-Juntos- gruñó rodeando mi cintura y acepté
gruñendo por igual al no dejarme libertad.
De a poco conseguimos llegar hasta dónde tenía
pensando, no era una piscina, ni mucho menos, es más a mis espaldas estaba el
gran río y su corriente, pero el paso de los años había formado una especie de redondel
que dejaba reposar algo de agua dentro, la suficiente como para llegarte hasta
la cintura. - Dale- le mandé y me senté mientras él se bajaba los pantalones -
NO - grité - Hace falta que te bajes también los boxers- nivelé mi nivel de voz
viéndole venir y él tanteo con sus pies una roca, metió femeninamente un dedo
en la superficie abrazando su propio cuerpo y pegó un salto para resguardarse
corriendo en una piedra.
-¿Estás loca? ¡Está congelada! ¡Se me va a
encoger la...! - le miré retante y cerró la boca.
-Eso es una leyenda urbana, no pierde tamaño
en el agua - dije con tranquilidad.
-Sí, tal vez en la ducha no, pero cuando está
a punto de ser hielo te aseguro que sí- rodé los ojos.
-Ya deja de quejarte- miré mis uñas con
superioridad y cogí aire- No hay dolor, no hay dolor- canturreé para mirarle de
nuevo. Estaba con los ojos cerrados metiéndose despacito.
Desvié la vista de mi hermano por un segundo
al escuchar un ruido en el agua y la dejé ahí cuando lo vi. -Toma- dije sin
apartar la mirada dándole el neceser para que cogiese lo que necesitaba. Salté
despacio de roca en roca hasta llegar a la otra orilla y la nieve pareció
quedar a un segundo plano cuando tenía la vista clavada en otra cosa.
Con ayuda de las muletas me situé en la orilla
a ver más de cerca lo que tenía ante mis ojos y verificar si era verdad.
Cuando fue a darse la vuelta, hice lo que pude
por esconderme detrás de un árbol. Escuché el sonido del agua de nuevo y miré
despacio, sí se había dado la vuelta.
Una chica de piel tan pálida casi como la
nieve y rozando el color pelirrojo aleteaba sus manos en el agua de su alrededor.
Lo más extraño es que no estaba luchando por su vida para salirse. Lo estaba disfrutando.
Por ahora sólo sabía que no llevaba parte de arriba, eso y que el pelo largo se
quedaba pegado en su espalda.
No sé por qué me escondí, como si fuese un
depravado mirón, que lo era, porque estaba espiando a una pobre chica que sólo
buscaba tranquilidad -Chica de las muletas, ¿vas a salir ya o te vas a quedar
detrás de un árbol todo el día? -tragué saliva y me puse colorada. Poco a poco
dejé ver mi cabeza mientras ella esperaba para mirarme y sonreír.
Tenía ojos claros, demasiado claros para mi
parecer- Creí que necesitabas ayuda, y cuando te giraste me- cogí aire- Me
asusté creyendo que podías pensar que era alguien que iba a hacerte daño o así-
me atropellé- No es lo que parece, iba a esperar a que te fueras para volver-
señalé mi espalda con el pulgar.
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