Nos habíamos parado en un claro, por eso había
más nieve, los árboles nos rodeaban pero dentro las cosas lucían despejadas y
en calma, era normal, que algún animal nos estuviese observando, estábamos en
el centro, en el punto de mira.
- Y lo mejor de todo es que podre decirle a mi
madre que...- no aparté la mirada de los grandes árboles verdes oscuros, había
sido un ruido, igual que cuando pisas una rama seca y se parte por la mitad.
Entonces lo vi.
No sé exactamente qué fue lo que vi, pero sí
un reflejo, como cuando alguien pone un reloj al sol y te apunta la cara para
hacerte de rabiar y te deslumbra. Como un flash natural. Un golpe sonó, como si
hubiese sido amortiguado por la capa de nieve, y entonces sí pude ver
precisamente.
Era un hombre, un hombre feo, grande y con una
enorme chaqueta, calvo, con gafas de pasta puestas y un bigote horrible - Lucy
corre- grité cuando este venía directa hacia nosotras.
Ella paró su discurso, sin darse cuenta de lo
que estaba pasando, y dio un grito para retroceder, el hombre se abalanzó sobre
ella y la presionó contra el suelo apuntándola con un pañuelo en la mano.
Di la vuelta a mi muleta y me acordé de las
clases de Edgar sobre batear que me dio un domingo en el que no tenía ganas de
hacer nada, cogí aire, amarré mis dos manos al extremo y con lo que pude di el
golpe fuerte en su cabeza.
Cuando mi arma impactó en su cabeza me
tambaleé y caí de culo, él se levantó enfadado de Lucy y se sentó encima mía,
presa fácil, supongo.
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