-Buena esa, ¿ah? - Reí , creo que era la
primera vez en un mes que reía, y todo gracias a mi hermano - Calla- tapó mi
boca con una mano mientras con otra conducía -Desafinas hasta al reírte- sonreí
y chupé su mano para que la apartase, cuanto que lo hice la quitó con asco y
sonreí por mi victoria.
Creo que las siguientes tres horas estuvimos
cantando y de vez en cuando me dejaba dormir, un cuarto de hora, media hora, lo
que mi subconsciente me permitía para cerrar los ojos, escuchamos varias
canciones infantiles a remedio de que eran las únicas que nos sabíamos las dos.
Cuando iba por estribillo de la canción de la
película Brave titulada como "volaré" se decantó a parar y yo le miré
confusa- Hora de descansar- anunció- Será bueno que estires las piernas- me
miró de arriba abajo -Bueno, la pierna- se retractó y le imité con voz de tonta
por su broma. Cogí las muletas y él me ayudó a bajar cogiéndome a peso,
realmente, estaba la cabina a bastante altura del suelo- Voy a quitarme esta
porquería- dijo retirando su camiseta con asco, al parecer alguien se emocionó
mucho cantando "Sigo aquí" de la película del planeta del tesoro y
desparramó su coca-cola encima de su pecho.
La tiró despreocupado al asiento y tanteó a
buscar otra. La olió y con cara de asco y la volvió a tirar, para buscar otra
prenda y hacer lo mismo. Se rascó la nuca confuso - ¿No has traído ropa
limpia?- dije incrédula.
-Hmm- se puso colorado y se le inflaron las
mejillas.
-¿Desodorante, gel de baño, una camiseta?-
dije sin poder creerlo mientras él agachaba la cabeza por mi regañina, rodé los
ojos y asumí que era un chico veinteañero que vivía sólo y que seguro que veía
tutoriales en youtube para poner la lavadora - Está bien- comenté aunque no lo
estuviese y miré hacia mí al rededor- Sígueme- le pedí y cogí mi neceser. Un
cepillo de dientes, una colonia, ropa de cambio y desodorante no le hacían daño
a nadie. Caminé con ayuda de las muletas con seguridad mientras él no se
atrevía a rechistar, por ser, lo que viene a ser llamado, un guarro.
El aparcamiento era de graba, y había un
restaurante de paso de mala muerte construido de madera del que salía música
escandalosa y granes nubes de humo, que reconocí como de puro al olerlo. Varios
coches se estacionaban en frente, no era de mi gran interés.
El frío era algo real por aquí, hubiese
escondido mis manos en los bolsillos si no hubiese sido por mi situación, pero
debía mantenerlas en dos palos estúpidos que me ayudaban a andar. Me desvié por
el camino alejado que separaba el restaurante de los grandes árboles que
empezaban a aparecer.
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