—
¿Qué
habéis hecho? —Dije
enfadada. Fue a moverla, sabía que estaba despierta. Miré a Cleo.
—
Ha
sido culpa de Ulisse, nos ha dejado estar hasta tarde y comer lo que
quisiéramos— Replicó Rebecca.
—
No
señorita, que te deje comer espaghettis, no tiene nada que ver
con que los peguéis en las paredes.
Miraron las
dos al suelo —Lo sentimos. — Habló Rebecca.
—Iros a
vestir por dios. —Subí
toda mi ropa a mi habitación puse a cargar el móvil y bajé a limpiar todo ese
desastre. Me hice un moño. —Bien, ¿por dónde empiezo? — Recogí las cosas que había pegadas en la pared e intente
quitar las manchas pero no salían, coloqué el sofá, limpié las cubiertos de la
cocina, las mesas, barrí y escuché a mi teléfono sonar. Subí las escaleras de
dos en dos. Ya estaba cargado por completo, no pude ni ver el nombre de quién
me llamaba en la pantalla. Lo cogí precipitadamente —¿Quién?
—Yo ¿estás
preparada?— Era Edgar.
—¿Cómo? ¿ya?
— Miré el reloj, había pasado
casi tres horas limpiando.
Intente
recuperar la respiración—No, ya no, he tenido que hacer mil cosas.
—¿Eso que
quiere decir? —Este
hombre no pillaba ni una.
—Que no
estoy preparada Edgar, que necesito tiempo.
—¿Cuánto?
—Una hora y
media.
—¿Qué?
¿Estás loca?
—Yo también
te quiero. —Le colgué.
Me solté el moño fui directa a la ducha, me lavé el pelo, me eché crema, me
depilé, me sequé el pelo, me lo planché. Cogí el móvil y busqué rápido el
número de Abigail. Sabía que sería la única que no iría a la fiesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario