—No te puedes
imaginar lo que ha pasado…—me cortó.
—¿Tú te
crees que soy gilipollas?
—¿Qué?
—Que te he
visto chica, te he visto besándole.
Dios mío…era
lo que me faltaba—Te va a parecer una gilipollez pero creía que eras tú…
—Mira Nina
se acabó.
—Pero...
Edgar…—Se marchó antes de que pudiese terminar la frase. Literalmente, me
temblaban las piernas. Diego se acercó a mí.
—Lo he visto
todo…
—No comentes…—Me
estaba entrando dolor de cabeza y tenía un frío tremendo.
—Puedo
proponerte algo bastante estúpido.
—Di.
—Vayamos al
acantilado.
Miré hacía
un lado y Edgar ya andaba bailando y tocándole el culo a otra. Creo que era
mejor que quedarme ahí, porque al final me quedaría temblando y llorando,
llorando no sé si de pena, o de rabia, por todo, absolutamente todo lo que
había ocurrido aquella noche. Me dirigí a salir de la aglomeración y él me
siguió, ir al acantilado, viendo que era tan de noche no entraba en la cabeza
de nadie, pero tampoco necesitaba que nadie comprendiese lo que hacía o no.
Subimos en silencio
y llegamos al borde, desde allí se veía toda la fiesta aunque estuviese
bastante lejos.
—¿Quieres
hablar? — Me propuso.
—Puede ser…
No hay comentarios:
Publicar un comentario