La piel que había tatuado se quedó de un color rojizo y yo intenté
comprender la caricatura que tenía expuesta en el brazo. No estaba terminada y
era difícil de descifrar, aún más cuando le colocaron un plástico al redor. Se
colocó la camiseta y después la chaqueta y no pude ver mucho más. Habíamos
pasado allí dos horas. Cuando salimos de
la tienda ya se había ido la luz solar y el viento amenazaba con volver a
despeinarme. Salí y Edgar me condijo hacia un restaurante que estaba bastante
lleno.
Una chica nos condujo hasta una mesa vacía y yo me senté, él hizo lo
mismo en frente mía. Retiré la carta con
desgana cuando me la dieron —No tengo hambre.
—Nina, no has desayunado, ni comido— me dio de nuevo la carta y pedí lo
menos pesado que encontré.
Comí despacio, sin saborear mucho lo que tragaba mientras Edgar comía con
ganas. De lo único que tenía ganas era de beber. Pedí una cerveza, algo nuevo
por mi parte.
—¿Te estás haciendo la dura? — se rio de mí.
Me lo tomé como un juego y le reté. Pedí dos dedos de whisky escocés —Sólo
me estoy haciendo la dura— le sostuve la mirada mientras movía en círculos el
líquido de color marrón en el vaso. Me estremecí cuando el alcohol bajó por mi
garganta pero no dejé que él lo viera. Tiré un poco cuando él no me estaba
mirando, realmente prefería fumar a quemarme la garganta. Me decanté por tomar
Nestea y dejar el alcohol a quién lo soportase. Edgar tenía los brazos por
detrás del respaldo apoyando su peso en sus hombros mientras me miraba como si no
hubiese otra cosa qué hacer.
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