La madre entró con el típico vestido blanco, el que
representaba la virginidad y la pureza que ya había sido arrebatada, por lo
menos, de esta mujer.
—Se supone que el blanco significa pureza y virginidad—comenté.
—¿Qué quieres decir? — me miró.
—Que el negro se supone que es todo lo contrario, y los
chicos siempre van de negro.
—O sea, ¿Qué las chicas sois súper santas y nosotros somos
unos puteros?
—Básicamente—concluí.
¿Había sido un comentario demasiado feminista por mi parte?
No presté mucha atención a la boda porque sinceramente no
sabía qué hacía ahí, había sido un detalle por su parte invitarme pero no me
sentía cómoda con tanta gente criticándome alrededor. ¿Se suponía que algún día
yo iba a llegar al altar? Seguro que me caería de camino, siendo como soy.
Sonreí ante mi chiste privado.
—No las hagas caso, sólo es porque eres la nueva— me susurró
Edgar y asentí-
Giré a mí alrededor y vi al primo estúpido de Edgar que
conocí el primer día al llegar. Rodeé los ojos y me recosté sobre el hombro de
Edgar en el banco.
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