Era de
esperar que esa noche no durmiera, era de esperar que las dos siguientes
semanas tampoco lo hiciera, era de esperar que me sintiese como alguien débil
que pueden pisotear hasta aplastarles las costillas. Era de esperar.
Edgar se
había ido. En la carta número catorce hablaba bien del tema.
Querida Nina,
Me marcho, mamá lo ha decidido así, piensa que estará bien que me vaya
por un tiempo, al menos en el que la gente olvide lo que ha ocurrido o se
calmen un poco las cosas.
Ella no está bien, mamá no está bien.
Y sé que tú tampoco.
Así que te lo pondré fácil y me iré.
No te daré dirección. Sólo te diré que al menos estaré fuera por un
mes. Agradezco esta escapada.
No contestaré mensajes tampoco, por muy arrepintiendo que esté por no
contestarlos ahora mismo seguiré con mi procesión de silencio. Espero que no te
azotes demasiado a ti misma y que si lo haces sepas echarte limón y sal en las
heridas para sentirte mejor.
Yo no me siento mejor.
Pero es una buena idea.
Y las buenas ideas deben de ser probadas por un periodo de tiempo.
Ya nos dimos el nuestro, es hora de salir de nuevo a la luz.
Te echa de menos y te quiere,
Edgar.
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