Fui a
buscar la mochila que había tirado antes al suelo y saqué mi móvil para
llamarle, él lo cogió ya riendo antes de que me diese si quiera tiempo a decir
una palabra.
— Lo siento
si no te gusta, no compro vestidos todos los días, puedes ponértelo sólo esta
noche y tirarlo después— percibí un tono de tristeza en sus voz.
— ¿Eres
tonto? — Tomé aire — El vestido es genial, gracias — dije mirándolo.— Lo que no es tan atractivo
es la parte en la que yo ceno con tus padres — apreté mis labios rascándome la
frente y quitándome el sujetador para sentir un gran alivio después de haberlo
cargado conmigo durante todo el día.
— Me alegro
de que te guste, la chica me ayudó — admitió, le conocía lo suficiente como
para saber que parte de su rostro, el que no cubría su barba estaba tomando un
color rojizo — No es para tanto.
— Acertó de
pleno — felicité a la chica sin rostro
ni nombre en mi interior— Y sí lo es...sobre el vestido...él...él es
bonito...pero yo, hmmm... mi cuerpo, mis pies, y barbilla y rodillas...— comencé e hice un puchero aunque no me
pudiese ver.
— No
importa las heridas que tengas. Sólo estate preparada para cuando vaya a
recogerte — seguía en el coche por los ruidos que alcancé a escuchar.
— Pero...— me
limité a quejarme.
— No hay
peros — me colgó y me quedé con la palabra en la boca intentando asimilar la
situación.
Hoy tenía
una cita. Con los padres de Sam. Repito. Los padres del sexy y respetado Sam.
*
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