—Dios
mío, vaya que si son “majetes”…
Edgar
me dio un codazo—¿Hola? Sigo aquí.
Le
mordí la oreja. —Sabes que
te prefiero a ti, tonto. —Se le
notaron los hoyuelos al sonreír.
No hay comentarios:
Publicar un comentario