—Espere —
me pronuncié y ella me miró —Cogí una de más, por si acaso — se la ofrecí a la
chica que estaba sentada en frente mía amablemente y ella la colocó con cuidado
intentando sacar una sonrisa mientras Sam me rodeaba con su brazo por mi
hombro. La otra chica no llevaba vestido, no lucía labios perfectamente
pintados ni maquillaje en su rostro. Era simple. —Bien, entonces no veo el
motivo por el cual no podamos empezar — se sentó sonriente y acaricié mi cuello
en señal de nerviosismo, Sam soltó alguna risita al respecto. Es curioso, porque
el collar que sostenía el anillo era lo último que debería alguien ponerse con
un vestido de tal nivel, pero ahí seguía, en mi cuello, muy cerca de mí. Nos
sirvió plato a plato una porción de pollo rociándola con lo que llamaba, la
salsa de secreto familiar. A pesar de mis constantes advertencias y negaciones
de que no me echase gran cantidad de comida, echó lo que la dio la gana y más.
Me llevé un
pedazo a la boca, sin tener hambre, mientras escuchaba el cuestionario que le
estaban haciendo a la otra chica y mientras ella contestaba penosamente,
sabiendo, que la siguiente en tener que responder todas estas cosas, sería yo. Arrugué la frente al escuchar su pregunta dejando
el tenedor despacio sobre el plato, intentando, como me recomendó Carla, no clavárselo
a nadie.
—¿Y cómo os
conocisteis? — dijo recolando su servilleta.
—Verá...—
carraspeé.
—En una
fiesta — se adelantó Sam — Yo estaba de servicio — fue la primera vez que su
padre había girado la cabeza para prestar atención a la conversación. —Nos
llamaron por una pelea — informó — Resultó que el causante fue su hermano —
tragué saliva dejando el cuchillo también sobre el plato —Le registré, y luego
ella sufrió un golpe en la cabeza —Explicó — Le llevé al hospital. —agaché la
cabeza avergonzada.
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