Fui
a ver qué pasaba. La tienda ya estaba montada. Miré a mi alrededor.
—¿Edgar? —No obtuve respuesta—¿Edgar? —Probé de nuevo.
Antes
de que me diese cuenta tenía el corazón a mil por hora. Chillé —Eres imbécil,
como me vuelvas a pegar un susto así te juro que—
Puso su dedo sobre mis labios —Shhh. Tengo una sorpresa.
Puso su dedo sobre mis labios —Shhh. Tengo una sorpresa.
Intenté
tranquilizarme. Me toqué el pecho para saber si el corazón seguía ahí dentro.
Contando que estaba en una isla alejada de la mano de dios, donde las leyendas
hablaban exactamente de esto, de algo así como zombies tocándote la espalda en
medio de la noche, lo veía normal.
Recuperé
la compostura —¿Una sorpresa? ¿Dónde?
No
me contestó en todo el camino, así que no me quedó otra que agarrarme de su
mano y seguirla sin ver absolutamente nada e intentar no caerme. La única luz
que había era la de la pantalla de su móvil.
Cuando
llegamos reconocí esa manta al instante, era la que usamos cuando fuimos a la
playa.
—Intento
revivir nuestro primero beso. —Aclaró.
—Ese
no fue nuestro primer beso. —Reí.
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