Listaa

martes, 18 de marzo de 2014

Página 4.

Me quejo de Agata pero sé que lo hace lo mejor que puede, nuestros padres nos abandonaron cuando Cleo y Rebecca nacieron, sonaba triste, pero era cierto, no me iba a deprimir una y otra vez por lo mismo, en realidad para mí es como si nunca hubiera tenido padres, mi madre es Agata, punto. Bueno, no formábamos una familia tan rara, éramos…fuertes, si fuertes es la palabra. Si os digo la verdad, envidio a Cleo y Rebecca tan solo con cuatro años y ya han superado todo eso, eran tan inocentes que me daba rabia que las hubiera pasado tal cosa. Bueno, después iba Ulisse, ¿Sabéis ese tipo de hermano que es insoportable pero que le necesitas como respirar? Ese era mi hermano, nos odiábamos el 99’9% de las veces, pero en ese simple 00’1% nos queríamos, por remoto que suene, por eso nunca pierdo la esperanza, puede que esa misma décima me pudiese algún día hacer feliz. Bueno, después iba Agata, ella era la que hacía todo bien, la buena de la familia, la que me superaba en cada cosa que yo hiciese, pero era mi hermana, y no la cambiaría por nada en el mundo. Y por último estaba Ercole. Sin Ercole esto nunca hubiese tenido pinta de “familia” , él nos hizo resistir cuando todo estaba perdido.
Sin darme cuenta me quedaba una canción para llegar a mi casa (3:30 min. aprox.) Estaba entrando en la ciudad de siempre, me deprimía saber que ese era mi destino, vivir aquí yo quería conocer mundo, ir a California estaría bien, por ejemplo. ¿Cómo sería eso de tener buena temperatura casi todo el año? Aquí no más que hacía frío y llovía y volvía a hacer frío y volvía a llover.  Me gustaba el frío, no me subestiméis, yo misma soy fría, pero tengo curiosidad por lo nuevo.
Estaba pensando en eso mientras esperaba en la misma tienda de siempre para comprar cigarrillos. Salió el dependiente.
—Oh, Nina ¿Otra vez? Tú hermana me ha prohibido venderte más de un paquete de tabaco al día.
—Venga Tom, será nuestro secreto, por favor, ya sabes que no puedo aguantar una noche sin fumar.
Saqué mi sonrisa estrella, con esa siempre me hacían caso.
—Por favor… —repetí.
—Está bien, pero sólo uno.
—¡Gracias! se fue a la parte de atrás de la tienda — será gilipollas— murmuré.
—¿Decías? —dijo sonriendo.
—No nada, toma. Quédate la vuelta, te lo mereces. Adiós Tom ya nos vemos.


Salí de la tienda enfadada ¿Ya ni si quiera me dejaban fumar más de un paquete al día? Pensaba echárselo en cara nada más llegar a casa. Ya era mayorcita para fumar todo lo que quisiese. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario