—¿Quién te enseñó a conducir? — le miré.
—Mi abuelo—sonrió
—Es bueno…
—Lo sé— giró hacia la ciudad y puso el intermitente al entrar
en la rotonda.
—¿Me enseñarás a conducir? — le miré
Se puso serio— La última vez que lo he intentado no ha salido
bien— hizo una mueca.
—Un coche no es lo mismo que una moto, además allí puedes
frenarme tú, si vas conmigo.
—Ya lo pensaré— no prometió nada— De todas formas, aun que te
enseñe seguirás siendo un peligro al volante. — eso era algo que yo tenía muy claro.
*
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