—No— Grité. Le di golpes en la espalda pero era imposible, me
había agarrado fuerte. Como si yo fuese un saco de patatas, este es tonto. —Bájame—
repetí. Empezó a silbar haciendo como si no me escuchase, pero si que lo
hacía, lo hubiese hecho desde la otra punta del pueblo. Me estaba dejando la
voz. ¿A dónde me llevaba ahora? Solo veía su espalda moverse. —Edgar, para, me
estoy mareando—mentí. Por fin me bajó, ya sabía dónde íbamos en esta calle solo
había una salida que conducía a la playa.
—¿Estás bien?
—Sí. —
Me reí y me puse a correr. Si creía que me iba a dejar coger otra vez por él
estaba muy equivocado. —Os
presento al listo que se lleva una manta de su abuela a la playa— fui gritando
mientras bajaba la calle y me reía de él.
Se dispuso a perseguirme y yo a intentar que no me pillara.
El pilla-pilla de toda la vida, pero esta vez era diferente. En el fondo yo sí
que quería que me pillase.
Bajamos a la playa corriendo y fui dirección a las rocas.
Tiró la manta al suelo y mierda, empezó a correr enserio. Me tiró en la arena y
se tumbó encima de mí. Intenté coger aire.
—Que sepas que si tuviera aquí el stick de hockey te lo
partiría en la cabeza— le dije mientras sonreía. Le empuje y le hice rodar
sobre la arena—Mira como me has puesto pedazo de gilipollas— dije mientras
intentaba recuperar el aliento. Él se
levantó como si no hubiese pasado nada y yo seguía medio muerta tirada en la
arena.
Me volvió a coger pero esta vez no como si fuese una cosa,
esta vez me cogió de la cintura y las piernas. Me llevo hasta la manta.
—Cógela. — Se agacho, estiré los brazos y me la puse encima.
—Se va a llenar de arena. — Estar tumbada teniendo su perfume a centímetros de mi nariz
y sin tener que andar no estaba nada mal.
Me has hecho sonreír y tener ganas de seguir leyendo, gracias.
ResponderEliminargracias a ti por leerme, je.
EliminarSenzillamente, me encanta.
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