El tiempo
se me acababa, y lo sabía, más al ver al cielo nublado.
Metí la
cabeza aún la superficie en busca del objeto metálico sin suerte alguna. La
roca se extendía más profundamente que antes.
Cogí aire
en una bocanada y me dispuse a bajar hasta encontrarme tanteando con mis manos
la roca en busca de lo que había tirado en un acto de estupidez.
Salí a la
superficie a coger aire, sin suerte, y me hundí de nuevo. Nada, nada, nada.
Creo que lo
siguiente que hice fue la imprudencia de mi vida.
La
corriente poco a poco me guiaba dónde en verdad ella quería y no me di cuenta
hasta que salí a la superficie de dónde estaba.
Cuando lo
hice una ola me golpeó en la cara llevándome para atrás y golpeando mi cuerpo contra
la estructura de piedra.
Esperé a
que parase la resaca y la ola se alejase para darme un segundo y poder coger
aire.
Saqué mi
cabeza rápido y abrí la boca cuando sin darme cuenta se llenó de agua y me hizo
tragar la gran parte hundiéndome de nuevo hacia la profundidad.
Miré a la
superficie tosiendo y mirando como el poco oxígeno se escurría de mis manos.
Golpeé suelo y con mi pie bueno me impulse para salir a la superficie, me daban
igual las olas. Esta vez lo haría. Al salir hice lo que pude para nadar contra
corriente pero la ola me volvió a meter en la estructura en la que no quería
estar.
Así que
hice caso a la ola y cuando mi estómago golpeó con la roca me amarré a ella y
subí con ayudas de mis ayudas, rasgándolas el doble a una especie de bordillo
natural de piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario