Caminé despacio sobre la graba hasta entrar,
no había puerta, no había nada. Una sala, un mostrador que no dejaba ver a un
hombrecillo con gafas por debajo de él, de madera, un armario formado de
pequeñas cajitas dónde reposaban llaves, un periódico aparcado, un reloj y un
cuadro de lo que parecía ser la gran montaña - Buenas noches- dijo y yo me
quedé callada.
-Una habitación- pidió Ercole con desinterés.
El hombre alzó las cejas y las volvió a bajar
- Es mi hermano- dije desconcertada, ¿Por qué todo el mundo tenía ganas de que
Ercole fuese mi novio?
-Si me pagasen por cada vez que escucho esa
frase ya no trabajaría en esta mierda- rio y rodé los ojos.
-Oiga usted, es muy mal educado, le he dicho
que es mi hermano, ¿Qué no entiende, es sordo o qué?
-Lo que tú digas, cariño. - me dio la razón
como a los tontos y apreté los labios enfadada dispuesta a soltar todo lo que
me rondaba por la cabeza en ese minuto. Ercole gruñó ante como me había llamado
el hombre y él sonrió - ¿Celos? ¡Qué pareja más adorable, una pena que sólo sea
sexo monada- volvió a mí .
-Sal de aquí y espérame en el banco de madera
de fuera- dijo Ercole sin apartar la mirada del hombre.
- Pero...- repuse.
-Vete- ordenó y rodé los ojos, para dar media
vuelta y salir al banco que me había mandado.
Escuché el sonido de unas llaves, el ruido de
un puñetazo en la mesa, varios insultos, y después como una silla se rompía,
miré disimulamente al lado del marco, para ver al hombre que nos había atendido
tirado en el suelo quejándose y a mi hermano con una sonrisa y una llave con
una tarjeta en la mano.
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