Los camareros pasaban con bandejas llenas de comida que
abultaba mucho y sabía a poco así que me acerqué a Avril ya que a ellas les
daban cosas ricas, como gusanitos, chocolate, patatas y doritos. A la mierda la
dieta. Me atiborré rodeada de niñas pequeñas.
Nunca había entendido por qué dejaban ese tiempo de margen
antes de comer para hacer absolutamente nada, estar de pie, pasando frío, comer
y hacer como si te interesase de qué charlaba la gente .
Entramos a paso lento en el salón y me deprimí al saber que
me tendría que sentar sola en una mesa en la que no conocía a nadie porque
Edgar debía sentarse al lado de sus padres. De nuevo, sola. Sin tener ni idea
de cómo había llegado aquí, me hubiese gustado estar con Carla…si las cosas no
hubiesen ido a mal, la necesitaba y la echaba de menos, pero también era muy
orgullosa para mostrarlo.
Me senté en la mesa y eché en falta mi bolso, al menos allí
tendría el móvil para poder pasar el rato, pero no, estaba sentada en una mesa
dónde no había nadie todavía ocupando las sillas. Se empezó a sentar gente, la
mesa era redonda y lo mola es que todos tenía un buen sitio para poder mirarme.
Agaché la cabeza y saludé por saludar. Una chica se sentó a mi lado. Seguro que
tenía mi edad. Me atreví a mirarla, se estaba riendo por algo. Llevaba un
vestido blanco que contrastaba con su tono de piel.
—Jimena—se presentó mientras seguía riéndose a carcajadas —Que
no me mires el pecho desgraciado —miré a quién se lo decía. Me había tocado
sentarme con el primo inútil de Edgar. Qué bien.
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