Listaa

martes, 3 de noviembre de 2015

Página 615.

A los treinta minutos de puro silencio y de un hermoso paisaje, con nieve incluida llegamos a lo que pensé que era obvio que aparecería, un gran río caudaloso- Bien- comenté mirándolo desde el camino aún y bajé a paso lento hasta la orilla, compuesta por rocas. Me senté despacio y miré al gran sistema montañoso en el que me encontraba, era realmente precioso.
Era un río conocido, eso seguro, porque a menos de un kilómetro podía alcanzar a ver un gran puente por el que transitaban diversos coches de vez en cuando. Suspiré al meter las manos en el agua, helada se quedaba como adjetivo cálido al lado de estas aguas. Mi hermano me seguía mirando confuso, pero eso es lo que menos me importó a la hora de empezar a lavar sus camisetas con champú, y gel, que era lo que tenía. - Te toca a ti- le indiqué con la ceja para que fuese derechito al agua y negó rápido -¡Hueles horrible Ercole!
-Prefiero eso a morir por una neumonía esta noche- dijo decidido.
-¿A qué temes?- dije tocando el agua con mis manos de forma juguetona para salpicarle.
-Temo que entre ahí y salga convertido en un cubito de hielo, como en los dibujos- asintió con un rostro de "llevo razón"
Rodé los ojos- Vamos, no hay dolor, ¿no? - le piqué. Era un juego al que siempre habíamos concursado, sufríamos sabotajes del uno del otro y mientras nos hacíamos daño, teníamos que actuar como si no fuese nada diciendo repetidas veces que no hay dolor. Aun que cuando me colocó las manos en el cristal del horno ardiente, por lo menos durante un minuto, sentí que cada una de mis venas se derretían poco a poco, y claro que me dolió, pero lo más normal era apretar los dientes, hacer como si te reías y no te doliese para nada, para decir las tres palabras mágicas muchas veces, "No hay dolor", "No hay dolor"
Frunció sus cejas y su cara fina y esculpida se tensó por completo. Sus finos labios desaparecieron y en cambio su mandíbula sobresaltó. Arrugó la frente, echó su pelo para atrás, el que era más largo que el por los lados y luego cogió aire por su esculpida nariz.
Al cabo de un segundo, su rostro cambió y formó una gran sonrisa pícara. Este juego siempre funcionaba. Se relajó y empezó a quitarse el cinturón del pantalón que le quedaba perfecto alrededor de su cintura- Aquí no, queremos que te eches un poco de agua, no que te ahogues y te encuentre al final del río echo un matojo de moratones- así, tal como yo. Miré al agua que no aflojaba ni un segundo, y menos al golpear las rocas, a la otra orilla comenzaba una muy fina capa de nieve que me moría por ir a visitarla. -Vamos- comenté poniéndome en pie, sí, en pie, en sólo uno.
Me ayudé con las muletas hasta encontrar un experimentado puente compuesto por rocas, algunas cubiertas por agua por algunas zona y otras sobresaliente -Dale Ercole- señalé.
-¿Estás loca?, ¿Quieres saltar de piedra en piedra con muletas?

-Lo superaremos- me encogí de hombros apoyando el objeto de hierro en la roca para balancearme y caer con un pie y tambalearme. Él me miró expectante, yo ya iba casi por la tercera roca cuando me alcanzó en un segundo.

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