—Me
refiero al que me enamoró de verdad.
Le
sonreí tanteé con las manos hasta encontrar sus labios, los toqué. Eran suaves,
finos, blandos, eran mi debilidad. Le atraje hasta mí y él me tiró
cuidadosamente sobre la manta. Le besé. Seguramente ese había sido el mejor
beso de la historia. Noté su mano en mi ombligo, me acarició el abdomen.
—¿Estás
preparada? — Me
susurró a la altura de mi mandíbula.
—Sí. —Esta vez lo tenía claro, lo estaba ¿Si no era
con él con quién iba a ser? Paré de pensar y me dejé llevar.
*
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