-Creo que no voy a echarte un calmante nunca
más- sonrió y cerré los ojos - ¿Cómo te encuentras?
-Agotada- suspiré acomodando mejor mi cabeza
en la almohada. -Pero puedo pasar el día aquí, en mi guarida - me tapé hasta la
barbilla. Ella rio pesado.
-Vale, descansa- dijo dulce y apagó la luz de
mi mesilla. -Ercole está abajo, cuando te encuentres con ganas subirá a verte.
Me incorporé deprisa- Dile que pase por favor-
volví a encender la luz de la mesilla y esperé mientras escuchaba los pasos
acercarse de poco a mí. -Hola- le saludé cuando me miró sonriendo y se sentó en
mi cama.
-¿Cómo estás?
-Con sueño- bostecé y rio.
-Tú siempre tienes sueño- asentí dándole la
razón y se quedó callado, en un silencio completamente incómodo - ¿Y cuánto
debes estar aquí?- dijo intentando cortar la tensión.
-Creo que mínimo dos semanas- dije colocando
mi pelo y sonrió. -Gracias por venir a visitarme, no debías.- cogí su mano.
-Lo hice porque quería Nina- juró con la
mirada y bostecé mientras él volvía reír- ¿Y qué vas a hacer ahora...? - dijo
como dándome tiempo a pensar.
-Creo que contar los puntitos de la pared- dije
con sarcasmo- Me interesa más saber de ti- dije de forma obvia.
-Tengo una carga enorme que entregar y salgo
esta noche- se expresó con las manos - Y son carreteras peligrosas...
-¡¿Puedo ir?! - le corté precipitadamente y él
cerró la boca para luego fruncir el ceño.
-Por supuesto que no, estás lesionada, ¡No,
no, no!
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