-¿Y qué
paso, qué paso?- dijo Rebecca saltando.
-El mono
Carl se subió en su lomo, y el dragón empezó a volar por el mar, sin parar, sin
dormir, lloviese o hiciese sol, se hicieron amigos del Delfín Serafín, del
Tiburón Cara de Melón y de la Ballena, la Señora Elena- comenté cogiendo
diversos dibujos - Después de estar meses volando y de hacerse amigos de todos
los peces del mal, ¿Sabéis a quién conocieron? - negaron con brillo a los ojos-
¡Al cocodrilo Mochilo! - repuse usándo un tono de voz contento, aunque no me sintiese
así - El Cocodrilo Mochilo lloraba porque la Cocodrila Paola le había dejado
por otra Cocodrila más verde y bonita- dije con voz de triste - El Dragón Fefe
apenado le dijo si quería unirse a ellos, y el Cocodrilo Mochilo sacó sus
dientes- repasé los míos con la lengua- Y les dijo : ¡Claro que sí! Entonces- cogí los tres papeles -Volvieron al
viaje y fueron a parar a conocer a ....- hice una pausa dramática - ¡Al
Correcaminos!- anuncié señalando la pantalla - Por eso el Coyote nunca le puede
coger, porque el Dragón Fefe le ayuda y se le lleva volando lejos cuando el
Coyote es malo- miré la pantalla en la que ahora, el pobre coyote recibía un
puñetazo de una cajita con un puño rojo que había puesto él mismo .
Abrieron la
boca impresionadas -¿Así que el Correcaminos...
Intentó
decir Rebecca pero le cortó una muchedumbre de gente que empezó a entrar por mi
habitación. Mis amigas. Rodé los ojos - Chicas, ¿por qué no vais a fuera?- les
pedí educadamente y Cleo y Rebecca salieron dejándose la pequeña mochilita.
Repasé con
la mirada a todas pero no encontré a Carla - ¿Podéis ir con ellas?- les
pregunté -Hablaremos de esto, lo prometo- asentí y ellas empezaron a soltarme
una serie de bromas pesadas y golpes suaves en la cabeza, una a una salió
haciendo caso a mi petición pero Abigail no se movió de su sitio. Al escuchar
como la puerta se cerraba y Abigail seguía plantada frente a mí rodé los ojos
-Dilo, sé que estás deseando hacerlo- comenté sin interés cogiendo la mochilita
de mis hermanas para guardar los papeles cuando algo saltó rápido. Llevé mi
mano al corazón del susto. Taylor había saltado de la mochila, el pobre, casi
muerto igual del susto de estar encerrado y con una cara que lo decía todo. Le
cogí y le alcé -¿Qué te han hecho mi niñito, te han encerrado ahí?- dije chasqueando
la lengua con voz de tonta mientras él me miraba aún enfadado.
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