—¿Tú conduces? —levanté una ceja.
Se encogió de hombros—algo así.
No sé cómo todavía me fiaba de subirme en un coche… pero si
lo pensaba sólo había tenido accidentes cuando yo me había puesto al mando, así
que me agarré al salpicadero y me dejé ir.
—¿Tienes carnet? —pregunté fija en la carretera.
—No— hizo una pedorreta.
—Bien…—suspiré y asentí lentamente.
Salió a la autopista, la verdad es que no conducía tan mal,
se puso a vacilar haciendo “eses” para asustarme. Y pasó lo que tuvo que pasar.
Un coche de policía encendió la sirena y Edgar miró hacia atrás poniendo un
brazo en mi asiento.
—Estás que me paro—cambió de marcha y aceleró
—Edgar, no— grité y me agarré al salpicadero— Para. — no sé si es que había cogido miedo
a la velocidad.
Suspiró y paró dio golpecitos en el volante esperando a que
llegase el agente—Siempre jodiendo— susurró. El hombre dio golpecitos en la
ventanilla y Edgar la bajó— Hola— puso su mejor sonrisa y rodé los ojos.
El hombre posó su mirada en mí y luego en Edgar—Carnet—tenía
una voz grave.
—No lo tengo.
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