Boté vaho por mi boca, comprobando que hacía
un frío terrible allí dentro - Encenderé eso- me aseguró Ercole refiriéndose a
la chimenea - Sólo debo preguntarle al tipo ese dónde está la leña- pegó un
puñetazo en su palma abierta y salió por
la puerta.
-Ercoles no hagas nada de nuev...- no pude
terminar, ya estaba lejos. Suspiré. Gracias, cabezota, irás a dejarte los
nudillos de nuevo con el estúpido de la hacienda.
Busqué una luz, nada, sin suministro
eléctrico, al parecer la única luz de aquí sería la chimenea, parpadeé para que
mis ojos se acostumbraran a la oscuridad y vi un farolillo igual que el que
iluminaba la hacienda fuera, una caja de cerillas estaba a su lado, nunca había
encendido uno de estos, pero supongo que no sería difícil.
Abrí la pequeña puertecita de cristal del
objeto, giré la ruedecita de la parte inferior, encendí una cerilla, y llevé la
llama dentro, al cabo de un segundo la luz se hizo, no alumbraba mucho, al
menos no más de tres pasos por delante de mí, moví mi mano de arriba abajo
repetidas veces para apagar la cerilla y tiré el palito quemado al suelo, cerré
la pequeña puerta de mi linterna antigua y me senté al pie de la cama con ella.
Miré como la pequeña llama bailoteaba sin
sentido alguno, era divertido ver uno de esos en estos tiempos.
Mi hermano entró con madera entre sus brazos y
un ojo hinchado, había ido a buscar pelea de nuevo. -Mira- sonreí alzando el
farolillo por su correa de hierro para enseñárselo, él sonrió, se acercó y
asintió y se dispuso a hacer lo suyo con la chimenea.
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