Cigarrillos,
café y Edgar.
A lo largo
de toda la semana no hubo muchos cambios, todas las mañanas iba al instituto y
todas las tardes variaba entre jugar al hockey, al voleibol o tocar el piano.
Llevaba ya tres días sin ver a Edgar por clase y sin saber nada de él, hasta el
viernes. Entre con la misma cara de sueño que había entrado durante toda la
semana pero todo cambio cuando vi a Edgar sentado. Me costó seguir la clase
sabiendo que le tenía delante, intenté distraerme pero mis intentos fueron
nulos. Durante toda la clase él no se giró, no me miró, y mucho menos me habló.
Sonó el
timbre y el profesor salió de la clase.
Edgar se
levantó y se acercó a mí me mesa. Empecé a recoger las cosas, ni si quiera
sabía que decirle después de lo que había pasado el otro día.
—Hola.—Puso
las manos sobre la mesa, las mire y levante un poco más la cabeza y ahí estaba
con su sonrisa vertical.
—Hola.—Hoy
llevaba puesto un gorro y solo se le veía algo del principio del pelo que
llevaba siempre alborotado.
—Quiero
hablar.
—Pues habla.
—¿Aquí?
Preferiría que esto lo hablásemos a solas ¿Quedamos hoy?
—Emm…— sonó
el timbre—Vale— Me precipité.
—Me tengo
que ir no me voy a quedar otra hora más, ahora te hablo ¿Tienes el móvil? —asentí—
Bien— sonrió y se fue.
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